Huellas de la miseria. Pasado: con Evita (mitad del siglo pasado), la miseria humana en muros que decían ¡Viva el cáncer! Presente: en referencia al intento de asesinato de Cristina Fernández, en Facebook y twiter la irresponsabilidad política con alusiones miserables como “Una pena que falló, porque así hubieran bajado los impuestos”. Sin anestesia, una fracción de la sociedad argentina (una minoría compacta, poderosa, con recursos y presencia clave en el principal partido de oposición, en el poder judicial y los medios de comunicación hegemónicos) rompió los bordes de la convivencia política al referirse cotidianamente a la ex presidenta y actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK): ladrona, robó un Producto Interno Bruto. En la bajeza, allí sí plenamente desbordados, se le tilda de yegua –mujer con moral cuestionable-, chorra –ladrona-, puta. No estoy agregando palabras que no formen parte del abecedario del odio en Argentina. De estos medios envenenados (jueces a modo, medios de comunicación especialistas en generar odio y desconfianza social, en operaciones de nado sincronizado) abreva una parte de la sociedad argentina; metamos allí al gatillero Fernando Sabag Montiel.
Fernando Sabag Montiel condensa esos odios, más allá de que haya caminado solo y a solas en un espacio lleno de militantes cercanos a Cristina, con la intención de matar a la vicepresidenta argentina. Lo de solo y a solas está en estudio meticuloso, lo de una acción producto de libre albedrío, en duda, si acudimos a la fuerza de las musas. De acuerdo a las indagaciones hasta ahora realizadas, no era la primera vez que tenía contacto con las armas. Ya antes había sido detenido portando un cuchillo, que argumentó al personal policiaco que lo detuvo, que lo llevaba para su defensa personal. Su padre, de origen chileno, está preso en Brasil, lo que alude a una crianza problemática.
En sus incursiones cibernéticas (con esto de, como señala I. Ramonet, que google sabe todo de nosotros) se define como “cristiano”, y algo no menor, destacan los mensajes de apoyo a Jair Bolsonaro (presidente de Brasil, militar, orgulloso del golpe de Estado en Brasil, crítico de todo aquello que se aleje de las convenciones sociales, p.ej. frente a los homosexuales). Apoyémonos nuevamente en Ramonet (2016): "la generalización del acceso a Internet y la universalización del uso de las nuevas tecnologías permitirían a los ciudadanos ampliar el campo de sus libertades y desafiar a sus representantes políticos […] Pero, al mismo tiempo, estos mismos instrumentos electrónicos proporcionarán a los gobiernos…'una capacidad sin precedentes para vigilar a sus ciudadanos'". A partir de estas tecnologías de la vigilancia, sabemos que Sabag Montiel seguía cotidianamente (y le daba los famosos likes) a páginas como “Comunismo satánico”, “Ciencias ocultas herméticas” y “Coach antisicopatas” (El Diario, 02/09/22), además de numerosos grupos de odio vinculados a la ideología neonazi. Su propio cuerpo es la materialización de esa ideología –una articulación de identidad y orgullo-, con una trilogía de tatuajes que aluden a la Cruz de Hierro, el Martillo de Thor y el Sol Negro. ¿Alguna duda de sus musas?
Este nivel de violencia ha estado presente en Argentina, agudizándose en el último tiempo. Deshojemos parte de la margarita, es decir, veamos otra parte de las fuerzas de inspiración de Sabag Montiel: 1) Francisco Sánchez, diputado de Propuesta Republicana (PRO) –la fuerza en la que destaca M. Macri- que pide la pena de muerte para Cristina, por traición a la patria, un proceso jurídico por obra pública que está en curso; 2) Ricardo López Murphi (Republicanos Unidos), twitea: “Son ellos o nosotros. Es orden o es caos. Se avecinan tiempos difíciles, porque nos enfrentamos a una banda de delincuentes, de incendiarios, de políticos corruptos e incompetentes”. 3) Las bolsas mortuorias, con las fotografías de referentes del campo nacional popular (Estela de Carloto, de Abuelas de Plaza de Mayo, de CFK, de Hebe de Bonafini, Madres de Plaza de Mayo); 4) Contenedores con piedras puestos a propósito para generar artificialmente una situación de violencia; 5) Una guillotina como amenaza a la gente ligada al gobierno nacional y al peronismo, en la plaza pública; 6) Patricia Bullrich, presidenta del PRO –fuerza de oposición macrista y ex ministra de Seguridad-: "El que quiera estar armado, que ande armado"; 7) No se permite el acceso a Máximo Kirchner, hijo de CFK y diputado federal, a la calle donde vive su madre, en el contexto de un juicio con fiscales que obedecen a lo que se conoce como el Partido Judicial, es decir, la aplicación de prácticas de “lawfaer” -como las que se aplicaron a los gobiernos nacional populares en Brasil, Honduras, Bolivia- contra CFK, que el célebre jurista Baltazar Garzón ha cuestionado. Tampoco se per mite el acceso de Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires. No son personas sencillas, tienen cargos públicos y son ampliamente conocidos, pero las puertas, para el propio hijo de CFK, estaban cerradas por la policía de la ciudad de Buenos Aires, la capital, en manos del macrista H. Rodríguez Larreta. Algunos de los pétalos de esa margarita compleja de la realidad argentina.
La construcción de odio es un hecho social que rebasa la coyuntura. El fiscal D. Luciani estableció que el castigo, en un juicio torcido y sin dar posibilidad a la acusada de defenderse, violando cualquier principio jurídico, debía de ser de 12 años, período simbólico pues alude a los 12 años de los gobiernos kirchneristas (primero el gobierno de Néstor Kirchner, en seguida los dos períodos de CFK). Odio acumulado, violento, claramente fijando, como lo planteara López Murphi, lo que les pertenece, el país de “nosotros” (los blancos, gente de bien, así se asumen) frente a los negros (“ellos”, los que comen choripanes y les gusta la cumbia villera, los peronistas), en una visión maniquea de la realidad.
SI el hombre es lo que come, repensando a Feuerbach, el gatillero se sirvió platos dobles de la basura que destilan en lo ordinario gran parte de los medios de comunicación argentinos, así como de una parte de la clase política que, hasta este momento, ha señalado que no va asistir a una reunión en el Congreso legislativo para hacer un acto de unidad argentina frente a la violencia desatada. Quizá la negativa a asistir tenga como telón de fondo la sospecha, la duda miserable, del "Todo armado que pantomima!!! ya no saben que (sic) hacer para victimizarla!" (Granata, diputada provincial de Santa Fe).
El periodista Eduardo Aliverti, frente a este desbarajuste, planteaba en Página 12 (02/09/22): “¿Hubo alguien de la oposición -diría, sobre todo, de la mediática- que además del repudio y el protocolo solidario con Cristina llamara a eso de bajar un cambio, ahora que se cruzaron ¿todos? los límites?”. Las musas y acciones del odio hoy se encararon por la alegría de miles de argentinas/os que colmaron las plazas para exigir que se respete la democracia y que no haya desmemoria frente a la oscura noche de la dictadura argentina. Una jornada no de lágrima y pañuelo, sino de lucha, unidad y consciencia social.