En recuerdo de M.A. Granados Chapa

Convocado por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), en el marco del Programa de Servicio Social y Prácticas Profesionales que fomenta la Economía Social y Solidaria para el Desarrollo Comunitario Local, se realizó el conversatorio Buenas Prácticas de Economía Social y Solidaria en las IES. Allí participaron funcionarios de la ANUIES, de las universidades Autónoma del Estado de Hidalgo, Iberoamericana (Puebla) y de la Autónoma Metropolitana (unidades Xochimilco e Iztapalapa). Esto fue el 14 de octubre, en tanto el 13 de octubre, en el XXV Coloquio de Administración, esfuerzo colectivo que congrega a docentes de la Licenciatura de Administración del conjunto de unidades de la UAM, en diferentes mesas y en una de las conferencias magistrales, en este caso a cargo de Óscar Lozano Carrillo, rector de la UAM Azcapotzalco, volvió a apuntalarse la importancia de la tarea de pensar y actuar en materia de economía social y solidaria.

Antes, en el XX Congreso Internacional de Análisis Organizacional, realizado en Cartagena de Indias, Colombia (a principios de octubre 2022), hubo mesas de trabajo específicas que reflexionaron sobre lo enunciado. Todo esto para subrayar el relieve de la economía social y solidaria en el contexto actual, producto de procesos de experiencias y tradiciones autonomistas de trabajadores, así como de urgencias sociales frente a los avances de la informalidad, el crecimiento del empleo formal precarizado –con mínimos de subsistencia-, la emergencia de la violencia en todas sus manifestaciones (exclusión, racismo, individualismo) y la erosión de las zonas de cohesión social.

En este escenario complejo, los esfuerzos de la economía social y solidaria forman parte de la alteridad en el contexto actual del capitalismo –y vale decir, desde hace muchos años-. Esto no es poca cosa. Recordemos al ilustre pensador alemán Max Weber, cuando aludía (La ética protestante y el espíritu del capitalismo) al capitalismo como el “Poder más trascendental de nuestra vida moderna”. Un poder fagocitador, si seguimos a Weber en su planteo: “El actual sistema económico capitalista es un inmenso cosmos. El individuo nace en él; le es dado como un edificio en el que debe vivir y al cual, al menos como individuo, le resulta imposible cambiar. En la medida en que el ser aislado se encuentra entrelazado con las interrelaciones del mercado, el sistema le impone al individuo las normas del comportamiento económico. El fabricante que actúe constantemente en contra de estas normas quedará eliminado económicamente con la misma infalibilidad con la que quedará en la calle en calidad de desocupado el trabajador que no pueda o no quiera adaptarse a ellas”.

Desde la argumentación de Weber, es impensable la acción de cooperativas (como lo trazábamos en la colaboración anterior, atendiendo las experiencias de Rochdale). No es un pistolero Weber, advirtiendo de que no debe salirse de la férula del capital, pero en su descripción cancela la posibilidad –por la superioridad de este producto del Occidente, el capitalismo-, de hacer lo que están haciendo, pensando en México, por la vía de facto, las cooperativas, los esfuerzos de cadenas productivas de campesinos, la asociación de productores al costado del mercado. Los disidentes del presente.

No es una paradoja, pero desde la perspectiva del marxismo también se apuntan líneas sobre las dificultades de edificar cooperativas que sobrevivan en la escena capitalista y, sobre todo, contribuyan en la transformación social, como es el caso de la reflexión de Rosa Luxemburgo: “Los obreros que forman una cooperativa de producción se ven así en la necesidad de gobernarse con el máximo absolutismo. Se ven obligados a asumir ellos mismos el rol del empresario capitalista, contradicción responsable del fracaso de las cooperativas de producción, que se convierten en empresas puramente capitalistas o, si siguen predominando los intereses obreros, terminan por disolverse”.

Es una discusión teórica que está a flor de piel. El triunfo del capitalismo (la narrativa hegemónica dominante en el mundo, en particular en expansión después de la caída de la URSS), en la lógica reflexiva weberiana, tiene una larga data, así como constituye un ethos –espíritu con sustento histórico- que atraviesa la epidermis social. Sin embargo, frente a este fatalismo, con las experiencias de cooperativas, asociaciones de productores independientes, fábricas recuperadas, lo que se deja ver son las porosidades en las formas de control social general diseñadas por el capitalismo, es decir, de ese inmenso cosmos en el que pareciera difícil cambiar, sobre todo (hay que conceder a Weber ese matiz) de manera individual, pero que en lo colectivo se posicionan como derecho a coexistir en la formación social capitalista. Sencillas formas de vivir y trabajar, como un nuevo espíritu comunitario que encara la hegemonía identitaria del capital.

La aportación de las universidades, en esta urdimbre compleja, es muy importante. Avanzar en ello, rigurosamente, es una tarea colectiva en la que debemos continuar.

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