Sí, repensando a Byung Chul-Han, “los aparatos digitales traen una nueva coacción, una nueva esclavitud”. Pero este impacto no alude solamente a la actividad trabajo, se despliega en todos los órdenes de la vida social. Acerquémonos a parte de esta cotidianidad.
1. “Con un lenguaje impactante y confuso, mezcla de expresiones vulgares, jerga tecnocrática y promesas difusas, supo oscurecer las verdades para dividir […] en un ‘nosotros’ y un ‘ellos’. E inculcar la detestable ideología de que el fin justifica los medios”. Este argumento, planteado por Ignacio Ramonet (La era del conspiracionismo. Trump, el culto a la mentira y el asalto al Capitolio, Siglo XXI, 2022), apuntaba hacia D. Trump, pero podría quedar a varios gobernantes del momento y a la acción colectiva diseminada en redes. Por ejemplo, sin esforzarnos mucho, en Javier Milei, presidente argentino. En el caldo de cultivo del proceso electoral mexicano también se encuentra lo señalado.
Esta inculcación del odio tiene consecuencias, pues no se trata solamente de palabras, se concreta en acciones. De nuevo acudamos a Ramonet, cuando subraya: “los condados que votaron de manera masiva por él (Trump) en las elecciones de noviembre de 2016 experimentaron, entre 2017 y 2021, el mayor aumento de crímenes de odio contra afroamericanos, judíos, homosexuales y personas de origen hispano”. Las alusiones a la violencia sin fin presentes. Algo similar a la construcción del odio que, verbigracia, vivió Cristina Fernández de Kirchner (ex presidenta argentina), a la que tildaban, como apuntábamos en una colaboración en este diario hace casi dos años (Las musas del gatillero), “de ladrona, robó un Producto Interno Bruto. En la bajeza, allí sí plenamente desbordados, se le tilda de yegua –mujer con moral cuestionable-, chorra –ladrona-, puta. No estoy agregando palabras que no formen parte del abecedario del odio en Argentina”. Tampoco es una exageración afirmar que el gatillero Fernando Sabag Montiel abrevó de ese contexto en el que todo estaba permitido, incluso el asesinato (que quedó en intento).
2. No se aparta este ensamble del odio del denominado capitalismo de la vigilancia, entendiendo por esto, de acuerdo a Shoshana Zuboff, de “operaciones que se han diseñado para ser indetectables, indescifrables”, con objeto de empoderar al individuo, lo que permite de una manera harto compleja “recopilar excedentes conductuales”, para predecir conductas. No hay ingenuidad: “Un hecho incómodo, rara vez mencionado por la mayoría de los defensores de la economía digital, es que, a pesar de la frenética actividad de las startups y el apoyo masivo que encuentra entre los inversores de riesgo, son cinco grandes empresas tecnológicas las que se reparten el mercado: Apple, Google, Facebook, Microsoft y Amazon” (Evgeny Morozov, “El capitalismo digital y sus descontentos. El lado oscuro de la libertad de Internet”, 2018)
El ejemplo que expone Zuboff sobre lo indescifrable es parte del presente, a partir de lo que señala la gente de Facebook en Australia: “Hemos recopilado tantos datos sobre 6.6 millones de jóvenes australianos, que podemos predecir sus comportamientos”, todo ello ligado a Cambridge Analytica (experta en procesos electorales y en generación de escenarios de violencia política -la mano larga de Steve Bannon se aprecia-). Entonces, se trata de un modelo de negocios y, al mismo tiempo, de un modelo sofisticado de control social.
3. Como parte de la narrativa popular, se señalaba, recordando el viejo dicho, de que “El que se junta con lobos, a aullar se enseña”. Con las redes, esto se ha potenciado en lo macro, por la construcción de grupos que comparten el mismo sentido y no ven la otra cara de la luna. No hay diálogo en este escenario, predominan los monólogos y la basura y, sin indiscreción, la violencia a toda máquina, circulando en las redes. Es decir, no es solamente la disputa por la plaza pública en el sentido territorial, está presente la confrontación y disputa en lo simbólico, en la construcción de normalización de la violencia social.
En México no cantamos mal las rancheras: “a ese viejo lo vamos a sacar de una patada en el culo”, la historia larga del “peligro para México”, el kakas, narcogobierno, pejefobia, narcopresidente, los chairos, mentadas de madre, y muchas cosas más. Incluso algunos intelectuales de diferente rango coinciden al referirse al presidente mexicano como “pendejo”. Allí, en las redes, y en la disputa para ver quién grita y ofende más.
4. Algo más que un clima enrarecido. Y en este contexto tienen las redes un importante protagonismo. Circulando a toda velocidad, miles de mensajes, ejércitos de trolls, destacamentos de bots, marchando en momentos por carriles distintos, en otros articulados con el mismo objetivo estratégico: desinformar, envenenar a segmentos ciudadanos, a la par de un ejercicio de algoritmización, que como apunta Néstor García Canclini, erosiona la democracia.
Vale cerrar regresando a Ramonet, reconociendo que en el horizonte no hay fronteras en el uso de “un lenguaje impactante y confuso, mezcla de expresiones vulgares, jerga tecnocrática y promesas difusas”, dividiendo a los de bien -lo que signifique esto- frente a los otros, “E inculcar la detestable ideología de que el fin justifica los medios”, como si fuera una escena de televisión en donde todo se vale, pero no es una escena de televisión ni un juego. ¿A quién le conviene esta inestabilidad política? ¿Qué puede devenir de esta miseria? Las respuestas posibles seguramente pueden influir en un mejor ejercicio del voto, lo que está mediado por algo que plantea Alejandro Dolina, un hombre de cultura argentino: “Si usted cree que todos los políticos son iguales, el problema lo tiene usted, que no sabe diferenciarlos. Para un analfabeto todos los libros son iguales”.
(Profesor UAM)