En una revisión estadística de la acción de huelga desde 1989 hasta agosto de 2022, lo que destaca es la disminución sistemática de los estallamientos de huelga. Es información oficial, de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (STPS e INEGI, respectivamente). En el período que se registra en el cuadro siguiente se aprecia que la brecha entre el emplazamiento y su concreción en la acción de huelga es cada vez mayor. El emplazamiento no significa mecánicamente huelga, no obstante destaca, por ejemplo, en el caso de revisar el año 1989, el número de emplazamientos (6,806) frente al número de huelgas (118), confrontándolo con los datos de 1999, de 7,972 emplazamientos y de 32 huelgas . El dato del coeficiente de estallamiento es ilustrativo de, en una lectura, la dificultad de los trabajadores de a través de la huelga lograr mejoría en salarios, condiciones de trabajo, ambiente laboral y en materia de salud.
El hecho de que el conflicto laboral no se exprese de manera prominente en la acción de huelga no significa la inexistencia de conflictos laborales. Sobre esto, F. Zapata (2005) reflexionaba: “ha habido momentos en que el conflicto laboral se ha intensificado a pesar de que no eran muy significativos el número de huelgas ni el volumen de trabajadores involucrados. Esto no quiere decir que dichas huelgas sean marginales en la explicación de la dinámica corporativista. En efecto, lo que hace sobresaliente la situación ilustrada por esas estadísticas es lo que esconden más que lo muestran; es decir, que no es por medio de las huelgas estalladas que se manifiesta el conflicto; no es mediante las huelgas declaradas y registradas estadísticamente que debe comprenderse la dinámica del conflicto laboral en un régimen corporativo como el mexicano; el conflicto entre el capital y el trabajo no caracteriza el conflicto laboral”.
E. de la Garza y J. Melgoza, en la década de los noventa, trazaban una explicación apoyándose en apuntes historiográficos: “la instauración del charrismo trajo como consecuencia la caída en el movimiento huelguístico. Mientras tanto, el número de conflictos se mantuvo alto, lo que indica probablemente que las formas de resistencia no se canalizaban por el sindicato, sino que tomaban la forma de la demanda individual o colectiva no sindical” (De la Garza y Melgoza, 1996).
Sin hacer referencia a la baja tasa de sindicalización en México ni a la presencia del sindicalismo integracionista, que responde más a las presiones de las oficinas de relaciones industriales de las empresas y corporaciones que de las oficinas sindicales, haciendo abstracción de estas consideraciones, en el período del 2000 al 2018, el coeficiente de estallamiento llega al 0,31, mientras que en el período de 2018 al 2022, al corte, el coeficiente de estallamiento alcanza un 0,18. La tendencia a la baja no se modifica.
Los cambios recientes en la Ley Federal del Trabajo, con el gobierno de López Obrador, han alentado procesos de democratización en los sindicatos. Aprovechando el marco jurídico, organizaciones sindicales han logrado romper la jaula de hierro del control corporativo, en particular por sus resonancias, de la Confederación de Trabajadores de México (la CTM). Las luchas por la democracia sindical han fisurado el papel de control ligado a la cláusula de exclusión, no así, hasta el momento, parcialmente en lo que se refiere a la rotación de élites sindicales en sindicatos corporativizados y en organizaciones sindicales que sin formar parte de las principales organizaciones corporativizadas (el Congreso del Trabajo y las organizaciones que le conforman) reeditan prácticas de control sindical, como es el caso de sindicatos de la Unión Nacional de Trabajadores.
Avances democráticos, y de acomodo social. Pero la pregunta se mantiene: ¿por dónde está saliendo el conflicto laboral? ¿O asistimos, en la historia corta, a un proceso de subordinación obrera pragmática, por las dificultades de impulsar acciones laborales radicales, dado el peso del capital en su papel de contratar y despedir? Quizá asistimos a una paradoja: avances en democracia sindical y retrocesos en el uso de herramientas tradicionales como la huelga, para marcar el territorio del no conformismo ni mediatización social. Difícil documentarlo, tan difícil como decir adiós al conflicto laboral, más allá de la tierra arrasada en materia de huelgas.