Bajo la impronta de M. Benedetti, parafraseándolo, y su crítica al fatalismo de que el intelectual está condenado a vincularse a las élites y al confinamiento técnico-científico, emerge lo opuesto, la búsqueda por fuera de convenciones dominantes, a “contrapelo”, quizá explorando como sapo otros pozos. Nos adherimos en estas líneas a esta segunda posición, con la reflexión provocativa de pensar en nuestro papel universitario, en el campo de las ciencias sociales y humanidades, en el proceso de construcción de la sociedad.
Hemos aludido al reto de enfrentar en el ejercicio docente la memorística, el enciclopedismo y ensayar otra pedagogía, de entrada, voltear a lo social, apoyarnos en ese sustento. Creo que poner atención en las palabras generadoras, en el sentido de Freire, no es para nada un ejercicio ocioso al acercarnos y sentirnos parte de la comunidad. Recordemos las palabras del ilustre pedagogo brasileño, cuando en Extensión o comunicación cuestionaba la acción extensionista como un asalto que amparado en los saberes era legítimo para iluminar el qué hacer. Haciendo una analogía, ¿qué es lo que busca la gerencia con sus prácticas en comunicación? Una respuesta, entre otras, señala que llegar a la otra parte del mundo laboral, re-colonizarla, que es parte del sentido que atribuye Bourdieu a Goffman al referise a la fabriquización, o bien como lo plantean Aubert y De Gaulejac, avanzar en la misión. Cito a autores, pero lo significativo es la recolonización, la construcción de un sentido común proclive a los intereses de la clase dominante.
Apoyándonos en Freire, podemos hacer referencia de una pedagogía comunicativa autoritaria. Persuadir-obligar a la población obrera de aceptar los procedimientos gerenciales para el trabajo –trabajar a cierto ritmo, con ciertas herramientas, acompañando con el cuerpo los ritmos de las máquinas- que ocultan una visión del mundo, un concepto de civilización, lo que indica que la gerencia se ve a sí misma como sujeto portador de voluntad y racionalidad, frente a los trabajadores-objeto de su acción, que la productividad es un asunto de todos por igual –el punto de encuentro-, que es “natural” que se discuta, y en la que participamos en no pocas ocasiones desde la administración, la economía y la sociología. De acuerdo a evidencia empírica, la gerencia ha logrado incrustar sus intereses y cosmovisiones (la “mirada” gerencial, retomando a Foucault) en los trabajadores, generándose el proceso de una socialización “fabriquizante”, que se apoya en la socialización básica que los trabajadores llevan a cuestas: debajo de la gorra del obrero está el cerebro del patrón, planteaba Montgomery.
Pero también Freire, en Pedagogía de la esperanza, nos ilustra sobre los saberes en sujetos que se sienten anulados. En un didáctico ejemplo futbolero, en el que Freire se enfrenta a trabajadores con el argumento de que si él pregunta a los trabajadores algo que no sepan, mete un gol; pero también los trabajadores le preguntan cosas a Freire que, si no sabe, anotan un gol. Así, el juego se empata, demostrando que los trabajadores saben muchas cosas, discutiendo sobre lo que se sabemos, y los mecanismos para ocultarles. ¿Frente a estos problemas, cuál es el papel de los que estudiamos desde las ciencias sociales estas problemáticas?
Y ya que estamos en lo futbolero, un ejemplo muy sugerente de la acción e imaginación obrera: los obreros de Zanon, una fábrica en el sur argentino, vigilados por la burocracia sindical y la gerencia, tenían prohibido hacer reuniones de tres o más compañeros. Frente a esto, el futbol, ese juego tan querido –y tan bien jugado- en el Cono Sur, fue el punto de encuentro. Es decir, el peloteo no solamente era de balones sino también de ideas, también era un espacio de organización. Mientras se ponían la ropa para el juego, al momento de jugar y al final, aparte de discutir que faltó para jugar mejor, también se platicaba de cómo mejorar las condiciones del trabajo en la fábrica. El saque de banda era una forma de habilitar al otro, de escucharlo. Estos obreros, lúdicos, juguetones y comprometidos, lograron vencer a la burocracia sindical y después de muchos esfuerzos, la fábrica Zanon se convirtió en una fábrica recuperada, en Fasinpat (Fábrica sin Patrones). Nada más. Otras historias en la Administración son posibles.
“Hemos progresado admirablemente en lo concerniente a la investigación científica y a la formación de hombres de ciencia; pero hemos fracasado por completo en cuanto a promover un desarrollo educativo equivalente, enderezado a descubrir y formar administradores de capacidad excepcional”, señalaba E. Mayo en los treinta del siglo pasado. En un sentido similar, igual de sugerente, destaca el argumento de Ackoff, al polemizar “Sobre la Supuesta Educación en las Escuelas de Administración”: “las escuelas de administración enseñan sobre el desempeño de cada parte de una organización como si fuera autónoma y tuviera efectos independientes sobre la organización en su conjunto”. El argumento del ensamble con las mejores piezas de distintos modelos de auto, que acabaría siendo, si fuera posible, un Frankenstein vehicular, es implacable.
Vale traer a la reflexión el apunte del historiador Sergio Bagú, al retomar el sentido crítico hacia el pensamiento dominante en la Administración (Taylor, Gilbreth, Ford y Fayol): “Hay, en efecto, en esa corriente de pensamiento…una suerte de ceguera de lo social, de daltonismo histórico que ante un estudioso tan responsable como este profesor de Harvard no puede pasar inadvertida”, refiriéndose a Mayo, lo que se tradujo en la renovación del “instrumental de observación e interpretación de los procesos sociales”, señalará Bagú.
El ejemplo principal al que alude es al del cambio en las formas de vigilancia, que genera menos visibilidad, aunque como bien apunta Mayo, como producto del diseño de investigación por él aplicado, a las trabajadoras, “se las vigila de mucho más cerca que en cualquier época anterior”. Este planteo que exige un nuevo empresario, que encare al trabajador no como máquina sino como entidad humana, ha avanzado, a la par de la conformación de nuevas élites, dice Bagú. Sin embargo, sin edulcorar la realidad, los problemas de anulación de la personalidad persisten: ¿cómo lo enfrentamos, como le entramos los que tenemos responsabilidad docente y de investigación?