Se cumple un año de la agresión sin límites al pueblo palestino. Pero si somos rigurosos, como apuntábamos en anterior colaboración, la violencia ejercida contra el pueblo palestino no comenzó el 7 de octubre de 2023, sino hace 76 años con la nakba (la expulsión masiva y catastrófica de miles de palestinos de sus territorios) y particularmente con la ocupación de Cisjordania en 1967. Cada día se fundamenta más que se trata de una “Guerra contra los niños”, como una forma de erosionar la capacidad de reproducción de la sociedad palestina, entre otras afectaciones.

En un clavado en la Hemeroteca Nacional nos fuimos al lejano 1988, 36 años atrás. Veamos algunas cosas publicadas en el periódico El Día, los meses de enero y febrero, simplemente para confirmar que el infierno está presente en el almanaque de la barbarie judía, con un objetivo concreto -hay varios- que cada día se cumple más: colonizar Gaza.

Para inaugurar el año, mientras que en México aún comíamos las uvas con la esperanza de un mejor año, en Gaza otra era la historia: dispara el ejército israelí contra una manifestación de palestinos en Gaza. “Las deportaciones de palestinos no serán masivas sino selectivas” (1 de enero de 1988). El ataque aéreo israelí tiene consecuencias miserables: 21 muertos, 30 heridos.

Al parecer, de acuerdo a la información, el bombardeo fue en represalia por la infiltración del 25 de noviembre (1987) de un guerrillero palestino con un planeador manual que sobrevoló una posición militar al norte de Israel y realizó un ataque, del cual resultaron muertos seis soldados y otros ocho heridos”. Sin aplaudir la muerte, pero fue un objetivo militar, no civil. La nota es del 3 de enero de 1988. ¿Algún parecido con el octubre de 2023? Sí en cuanto a la capacidad de sorpresa, no en cuanto a que los objetivos fueron en 1988 estrictamente militares. La respuesta de Israel, para no perder la costumbre, desproporcionada., humillante.

8 de enero de 1988, “En huelga de hambre, los palestinos que permanecen detenidos por Israel”. Gaza y Cisjordania en el centro de la nota.

10 de enero. Yitzhar Rabin (ministro de Defensa de Israel) dice: “Más difícil y compleja la situación en los territorios ocupados”. Prohíben el ingreso de la prensa, “para no ‘alentar’ a militantes palestinos que podrían difundir declaraciones consideradas ‘peligrosas’”. Esta “civilización” “occidental” censurando el trabajo periodístico, la información, algo parecido a la censura a los medios árabes, para impedir que den su versión de la historia: ¡qué civilizados!

11 de enero. El ministro de Asuntos Exteriores -después presidente (2007-2014), Shimon Peres “rechazó que la ONU atienda el conflicto palestino israelí”. En esa ocasión fueron 33 el número de árabes muertos desde que comenzaron los disturbios en las zonas ocupadas de Tel Aviv. Peres calificó como una “intervención” el que la ONU atienda el conflicto. Yasser Arafat todavía vivía y cuestionaba el plan de Issac Shamir, primer ministro de Israel, en cuanto a mejorar las condiciones de los palestinos en los campamentos de refugiados. Lo que se necesita es que los colonos abandonen la patria palestina, planteaba Arafat.

13 de enero. “Prohíbe Israel la entrada del enviado de la ONU a un campamento de refugiados”. Como el día de hoy y ayer y anteayer pasó con las ambulancias que no pudieron entrar a atender heridos, a recoger a los muertos, o la entrada de agua y alimentos (de algo tienen que morir los palestinos, han de pensar desde el gobierno de Israel).

14 de enero: “Exige el Consejo de Seguridad el retorno de los árabes expulsados por Tel Aviv”. Expulsaron a 4 periodistas a Líbano; subrayo, ¡periodistas! En esa sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, el único voto como abstención fue el de Estados Unidos de América, en tanto hubo 14 votos a favor. Pero en el pragmatismo del derecho internacional, los países no pesan lo mismo. Las válvulas de escape del Líbano y Cisjordania tienen un sentido de expansión estratégico para el gobierno de Israel, legitimando la incursión en esos territorios por proteger a militantes palestinos.

26 enero. “Israel ha dado muerte a palestinos aún antes de nacer” (Yasser. Arafat). Según Arafat, hay un registro de 25 mujeres que abortaron víctimas de la tortura de soldados israelíes. Del 9 de diciembre de 1987 al 26 de enero de 1988, 83 palestinos han muerto en Gaza y Cisjordania. Y. Rabin (ministro de Defensa) dice que para garantizar el orden público en los territorios ocupados se mandarán comandos reservistas. Crece la anexión, al tiempo de forzar abortos y asesinatos colectivos.

12 de febrero. “Represión y muerte en Palestina”. Un chico de 14 años muerto por las fuerzas de ocupación. Se aprecia la foto de una mujer llorando y gritando con desesperación. Otros dos jóvenes murieron en la operación criminal.

El Líbano es nuestro, Gaza es nuestro, se decía en esos años, y se repite hoy, con más balas y sangre que nunca.

En esta breve cronología se aprecia que se trata de una guerra que para mantenerla exige una carga de insaculación del odio en que el gobierno de Israel ha cumplido su tarea: invisibilizando, por ejemplo con lo que narraba el periodista argentino Rodolfo Walsh aludiendo a Golda Meir, ex primer ministro de Israel, a una pregunta que se le formulaba: “’¿Palestinos? No sé lo que es eso’, declaró en una oportunidad la ex primer ministro de Israel, Golda Meir”. Actualicemos la escena: Orit Strook, ministra en el gobierno de Israel (ministra de y Misiones Nacionales y líder de los colonos judíos, sí, esos que son expertos en el saqueo territorial y el despojo), comenta “Un pueblo palestino, no existe tal pueblo. Toda persona civilizada del mundo sabe que esta tierra pertenece al pueblo de Israel, y sólo a nosotros”, al fin que como decía en 1917 David Ben Gurion, ‘en un sentido histórico y moral’ Palestina era un país sin habitantes. “Civilizados” en las seis aristas de la estrella.

Deshumanizando: Netanyahu, y sus asociados sionistas, se jactan de señalar que “los palestinos no son seres humanos”. En otros momentos se habla de “animales humanos”, de “ratas” (sí, de la misma manera en que se referían los nazis de los judíos): “Morirás, morirán tus hijos, morirán tus nietos: no habrá un estado palestino, no lo habrá” (dirigente del Partido Likud, gritándole al político palestino-israelí Ayman Odeh)

Configurando otra historia: “Estoy personalmente orgullosa de las ruinas de Gaza y de que cada niño, incluso dentro de 80 años, cuente a los nietos lo que hicieron los judíos” -matar, despojar, violar, invisibilizar, esa es la herencia de la masacre cotidiana e histórica que vemos millones, otra es la lectura hegemónica en el judaísmo-. Así se refiere May Golan, ministra de Igualdad Social. Se trata en los tres casos de “Miembros derechistas de la Knesset israelí [que] pidieron matar a los palestinos y apoderarse de sus tierras durante una votación para rechazar los llamamientos internacionales a favor de la creación de un Estado palestino” -lo mismo que pasó con los judíos en Polonia, la desmemoria se ha apoderado de la consciencia subordinada del pueblo judío, dominada por la égida de la tierra prometida.

Así como Thomas Gould, parlamentario irlandés, conmovió al hablar del sufrimiento del pueblo palestino, en particular de los niños, Ione Belarra, legisladora española y secretaria general de Podemos, enfáticamente plantea: “Hace un año se inició la última fase del genocidio del pueblo palestino a manos del estado terrorista de Israel. Este vídeo con los nombres de las más de 42.000 personas asesinadas pone los pelos de punta. No en nuestro nombre”. ¿A cuántos niños tienen que matar para romper de una vez con el sionismo criminal? (cf. ). El vídeo tiene una duración de una hora con los nombres de todos los asesinados, las víctimas de los criminales israelíes. Es un subregistro del crimen, pues solamente se alude a los identificados, porque hay muchos enterrados y otros que no han podido ser identificados por el estado en que se encuentran.

En toda esta discusión, en donde se puede con firmeza habar de un estado terrorista (Israel), la reflexión de Enzo Traverso, “Gaza ante la historia”, es altamente pertinente. Primero, al aludir al término “genocidio”, lo que significa la destrucción de una nación o de un grupo étnico. Esta palabra fundacional producto de la reflexión de Rafael Lemkin, jurista polaco-judío. Otro aspecto central, tarea a reflexionar, es que la causa palestina es una causa del sur global, que juega un papel fundamental en la cultura del poscolonialismo.

Otro aspecto que está presente, aunque la sangre sigue derramándose, es que la guerra de Gaza está cambiando la imagen de Israel, está desnudándolo para desmontar el discurso de víctima a victimario. El creciente posicionamiento en contra del genocidio es un indicador muy importante. Cada vez es más visible la intención estratégica de Israel de destruir las condiciones de existencia del pueblo palestino en Gaza, es la historia desde hace muchos años y todos los días, como ilustramos en esa pizca cronológica (caminos destruidos, administración mutilada, sin agua, sin escuelas, sin combustible para transportarse o para la dañada industria, sin energía eléctrica, hospitales que están en la mira de los francotiradores, y la ofensiva evidente en contra de la reproducción física de la población, todo ello articulado), con control militar que impide la llegada de ayuda y que conduce a la degradación de la vida.

Dice Traverso que no reconocer el genocidio que opera en Gaza es una forma de cobardía de intelectuales y de gobiernos. Es parte de la disputa cultural. Lo mismo el meterse, en estos tiempos de paz, en la discusión sobre la Guerra justa y necesaria. Desmontar esa interpretación, reconociendo que no hay un impacto similar a las acciones desplegadas (sobrevuelo de un militante palestino, que realizó un ataque, del cual resultaron muertos seis soldados y otros ocho heridos, que tuvo como respuesta 21 muertos palestinos y 30 heridos). El ataque de Hamas, en octubre de 2023, condenable, y una respuesta que llega a casi 50 mil asesinatos, con un subregistro por las construcciones en las que están enterradas muchas personas. No a la guerra bárbara, implacable, lo que exige desde lo popular y la academia, desmontar la semántica de la guerra. Ese desmontaje también obliga a develar que Israel es bastión de Occidente, que su poder se sustenta en lo que desde 1917 trazaron el Reino Unido y Estados Unidos de América.

Traverso lanza una sugerente provocación: los acuerdos de paz firmados por Israel fueron para ganar tiempo y seguir la colonización. No es descabellada esta lectura. Desde una visión, podemos establecer una analogía con los acuerdos de Crimea. Palestina está en la escena mundial. La impotencia frente a la barbarie es lo ordinario. Aún somos prisioneros de la guerra cognitiva occidental (Traverso); el desmontaje de este discurso está en curso, con todas las dificultades, pero es una tarea a continuar. En una pasada sesión del Colegio Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (abril 2024), se hizo un llamado urgente al cese de la violencia en la Franja de Gaza. Se trató de un pronunciamiento pertinente, necesario, en particular cuestionando la desproporción en los usos de los recursos militares de Israel. Creo que la coyuntura abre la puerta para tomar decisiones más radicales. Es algo a reflexionar colectivamente.

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