Nos acercamos a C. Dickens, al ejercicio interior de su Cuento de Navidad. El Pasado, la primavera de la vida, la importancia del juego y de los descubrimientos sistemáticos (“Es buena cosa volverse niños algunas veces”). El Presente, consumido por el trabajo y el egoísmo, sin importar que se atropelle al otro, recordando de manera ordinaria a W. Shakespeare, con “¿Oro? ¿Oro precioso, rojo y fascinante? Con él se torna blanco el negro, y el feo hermoso: Virtuoso el malvado; el anciano, mancebo, Valeroso el cobarde y noble el ruin. El oro… desplaza al sacerdote del altar. Y retira la almohada a quien yace enfermo”. Y el Futuro, ese tiempo del otoño acelerado en la vida, antesala de la muerte, lleno de sombras, oscuridad y broncas, colmado de espantos, en que el personaje Ebenezer Scrooge solicita con piedad una oportunidad para cambiar. Jacob, en el Cuento, se dirige a Scrooge: “’En esta época del año es cuando sufro más’, dijo el espectro. ‘¿Por qué habré andado entre la multitud de mis semejantes con la mirada baja, sin alzar nunca mis ojos hacia esa bendita Estrella que guió a los Santos Reyes hasta el humilde portal? ¡Como si no existieran hogares a los que me hubiera podido conducir su luz!’ […] ‘Esta noche estoy aquí para advertirte que aún te queda una oportunidad para escapar a un destino como el mío. Una oportunidad, una esperanza que yo te he conseguido, Ebenezer’”.

Esa forma de ilustrar el paso del tiempo, el peso de las exigencias sociales en donde prevalece el egoísmo, las distintas personalidades del hombre, de formular la crítica a la avaricia e indiferencia, aplica parcialmente en algunos ejemplos, en otros, uno en particular que queremos exponer, se aleja radicalmente.

1) México. Se señala en nota informativa que “encargados del albergue Jesús El Buen Pastor, ubicado en Tapachula, Chiapas, ofrecieron como cena de Navidad a unos 800 migrantes pollo estofado con arroz y agua de horchata. Luego de hacer una oración y cantar villancicos, los primeros en acudir a la mesa fueron los niños, seguidos de los adultos”. En un contexto de pobreza, de apriete económico, de ese egoísmo que se pretende imponer como forma de vida, es un punto de esperanza; en el hecho de compartir el pan y la sal. En un contexto en el que no sobra nada, es mucho. Es una solidaridad en acción, en donde se mueve el suelo de la subjetividad egoísta para que avance la cooperación y el compartir, como acciones humanas centrales. Esa noche fue buena para los migrantes, sin importar edades. Las penas con pan son menos; ahora, si se les acompaña con un abrazo, es un soporte en la vida. Frente a la estrategia de dividir a la sociedad, la demostración de lazos sociales aun en condiciones muy difíciles. El diseño tecnológico y organizacional para separar a los individuos -un síndrome de la lepra exacerbado-, no operó para el albergue Jesús El Buen Pastor.

2) Argentina. 4000 personas, la octava de las noches buenas (ocho años, lo que manifiesta que se trata de un problema estructural que requiere la construcción de nuevas herramientas para encararle), disputando el espacio público frente a gobiernos distintos, realizando la actividad en la explanada del Congreso en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La acción impulsada por el Movimiento de Trabajadores Excluidos, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular y la ONG Proyecto 7, que en su coordinación lograron movilizar a 1300 voluntarios para que “ninguna familia se quede sin Navidad”. Se oye muy simple, pero la cara de las niñas y niños (comida y juegos infantiles incluidos) deja ver el tamaño de la generosidad. Los papás también se reían y disfrutaban, como Scrooge en la primavera de su vida, de la importancia del juego y de los descubrimientos sistemáticos, sin soslayar su presente y las tareas que depara el porvenir. En este octavo año la población pobre (igual que los migrantes en México) fueron abrazados. Como señalaba un dirigente del MTE, escuchando y acompañando con la piel (terapia colectiva). De necios, es pertinente señalar que frente al diseño tecnológico y organizacional para separar a los individuos -el síndrome de la lepra exacerbado que apuntábamos, retomando a M. Foucault-, la demostración de lazos sociales es un indicador, entre otros, de la sociedad humana realmente existente. No operó la división (como exclusión y expulsiones sociales) en la acción del Movimiento de Trabajadores Excluidos, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular y la ONG Proyecto 7.

3) Hay otro hecho, gigante, que se suma a las buenas noticias: la aparición en Argentina del nieto 138, rescatado de las sombras, que recupera su identidad. “Encontramos un nuevo nieto”, cuatro palabras que mágicas son: ¡Ay (y hay) abuelas, cuánto respeto y cariño han generado! -también odios y agresiones, de los que prefieren las sombras, el olvido como dispositivo y la desmemoria programada-. Apareció otro nieto no por generación espontánea, sino por el esfuerzo, inteligencia y tenacidad de estas abuelas que enseñaron a dar abrazos, en el momento justo en que más se necesitaban, en esos días difíciles.

4) Gaza. La Agencia de Naciones Unidas (ONU) para los Refugiados palestinos en Medio Oriente (Unrwa, por sus siglas en inglés) señaló que un niño muere cada hora en la franja de Gaza (24 niñas/niños asesinados al día). “Estas no son cifras. Son vidas truncadas”, por un lado, por los asesinados que tomaron la decisión de destruir cualquier vestigio de niñez (asesinos seriales, encabezados por los gatilleros mayores Biden/Netanyahu). Y los que quedan mutilados espiritualmente, que sobreviven (que en los hechos están muriendo), “quedan marcados física y emocionalmente. Privados de aprendizaje, los niños y niñas rebuscan entre los escombros para encontrar comestibles”.

Los niños migrantes, con sus padres, comparten el horizonte de llegar a algún lado donde la paz y la estabilidad los resguarde; una vida del carajo, pero hacia esa estrella apuntan. Los niños/niñas que compartieron con sus padres la comida, el pastel y los juegos fuera del Congreso argentino, comparten con sus “viejos” la esperanza de un futuro mejor, donde la escuela y la comida sean asignaturas ordinarias. Pero las niñas y niños gazatíes no tienen este futuro: sin agua, sin comida, sin escuelas, sin hospitales, sin tíos ni papás ni abuelas, es decir, “están perdiendo sus vidas, su futuro y, sobre todo, su esperanza”, se señala en notas informativas. La estrella extraviada, entre tanta metralla.

Sumo a esto información el que se han asesinado a 201 periodistas en Gaza. Destrucción de los niños en sincronía con la destrucción de silencios, imágenes, memoria. En un balance a los 8 meses del 7 de octubre de 2023 (la incursión de Hamas demostrando la fragilidad en la defensa de Israel), y la respuesta exponencialmente brutal de Israel (algo estratégicamente buscado), el historiador Rashid Khalidi, señalaba en entrevista: “Somos plenamente conscientes de que, desde el 7 de octubre, han sido asesinados al menos 25 veces más palestinos que israelíes, y una enorme proporción de ellos civiles, mujeres, niños, ancianos, trabajadores médicos y humanitarios, periodistas, académicos. El mundo es ahora plenamente consciente del trauma que esto está produciendo […] La conmoción para Israel va a durar mucho tiempo, al igual que el trauma de lo que se está haciendo ahora a Gaza afectará a los palestinos de todo el mundo durante muchos años. No solo a los gazatíes, o a gente como yo y mis amigos y estudiantes que tienen familia en Gaza, o conocen a gente allí. Todos los palestinos se ven afectados por este trauma, y por muchos otros”.

El día de ayer, al momento de concluir estas notas, B. Netanyahu enfatizaba, una vez más, que está dispuesto a acabar con el eje del mal (el mundo al revés), dispuesto a acabar con los que lo conforman (Siria, Gaza, Líbano, Irán). Él, imparable, el gobierno de Estados Unidos sin ninguna intención de frenar el genocidio (están fundidos en esa tarea inhumana). Pero del otro lado, cada vez es más claro que hay un cambio en el mundo en la forma de mirar la acción ofensiva, genocida, del gobierno de Israel. La pulsión de muerte develada, como algo que atraviesa a la derecha mundial, en su goce con la crueldad. La muerte de los niños en Gaza no es un error, no forma parte de los daños colaterales, de efectos residuales, están en el radar de la destrucción. Por ello, como planteaba el parlamentario irlandés, Thomas Gould, dirigiéndose a un B. Netanyahu que no escucha los gritos de dolor de mujeres, niños, hombres. “Yo espero que Benjamín Netanyahu se queme en el infierno”. Netanyahu no leyó jamás a Dickens ni le interesó explorar en su propio interior descompuesto resquicios de humanidad: jamás puso atención para darse la oportunidad de escapar a un destino donde la muerte y la sangre no fueran la meta.

(Profesor UAM)

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