El día de ayer, en sesión del Consejo Académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM-Xochimilco), se daba información sobre la adecuación aprobada por los consejos divisionales de Ciencias y Artes para el Diseño, Ciencias Biológicas y de la Salud, así como Ciencias Sociales y Humanidades, al módulo Conocimiento y Sociedad, perteneciente al Tronco Interdivisional (TID). Se trata de una adecuación que fortalecerá las prácticas pedagógicas en la institución, y que, como señalaba un estudiante al participar, refiriéndose al TID, éste genera una primera impresión, buena, enriquecedora, a los estudiantes; les acompaña en toda la trayectoria universitaria. Esta adecuación comenzará a aplicarse en el trimestre 23/Otoño.

Después de la información hubo un breve intercambio. Me detengo en el relieve del diálogo de saberes al que se aludió en la sesión. Comencemos por recordar lo enunciado por Max Weber, en su emblemática obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En sus páginas iniciales, señala Weber: “¿qué serie de circunstancias ha determinado que sólo sea en Occidente donde hayan surgido ciertos sorprendentes hechos culturales (ésta es, por lo menos, la impresión que nos producen con frecuencia), los cuales parecen señalar un rumbo evolutivo de validez y alcance universal?”. Bolívar Echeverría, académico ecuatoriano-mexicano, sobre esto señalaba: “Weber planteó un enigma histórico. Escribió que lo peculiar de Occidente, estaba en que era una historia que había sabido crear instituciones, obras, planteamientos, proyectos que, a diferencia de las de otras civilizaciones y otras historias, poseen un carácter universal […] decía con una ingenuidad eurocentrista”. Argumentos importantes los planteados por Weber, como también la crítica de Echeverría; sin embargo, hay una parte de la historia que no se toca, y en la que nos detenemos.

Destaca la apropiación de tierras y riquezas, el traslado de mineral, materias primas (naturaleza) y contingentes poblacionales (mano de obra desvalorizada). ¿El destino? Europa, particularmente en la historia de América Latina, España.

El lado oculto de la luna hace referencia a los saberes indígenas, es decir, hay que sumar a la apropiación que convencionalmente hemos aprendido en la escuela, el robo, el saqueo de técnicas de procesamiento en el cultivo de plantas medicinales, así como de la coca y el tabaco. Esto también formó parte del botín. En silencio y de manera poco visible (el “epistemicidio” en acción), se incorporaron estos saberes a la lógica capitalista, con un triple impacto: 1) se facilitaba el incremento de la explotación física; 2) se garantizaban las condiciones para mayor subordinación; 3) las ganancias que se generaban se dirigían a la comercialización, es decir, los saberes indígenas se constituyeron en este proceso en un valor de cambio, en una mercancía. Se despojó a los indígenas de sus saberes, y se mercantilizaron, el preámbulo de las patentes, aunque señalan Julián Carrera y Santiago Liaudat (2023), que más que expropiación o apropiación se trata de prácticas de explotación y piratería.

Las riquezas que narra Eduardo Galeano son tangibles: “Una sola bolsa de pimienta valía, en el medioevo, más que la vida de un hombre, pero el oro y la plata eran las llaves que el Renacimiento empleaba para abrir las puertas del paraíso en el cielo y las puertas del mercantilismo capitalista en la tierra. La epopeya de los españoles y los portugueses en América combinó la propagación de la fe cristiana con la usurpación y el saqueo de las riquezas nativas”, en un saqueo continental encadenando al Potosí, Zacatecas y Oruro Preto. No es una historia de diálogo ni de encuentro, la ofensiva europea se impuso a sangre, fuego e imposición de la lengua, dominando el logocentrismo. Citábamos a Carrera y Liaudat (El otro botín: la explotación moderna-colonial de conocimientos indígenas, Esboços, Florianópolis, v. 30, n. 53, p.10-27, ene./abr., 2023) (), profesores de la Universidad Nacional de la Plata –universidad pública que, como todas las universidades públicas argentinas, están en la mira del antiderechos Javier Milei-. De manera escrupulosa, nuestros autores ponen al descubierto un filón poco atendido en los estudios históricos: “la dimensión económica del conocimiento no europeo que fue usufructuada como parte de la acumulación de capital en la Europa moderna. En particular, se presenta el caso de saberes americanos explotados por los españoles en el marco del colonialismo ibérico”. Agregan nuestros autores que en la cartografía del saber, el poder y la explotación, la aventura colonial tuvo como correlato intencionalmente buscado –y ocultado-, la absorción de “conocimientos médicos, botánicos, cartográficos y naturales en general, provenientes de todas las latitudes, lo que implicó un salto formidable en la acumulación cognitiva europea. Como es sabido, este proceso favoreció la superioridad científica y tecnológica, retroalimentando el proceso político expansivo”.

Una pregunta de investigación clave que se formulan es la siguiente: “¿hubo explotación de conocimientos indígenas americanos durante el primer siglo de colonialismo español?”. Para responder el interrogante se apoyan en el “materialismo cognitivo y la perspectiva descolonial”, recuperando en esto último a autores de la talla de Aníbal Quijano, Boaventura de Sousa Santos, Enrique Dussel, entre otros. Poniendo múltiples y valiosos ejemplos, los autores afirman que “los naturalistas europeos no registraron solo el conocimiento indígena relativo a la naturaleza americana, sino también sus métodos de procesamiento. Detrás de los cuales existen multiplicidad de conocimientos subjetivos (técnicos, etc.), intersubjetivos (de distinto tipo) y objetivos (tecnologías) que quedan a merced de la explotación de los colonizadores”. Concluyen los autores citados de manera enfática: “En cuanto a la colonialidad epistémica y lingüística subyace a la forma en que los colonizadores se relacionaron con los conocimientos nativos en tanto ‘saberes de nadie’. Es decir, una forma de regular el conocimiento diferente a la existente entre los mismos europeos. Condición necesaria para que se constituyera ese otro botín colonial […] según la cual la acumulación de capital en las metrópolis europeas modernas se apoyó en la explotación de naturaleza, cuerpos… y saberes americanos”. En su poderosa agenda de investigación, ¿habrá considerado Weber esta problemática o le salió del alma y la pluma lo apuntado por Echeverría de la “ingenuidad eurocentrista”?

En fin, el TID permite reconstruir diálogos rotos, revisiones necesarias de realizar, articular disciplinas escindidas, a partir de trabajar con problemas. Una aventura académica provechosa, sin duda, y apunta a ser aún más significativa con las

adecuaciones que se le realizaron. Y hablando de Milei, hay que trabajar para que sea una pesadilla transitoria para la sociedad argentina.

(Profesor de la UAM)

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