“Disponemos aquí de una tecnología política, en el sentido marcado por Michel Foucault en sus análisis del poder. Es decir, se trata de un conjunto de micro dispositivos que no aparecen como el producto de una concepción centralizada, de un sistema de dominación preestablecido, sino como un conjunto inconexo de tecnologías, de reglamentos, de procedimientos, de equipamientos y de discursos que emergen en un momento histórico dado. Aunque se concibieron en lugares distintos y sin que mediara concertación alguna, estos elementos son portadores de características comunes y de una concepción similar del orden social”. Extraordinaria reflexión de De Gaulejac, 2006, con base en Foucacult, que ayuda a acercarnos al racismo nuestro que estás en la Tierra. Bajo esta premisa, armemos un breve rompecabezas de los discursos de odio:
1. “Indio de Macuspana, pata rajada, acomplejado demente, chingas a tu puta madre”. Señora marchista el domingo exigiendo que no se toque al Instituto Nacional Electoral (INE), al referirse a Andrés Manuel López Obrador, presidente de México. Otras personas, marchistas, apoyaban a la señora en la diatriba;
2. “Te voy a decir cómo hablaba ese cabrón: ‘Quiobo, jefe gran nación chichimeca. Vengo Guanajuato. Yo decir a ti, o diputados para nosotros o yo no permitir tus elecciones’” “Yo no sé si sea cierto que hable así, cabrón. Pero vio mucho Llanero Solitario, cabrón […]. Nada más le faltó decir: ‘Yo, gran jefe Toro Sentado. Líder chichimeca’. (Lorenzo Córdova, sí, el presidente del INE, en plática telefónica en mayo de 2015, con el secretario ejecutivo del órgano electoral, Edmundo Jacobo, mofándose de Hipólito Arriaga, representante de una comunidad indígena);
3. “Está Brasil (…), Portugal [tiene] muy buenos jugadores, Francia tiene muy buenos jugadores, el último campeón, y Alemania nunca se la puede descartar, raza superior, siempre juegan hasta el final” (Mauricio Macri, ex presidente de Argentina) –recordemos a Paul Celan –Todesfuge-, “Su ojo es azul/ te apunta con una bala de plomo/ te apunta y no falla”;
4. "¿Cuántas arrobas pesas? Más de siete ¿no?”, dirigiéndose a un negro brasileño (Bolsonaro), cuando el término arrobas se usa para aludir a los animales, al ganado (al final de la pregunta se rió, con sus acompañantes secundándole;
5. "¡No hacen nada! Creo que ni para procrear sirven ya. Más de 1.000 millones de reales gastados al año en ellos", “Los negros no sirven ni como reproductores”, reafirmando lo dicho (Bolsonaro de nuevo);
6. “Había un gerente que se reivindicaba fascista, Abrutín, que aterrorizaba a los obreros. Les mostraba fotos de él con armas y les decía ‘yo tengo en mis manos no solamente tu futuro sino el de tus hijos, tu esposa’ y los nombraba por el nombre de pila a todos... ‘yo estoy de este lado del escritorio y vos del otro, porque yo soy blanco y tengo ojos celestes y vos estás del otro lado porque sos un negro’" (Godoy en Aiziczon, 2009), refiriéndose a trabajadores argentinos que después, esos “negros”, tomaron la dirección de una fábrica recuperada);
7. “…espero que todos los votantes de Bolsonaro, como yo, cuando encuentren a alguien hambriento o pidiendo comida, no ayuden. Pásale el carro por la cabeza para que el país no tenga más gastos con estos gusanos” (Fabricio Manini, clubes Ceará y Fortaleza) –contexto de la disputa electoral en Brasil, 2022-, anotábamos en una colaboración anterior;
8. En las prácticas gerenciales, el énfasis en la competencia y su obsesión, la debilidad en la atención en los planteos morales, que es sobre todo la expresión instrumental del pensamiento managerial de occidente, según Gouillart y Kelly (1996), manifestando así la erosión de los viejos contratos sociales y la emergencia de los “modelos darwinianos de la supervivencia individual”.
Después de estas breves líneas, ¡cómo no coincidir con Bolívar Echeverría, en su reflexión sobre la blanquitud!: “El tratamiento racista entre las personas rara vez es amistoso; es en su mayoría hostil”. La mayoría de los que hicieron comentarios hostiles y racistas pidieron disculpas después, ¿pero habrán dejado de pensar en clave racista? No lo creo por la consistencia en su desenvoltura ordinaria. Por su parte, en los estudios sobre racismo y discriminación (cf. E.D. Chirix García, 2019), en un importante estudio sobre Guatemala, se plantea que aunque en “muchos casos se rechaza la palabra “raza” y se prefiere utilizar términos como “cultura” o “etnia”, no significa que, en el imaginario, en la práctica cotidiana, en las políticas haya desaparecido la naturalización de la “raza”, a la par del relieve del darwinismo para clasificar de superior o inferior en una escala de poder arbitraria, creando jerarquías y estructuras/relaciones de poder.
Sin embargo, de nuevo acudiendo a Echeverría, es pertinente relacionar estos discursos del odio, preñados de racismo, con la condición histórica del capitalismo: “El homo capitalisticus es el ser humano que ha seguido la demanda imperativa o el “llamado” que proviene del capital y que él mismo se ha subordinado al hecho de que el capital gravite por encima del sujeto humano del proceso de reproducción social-natural, gravitación que precisamente Max Weber identificó como el “espíritu del capitalismo”, es decir, ese planteo que articula el ethos de lo religioso con la superioridad. Color de la piel, pies (patas para subrayar el carácter de animal) lastimados por la tierra, constitución corporal determinada (lo natural) o “características sociales, como el lenguaje o el ethos” (lo cultural) o ambas fundidas: “Indio de Macuspana, pata rajada”. Frente a esta narrativa del odio, vale recordar lo enunciado por San Agustín: “El odio es como beber veneno y esperar que el otro muera”.
Para quitarnos el mal sabor de boca, y a tono con el Mundial, sin olvidar lo de la “raza superior” (Macri dixit), recordemos algo escrito por Jorge Valdano, leyenda del deporte argentino: “Un día fuimos a ver a Alemania y sus jugadores nos parecieron superhéroes. El fútbol europeo nos intimidaba por su velocidad y su fortaleza física, y Alemania, desde la misma presencia, confirmaba esa leyenda. Nadie decía nada, pero mirábamos aquel espectáculo físico con cierto complejo de inferioridad. Sin embargo, Menotti se mantenía tranquilo, y si el líder está tranquilo... De pronto, uno de los jugadores más atrevidos, de aspecto más frágil y de origen más pobre rompió el silencio para decir, resoplando: 'César, los alemanes son fuertísimos'. '¿Fuertes?', contestó Menotti con unos reflejos inolvidables. No diga bobadas. Si a cualquiera de esos rubios lo llevamos a la casa donde usted creció, a los tres días lo sacan en camilla. Fuerte es usted que sobrevivió a toda esa pobreza y juega al fútbol diez mil veces mejor que estos tipos" (“Los 11 poderes del líder”). No hace falta decir con quién charlaba Menotti.
PS. No fui a la marcha del pasado domingo. Qué bueno que no había ningún afecto que me esperara.
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