Están en proceso de reanudación el conjunto de actividades escolares presenciales. No es un retorno cualquiera, no debe ser visto así, como si se hubiera tratado de un largo período de vacaciones. Con los tiempos y destiempos, en las instituciones se está avanzando paulatinamente hacia los espacios escolares, con presencialidad en el aula. El regreso, necesario, exige una reflexión profunda y amplia sobre los efectos de la experiencia vivida, en distintas dimensiones, todas ellas articuladas.
1. En el documento presentado recientemente, "La encrucijada de la educación en América Latina y el Caribe. Informe regional de monitoreo ODS4-Educación 2030", se plantea de manera taxativa, sin concesiones, que hay un rezago educativo. La Unesco, Unicef y CEPAL coinciden en esto. Abundando en ello, el director de la División de Desarrollo Social de la CEPAL, Alberto Arenas de Mesa, daba datos que se publicaron en la prensa de América Latina y el Caribe: en 2019, atentos, antes de la pandemia, más de 10 millones de personas, tanto de la población infantil como de la juvenil, fueron excluidos de la enseñanza primaria y secundaria. Este proceso sincronizado de desafiliación social/expulsión/exclusión ya ocupaba un lugar en la realidad de nuestros países, pero la pandemia agudizó este proceso, ensanchando la desigualdad social. Los olvidados en el pasado y los que no permanecieron en la escuela en el presente, un combo problemático de doble rezago.
2. Pero hay algo más. Aludiendo a los que se quedaron en la escuela/hogar, en este ejercicio reflexivo destaquemos el impacto en lo educativo: menor aprovechamiento escolar; no se cumplió cabalmente con los planes y programas; cambios en el espacio de trabajo, dado que el piso ordinario de la actividad laboral fue ocupado por espacios multifuncionales en el contexto agudo de la pandemia: salón de clases/casa/espacio de trabajo para las actividades de los proveedores del hogar; cambios en el proceso de trabajo, dada una organización novedosa por la contingencia, que implicó la modificación en el contenido de la tarea, las modalidades de gestión, reordenación del sistema jerárquico, de nuevas formas de división del trabajo y, con ello, lo concerniente a las relaciones de poder.
3. Problemas que exigen respuestas múltiples y articuladas: estrategias pedagógicas para incentivar el trabajo áulico, construcción de espacios de diálogo comunitarios –docentes/especialistas en educación/equipos de salud pública y mental/madres y padres en esta tarea; la preeminencia de una concepción de lo educativo que la sitúe como actividad central, no residual. Esto implica más recursos, es decir, yendo en sentido contrario a lo que está pasando en nuestros países.
4. Como parte del contexto, la angustia y ansiedad de encarar la muerte como algo posible, ordinario; el temor a enfermarse o la propia enfermedad, más allá de que los resultados no fueran en muchos casos fatales, pero lo incierto estaba presente; la angustia del posible contagio de la gente cercana, de los afectos, y en lo concreto, la experiencia frente a una enfermedad volátil y la rígida muerte; el reconocimiento claro de la distancia, de los que no podían acercarse, en una cartografía emocional no conocida. Son parte de un repertorio de subjetividad insuficientemente abordado.
5. B. Chul-Han, destacado cientista social, señalaba sobre el papel de la tecnología digital en los nuevos procesos de trabajo que “los aparatos digitales traen una nueva coacción, una nueva esclavitud. Nos explotan de manera más eficiente por cuanto, en virtud de su movilidad, transforman todo lugar en un puesto de trabajo y todo tiempo es un tiempo de trabajo”. Remata el autor su aguda observación con el argumento de que “El aparato digital hace móvil el trabajo mismo. Cada uno lleva consigo de aquí para allá el puesto de trabajo como un campamento”. Esta cuestión no es para nada menor. Tiene que ver con la modificación de las condiciones de trabajo, con el ensanchamiento de la jornada laboral (los testimonios de innumerables profesores apuntan este fenómeno), asociado a las dificultades de la desconexión digital y de una vida privada invadida. Se trató de una situación extraordinaria normalizada.
6. G. Gasparini hablaba, refiriéndose a la denominada Administración Científica del Trabajo (F. Taylor y H. Ford, como pilares), que se trataba de un nuevo género de prisión (la fábrica) y un nuevo género de carcelero (el cronómetro). Situados en nuestro pasado inmediato/presente, enriqueciendo esta rendija analítica, P.B. Preciado, señala: “nuestras máquinas portátiles de telecomunicación son nuestros nuevos carceleros y nuestros interiores domésticos se han convertido en la prisión blanda y ultraconectada del futuro”.
7. Siguiendo este filón de la digitalidad que llegó para quedarse, Preciado también subraya que “estamos pasando de una sociedad escrita a una sociedad ciberoral, de una sociedad orgánica a una sociedad digital”. No es tan binario el problema, pero se trata de un argumento altamente provocativo. Esta transformación tiene ya repercusiones en la carga y tareas de lectura, en la demanda de trabajos escritos, en el relieve de la entrega de tarea quizá subrepticiamente colado del esquema tiktok –de alguna forma, el triunfo de la brevedad y de la lectura de superficie-, como nuevo malestar de la cultura, es decir, a poner el acento en tareas breves y simples, en desmedro de abordajes ligados a la complejidad.
Lo expuesto fue parte de lo planteado y discutido en el Seminario de Estudios Críticos Organizacionales (UAM) -08/09/2022-.