Es muy tentador aludir al cambio en la Secretaria de Educación Pública, y ensanchar con ello el aluvión de críticas. Sobre esto, la ex dirigente magisterial Elba Esther Gordillo criticaba la designación presidencial: “Decirle a la CNTE ahí está la SEP, y todo el mérito es recibir demandas ciudadanas, y alejada de lo que está pasando en educación. ¡Qué pena!”, subrayando que “la prioridad es la política por encima de la educación y creo que es muy lamentable” (entrevista con Ciro Gómez Leyva, en Radio Fórmula). Por cierto, sin paradojas, vale señalar que la prioridad de la política por encima de la educación era lo ordinario en la acción política de la maestra Gordillo, y esto por varias razones: más allá de la ingenuidad, la política y la ideología son una constante en las acciones de las autoridades de la SEP, las de sexenios anteriores y las que ahora están en actividad, y se manifiestan en los planes y programas de estudio, en la práctica educativa, en la materialización en los libros de texto.

Al mismo tiempo, históricamente han destacado en el SNTE prácticas sindicales que le aproximan al denominado sindicalismo de circulación (más preocupado por la acción política, por los vaivenes sexenales, por las posiciones dentro del organigrama del control sindical y político), con mínimo interés, o de plano ausencia, en lo que ocurre en el piso de los salones escolares. En fin, las palabras de Gordillo encierran una ironía, así como implican políticamente una forma de marcar la cancha.

Frente a la designación de AMLO (decisión tomada), frente a la que también guardo distancia por otras razones, vale la pena traer a la reflexión el apunte de W. Eureka y N. Ryan (Despliegue de las políticas y estrategias de la empresa, 1994). Señalan estos autores, pensando en la administración, pero traigamos su sentido a la coyuntura política actual, en el tránsito de la Administración por Objetivos (APO) a la Administración de Políticas (APOL). Mientras que en el primer formato –APO- las preguntas giran en torno a quién tuvo la culpa, en el segundo –APOL- el énfasis apunta a cómo lo resolvemos. Me anclo en esta segunda perspectiva.

Acabamos de pasar una pandemia, como cuestión social, que nos descolocó, con secuelas muy presentes en lo referido a lo educativo. La desigualdad histórica se exacerbó en la pandemia (los trabajadores informales fueron los más afectados, las familias más pobres tuvieron más dificultades para llevar pan a sus hogares), en donde lo educativo fue, en muchos casos, algo residual: “la educación es un derecho que no se garantiza a todas las personas, ya que las condiciones socioeconómicas de ciertos sectores poblacionales les impiden ejercerlo y gozarlo, evidenciando aún más las desigualdades que prevalecen en nuestro país”, señalan S.K Ángeles y K.S. Santiago (El derecho humano a la educación en el contexto de la pandemia, 2021). Deserción escolar, atraso educativo (a pesar del esfuerzo de docentes, estudiantes, familias, técnicos en comunicaciones), están en el campo cultivado de la crisis sanitaria y de la desigualdad social. ¿Cómo encarar el atraso, dónde buscar a los desertores, cómo generar una escuela que arraigue a los que participan en ella, si es que mantenemos la premisa del necesario fortalecimiento de la cohesión social?

Al mismo tiempo, en su complejidad, la resistencia de docentes frente a nuevas exigencias de saberes, cambios en la práctica pedagógica, cuando el campo de seguridades se encontraba en la enseñanza tradicional. En este cambio suscitado por condiciones externas a los docentes, la paradoja de que “el analfabeto digital (docente) debe enseñar al erudito tecnológico del siglo XXI (estudiante) […] la pandemia actual provocada por la COVID19 obligó de manera abrupta a cambiar el proceso de enseñanza y aprendizaje presencial a un escenario virtual sin considerar el contexto de las comunidades educativas”, señala Aguilar (2020). En la revisión de distintas fuentes, los docentes dejan ver el temor de que se modifique su proceso de trabajo, p.ej. con esquemas híbridos –en particular en el caso de la educación media superior y superior-.

Frente al provocativo argumento de P.B. Preciado (2020), de que “…estamos pasando de una sociedad escrita a una sociedad ciberoral, de una sociedad orgánica a una sociedad digital, de una economía industrial a una economía inmaterial, de una forma de control disciplinario y arquitectónico, a formas de control microprostéticas y mediáticocibernéticas”, esta transformación en curso tiene repercusiones en las tareas de lectura, en la demanda de trabajos escritos, en el relieve de la entrega de tarea bajo el esquema tiktok, es decir, subrepticiamente puede generar el poner el acento en tareas breves, con menos elaboración, quizá descuidando abordajes ligados a la complejidad. En la visión pesimista, una síntesis de la mcdonalización y la uberización de lo social.

Frente a este escenario, ¿cuáles son los repertorios de los cuadros técnicos, profesionales y docentes que son el sustento de la SEP para encarar los desafíos? Las respuestas, siguiendo al destacado investigador de la UNAM Ángel Díaz Barriga, tienen un núcleo central en el “currículum deliberativo”. No solamente en éste se encara la disciplina, el silencio, la construcción de sujetos pedagógicos receptivos, acostumbrados a la educación bancaria a que se refería Freire, sino también el relieve de modificar el espacio educativo –pupitres en serie/producción de estudiantes en serie-, poco a poco, sobre todo en un país pobre como el nuestro. Otro argumento a destacar es el de que los asuntos educativos no son patrimonio de la Secretaría de Educación Pública, no deben ser monopolio de la autoridad educativa. Pero para eso se exige la participación de profesoras y profesores, de los que reivindican al SNTE y/o a la CNTE, pero ponen en el centro la acción educativa. Parafraseando a C. Monsiváis, se exige una entrada libre a la construcción de la sociedad que se organiza.

Fuera de la visión fragmentada del papel del individuo, vale repensar con Díaz Barriga –entre otras, la invitación a leer el Marco curricular 2022- de que se trata de una construcción colectiva, que exige niveles de participación y ciudadanía a prueba, una idea compleja de escuela-comunidad-territorio que puede, encarando la bancarización de la enseñanza, frente al paradigma socialmente dominante de la separación entre concepción (gobernante, gerente, jefe, supervisor, ingeniero, maestro) y ejecución (ciudadano, obrero, albañil, estudiante), contribuir en la construcción de posibles, en la ruptura de ritos escolares. Hay ejemplos en nuestra América sobre esto, donde los obreros de “fábricas recuperadas” han demostrado, a diferencia de lo que planteaba Montgomery de que “El cerebro del patrón se encuentra bajo la gorra del obrero”, rompiendo ritos y mitos, esos trabajadores sencillos han visibilizado que ¡debajo de la gorra del obrero, está el cerebro del obrero!

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