“El 42 % de los miembros de la generación Z en Estados Unidos ha sido diagnosticado con algún tipo de trastorno mental”. Esta información es el producto de un estudio de la empresa de gestión de datos Harmony Healthcare IT. Convencionalmente, se sitúa a la generación Z como las personas que nacieron a mediados de la década de los noventa, hasta la primera década del siglo XXI. Lo digital forma parte de su realidad cotidiana, por lo que la reflexión de Byung Chul-Han es pertinente: para ellos, “Las redes sociales y los videogames adictivos operan como paliativos que aíslan”, esto es, “El orden digital es anestésico y provoca el olvido del ser” (Entrevista a M.A. Forte, La sociedad anestesiada por la fobia al dolor, análisis del libro La sociedad paliativa, de Byung Chul-Han, Página 12, 03/05/2021).

Son una parte del mundo convulsionado, pues la pandemia generó un descolocamiento social: “la transformación repentina de la vida cotidiana ocasionada por el confinamiento obligatorio y voluntario, la pérdida de empleo, el número elevado de decesos y enfermos debido a la enfermedad, la escolarización en línea, entre otros, han sido causa del aumento de casos de trastornos mentales tales como la ansiedad y la depresión (Roychowdhury, 2020)” (Femat y Ortiz, 2020).

De ese grupo de la generación Z (42%), prosiguen los resultados del estudio, “El trastorno más diagnosticado de ese grupo fue el de ansiedad (90 %), seguido por la depresión (78 %) y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (27 %). También se detectó el trastorno por estrés postraumático (20 %), el trastorno obsesivo-compulsivo (17 %) y trastornos alimenticios (14 %), entre otros”, conjunto problemático asociado, según los informantes, a la situación sanitaria por el covid-19 (RT, 10/11/2022). Este escenario descrito para la realidad estadounidense está presente, con números y alcances diferentes, en otras latitudes: “De acuerdo con una investigación realizada por la Universidad del País Vasco en 2020, el 44 % de mujeres encuestadas notaron que aumentaron los ataques de angustia y ansiedad, frente a un 25% de hombres (Balluerka et al., 2020; WomenNow, 2020)” (Femat y Ortiz, 2020).

Pongamos la mirada en el caso mexicano, bajo la premisa de que el confinamiento exacerbó los problemas de depresión y ansiedad, es decir, subrayar que se trata de problemas presentes desde antes del confinamiento. En información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), haciendo un seguimiento de los años 2018, 2019 y 2020, destaca un incremento en la Tasa de casos nuevos de enfermedades sobre trastornos mentales y del comportamiento (aluden a la “proporción de casos nuevos de cada enfermedad por cada 100,000 habitantes”), específicamente de Depresión y de Anorexia y bulimia, distinguiendo a Hombres de Mujeres. El INEGI explica los alcances: “La depresión comprende los episodios depresivos moderados, graves sin síntomas psicóticos y no especificados; la anorexia y bulimia, comprende anorexia y bulimia nerviosa”.

Dolor y sufrimiento en los tiempos de la anestesia digital
Dolor y sufrimiento en los tiempos de la anestesia digital

En los dos casos, en esta breve línea del tiempo, en las mujeres se concentra el problema. En los años 2018 y 2019, las mujeres casi triplican a los hombres en lo concerniente a Depresión. En 2020, ya en la pandemia, sigue afectando principalmente a las mujeres, aunque hay un repunte en la afectación a los hombres. En el caso de la anorexia y bulimia, prácticamente dobla el caso de las mujeres con esta afectación frente a sus pares masculinos.

Sin apartarnos de los problemas relacionados con la salud mental, también de acuerdo al INEGI, ahora detengámonos en el caso de las “Defunciones por suicidio”. No vamos a abordar meticulosamente el detalle de las entidades federativas ni en su manifestación en los grupos de edad, es imposible en este espacio. Podemos, sí, apreciar de manera general el problema por sexo, en una breve línea del tiempo, de 2019 a 2021. Hay un incremento de este problema social, relacionado con las políticas del confinamiento. Como en los casos de la depresión y de la anorexia y la bulimia, en el caso del suicidio se trata de una problemática presente en la realidad mexicana, que se exacerba a partir de la aplicación de políticas sanitarias en las que el confinamiento ocupaba un lugar central.

Dolor y sufrimiento en los tiempos de la anestesia digital
Dolor y sufrimiento en los tiempos de la anestesia digital

En las franjas de edad de 15 a 29 años es donde se concentra el mayor número de casos de suicidio, aunque en el último tiempo destaca el crecimiento de este fenómeno en la población infantil. Asimismo, en lo que hace a los medios utilizados, de acuerdo a la recurrencia, destacan el 1) Ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación; 2) Disparo de arma de fuego; 3) Envenenamiento; 4) Otras causas, en ese orden. El envenenamiento aparece en el promedio nacional en un tercer lugar, sin embargo en algunas entidades (las más pobres, con presencia indígena o con relieve en actividades agropecuarias) ocupa el segundo lugar, lo que nos permite especular que no solamente es por la facilidad de contar con el medio (pongamos, como ejemplo, glifosato o folidol a mano), sino asimismo, parcialmente, como una forma de castigarse por el daño ejercido sobre la naturaleza al utilizar este tipo de productos, sobre todo en la cosmogonía particular de los pueblos indígenas.

En la marcha de las letras de las afecciones mentales resaltan la angustia, anorexia, ansiedad, bulimia, depresión, suicidio. Población juvenil –pueden ser nuestros hijos, de hecho lo son- que sufre, está deprimida, con angustia y ansiedad a flor de piel. ¿Tendrá alguna relación este ensamble de problemas con el incremento en el consumo de bebidas alcohólicas, de drogas de todo tipo, y las que farmacológicamente son aceptadas, previa receta médica? Han señala que “el sujeto no quiere sufrir y en lugar de enfrentarse al sufrimiento, lo obtura con medicación”. No es nada nuevo, sí un problema agudizado.

Pregunto, repensando a C. Dejours, si la “ansiedad es utilizada por la dirección como una verdadera palanca para hacer trabajar a los obreros” (Dejours, 1992), y para llevar al sujeto a la condición de trabajador, jaloneando a K. Marx, hay que dominarlo, ¿la ansiedad puede ser utilizada como una verdadera palanca para el control social, para la dominación y la explotación?

Las cosas no ocurren porque sí, hay concatenaciones múltiples que producen fenómenos que nos sorprenden, pero no son producto de generación espontánea. Veámoslo como historia larga: “Separando radicalmente el trabajo intelectual y el trabajo manual, el sistema Taylor neutraliza la actividad mental de los obreros. Consecuentemente, no es el aparato psíquico el que aparece como primera víctima del sistema, sino más bien el cuerpo dócil y disciplinarizado […] Cuerpo sin defensa, cuerpo explotado, cuerpo fragilizado al quedar desposeído de su protector natural que es el aparato mental” (Dejours, 1992). Niveles analíticos diferentes, pero mirando desde cierto ángulo, las aportaciones de Han adquieren mayor sentido, en cuanto que el “sujeto posmoderno se “autoexplota” como estrategia ante la depresión y el cansancio existencial”, correlato de que “el exceso de positividad aplasta y asfixia”. Señala Forte: “El dolor es autoproducido por la violencia de la positividad”, el peso del “infierno de lo igual”, sin relieve de la diferencia, intentando anular/disminuir el conflicto.

La realidad es más compleja, empero, sin anestesia, estamos en problemas.

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS