En un trabajo fundacional (Economía social y solidaria. El trabajo antes que el capital, 2011), José Luis Coraggio, plantea un escenario necesario de recorrer si el objeto es reflexionar sobre la economía social. El trabajo antes que el capital, indica el subtítulo, y traza con ello un horizonte para comprender las nuevas formas de acción social. Al mismo tiempo, es una provocación para recorrer los intersticios de una historia social que le va dando contenido, alejándonos de las visiones ingenuas de procesos espontáneos. No el dinero en función de capital para comprar fuerza de trabajo, mercantilizando al hombre, domeñando al hombre y la naturaleza, naturalizando la mercantilización de la sociedad. No, ¡en este caso es el trabajo antes que el capital, como acción humana práctica, en aras de construir una anatomía política sustancialmente diferente a la erigida por la centralidad del capital!

El hecho económico tiene una desembocadura social, pero vale la precisión del sentido a partir de lo que intencionalmente se busca. Atendamos el detalle de Coraggio: "Esta economía es social porque produce sociedad y no sólo utilidades económicas, porque genera valores de uso para satisfacer necesidades de los mismos productores o de sus comunidades –generalmente de base territorial, étnica, social o cultural– y no está orientada por la ganancia y la acumulación de capital sin límites. Es social porque vuelve a unir producción y reproducción". Frente a la invasión del capital en la vida social (en la fábrica, en la escuela, en lo que comemos y vestimos, en fin, como relación social compleja), Coraggio destaca los esfuerzos de colectivos no subordinados. Implica también una tarea nada menor: reflexionar en los valores de uso desde las perspectivas de la organización colectiva, ya no de los dueños y los cuadros de los corporativos, y su imposición de ideas –La publicidad os hará libres, como un mapeo sugerente realizado hace varias decenas de años por R. Cremoux y A. Millán, labor que exige actualización-, de lo que es una canasta básica y de la ofensiva, en el caso mexicano, contra la milpa.

La acción de los colectivos que están insertos en esta lógica no obedece a la ingenuidad de propósitos, de acciones preñadas de bondad (aunque sí), pues está antecedida de luchas, ensayos sociales, dentro de los que destacan la aplicación de formas organizacionales decantadas en cofradías, gremios, mutualidades, sindicatos, consejos obreros, comités de fábricas. Y muchas, muchas derrotas.

Sin soslayar el peso del capital y la gravitación de las corporaciones –tan activas en estos tiempos del ascenso del neofascismo: intento de asesinato de la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, el también intento de golpe de Estado en Brasil, la presencia cada vez más consistente del poder judicial, manifiesto en el lawfare, como instrumento de las corporaciones y de la oligarquía, con relieve de una construcción discursiva seductora, por ello A. Borón habla del hechicero de la tribu, refiriéndose a M. Vargas Llosa, y los triunfos electorales en distintos lugares del planeta-, los desobedientes frente a la narrativa inefable del capital se organizan de una manera diferente a las estructuras jerárquicas, que nos atraviesan como sociedad-mundo.

Un poco de horizontalidad frente a la imposición jerárquica. Por eso, siguiendo esa reflexión de pensar la economía –como hecho social-, desde otras miradas, vale retomar a A. Guelman (20129: "La economía social o solidaria se basa en relaciones no salariales, solidarias e igualitarias de trabajo, a través de la relación social que se establece entre trabajadores, que son propietarios del capital y por lo tanto del producto o servicio que realizan. Esto determina que los beneficios que obtienen se definen de acuerdo al trabajo realizado o según algún otro criterio que los trabajadores establecen a través de mecanismos participativos en la toma de decisiones, mediados por los valores que la organización sostiene como propios". Guelman habla del trabajo antes del capital, aunque la propia inclusión del capital, como concepto, es motivo de discusión actual, por lo cargado del término. Y en esa disputa frente al capital, taxativamente, Coraggio dirige sus baterías, señalando que el "mercado capitalista debe ser superado porque es alienante en sí mismo, máxime por estar dominado por el poder de los grupos monopólicos que manipulan los valores, necesidades y formas de socialización a través de su control de la comunicación social y además ahora tiende a excluir a ingentes mayorías del derecho mismo a ser consumidor y productor", una escisión social manifiesta en múltiples dimensiones, en general favorables en la tarea de dominación al capital.

Esta es una discusión encendida, y para nada resuelta. Rebón (2008), por ejemplo, frente a estas formas de economía social, de organización por fuera en lo posible de los comandos capitalistas enquistados en los espacios del trabajo, señala que se mueven "en el contexto de un mercado que le es ajeno. Objetivamente, el mercado es hegemónicamente capitalista. En tal sentido, los trabajadores empiezan a plantear una serie de dilemas donde se hacen presentes las tensiones entre lo nuevo y lo viejo, entre lo posible y lo deseable".

Sin proponerse continuar las tareas de Keynes, se reabre por Coraggio la discusión de poner "límites sociales al mercado capitalista”, y los esfuerzos sociales de erigir nuevos mercados, con una matriz social que sea el correlato de la acción colectiva. Esto genera vínculos diferentes, otras formas de cooperación y, algo fundamental en los colectivos ligados a la economía social, "generando asociaciones libres de trabajadores antes que empresas en las que el trabajo es subordinado al capital autoritario por la necesidad de obtener un salario para sobrevivir". No se trata de mistificar lo que está ocurriendo en la realidad, pero sí de hilar finamente frente a fenómenos nuevos como el emprendedurismo, el capitalismo de plataformas y su irradiación social, con la constitución de habitar el espacio de trabajo de manera diferente –diluyendo los marcos de confrontación, crisis y diferencia social-. Por ejemplo, como señala E. Febbro (Renunciar al sistema, la nueva tendencia laboral en Francia y el mundo), “El sueño de la casa propia se vio ultra superado por otro: el de la vida propia. Esa aspiración ya presente en las sociedades se incrementó con la pandemia y llevó a millones de personas a renunciar a sus puestos de trabajo para buscar otra vida distinta”. Denominado movimiento del Big Quit, gran renuncia, apunta hacia una construcción de tiempos y estructuras en donde se desenvuelva el trabajo de otra manera (Página 12, 23 de agosto 2022). Se da sobre todo en sociedades más consolidadas económicamente, y en grupos profesionales con más méritos académicos –parece una paradoja-, en el contexto de la pandemia.

Un poco de hedonismo –en la “gran renuncia”-, es cierto, pero no es algo necesariamente “naíf”; en su complejidad alude a la construcción de posibles y de la búsqueda de nuevos sentidos de convivencia social, encarando los paradigmas dominantes del egoísmo y el individualismo, cosas invisibles para la estadística oficial. Agreguemos a esto las disputas intergeneracionales, una centralidad del trabajo en disputa y que se ha desplazado. Los obreros viejos, encarando a las generaciones de trabajadores jóvenes, con el repertorio de argumentos de que no le dan importancia al trabajo en horarios, limpieza, el trabajo como orgullo (y con esto la denominada “sensación de la lima”, los saberes que dan seguridad al trabajador, como señalaba B. Coriat).

Hemos estado machacando en las exigencias sociales que demandan la formación de economistas renovados. Para seguir en esta tarea, no olvidemos, de nuevo retomando a Coraggio, que "Gracias al oficio predominante del economista, en buena medida vinculado al crecimiento o desarrollo de la economía real, el paradigma político-económico dominante veía al mercado como un instrumento que debía ser puesto al servicio del desarrollo representado en la idea de Proyecto Nacional”, en el que las comunidades, los colectivos sociales, no participaron. Una historia en la que lo dominante fue la aplicación a rajatabla de políticas favorables al capital. Empero, otra historia está en curso.

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.

Profesor en la UAM

Google News

TEMAS RELACIONADOS