Del 3 al 7 de octubre, es decir, aún está tibio, se realizó el XX Congreso Internacional de Análisis Organizacional –CIAO-, Fenómenos organizacionales emergentes en Latinoamérica frente a la crisis global (Cartagena de Indias, Colombia, en la Fundación Universitaria Antonio de Arévalo UNITECNAR). En homenaje merecido a Guillermo Ramírez Martínez, fundador de los estudios organizacionales en México (profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, pero que contó con las alas para volar y armar acuerdos nacionales e internacionales en la geografía latinoamericana ), en el CIAO se presentaron más de 300 ponencias, conferencias magistrales, talleres de formación, como correlato del trabajo de delegaciones académicas numerosas de múltiples países (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos de América, Francia, México), en convivencia académica de enriquecimiento mutuo por la participación de estudiantes de posgrado y docentes e investigadores. Mayoría de edad del CIAO (20 años), que se manifiesta en la madurez y calidad de las discusiones en el conjunto de ponencias presentadas. Jorge Alberto Rosas Castro toma la estafeta para continuar, con la calidad y esmero –de hecho ha sido actor presente-, la brecha abierta por Guillermo Ramírez Martínez, ahora como titular de la Red Mexicana de Investigadores en Estudios Organizacionales A.C.
Los problemas de nuestra América, en particular de la Patria Grande, expresan en parte el desencuentro continental y, al mismo tiempo, sin paradojas, la presencia de problemáticas y puntos de tensión comunes; esos puntos de encuentro que exigen la revisión analítica sin fronteras disciplinarias y geográficas.
Los ejes de la discusión transitaron desde los procesos de aprendizaje-conocimiento, innovación y emprendimiento, sin concesiones en su abordaje, pasando por la reflexión sobre la educación y relaciones interorganizacionales para la transformación social, así como la atención y tensión sobre las nuevas formas de organización en economías alternativas y los fenómenos organizacionales emergentes frente a la crisis global, en ambos casos desde la mirada de los estudios críticos de la administración. Fue parte de la agenda académica trabajada.
Por la proximidad, pongo la mirada en la exposición de Hervé Grellier-Bidalun (La evolución de la identidad organizacional del Grupo Mondragón: lecciones del pasado y apuestas sobre el futuro en pos de un desarrollo sostenible). Señala el expositor que el Grupo Mondragón ocupa un lugar de primer orden en el País Vasco, en España el décimo sitio, constituyéndose en un referente en el mundo de lo que es el trabajo cooperativo. Se trata de una experiencia de una unión de cooperativas con presencia en ventas en 150 países, abarcando campos ligados a las finanzas, la industria, el conocimiento (por ejemplo, una universidad con más de 5 mil estudiantes y 14 centros de Investigación y Desarrollo). Se trata, plantea Grellier-Bidalun, de la primera cooperativa industrial en el mundo. En un planeta casi arrasado y domeñado por el mercado, el esfuerzo cooperativista mundial (en este caso mirando la experiencia en Mondragón) es un punto de esperanza frente al cambio climático, la expansión del individualismo, el avance de las derechas y la degradación en las condiciones materiales de vida.
Se combate al desempleo, se reduce la brecha entre los que perciben más y menos ingresos, empero hay tensiones que afectan al conjunto de las cooperativas: en lo exógeno, lo global versus lo local; en lo endógeno, la presencia de diferentes grupos de interés, la confrontación entre los intereses individuales y los comunitarios, que se concreta asimismo en diferencias en la identidad cooperativa, y en un proceso complejo de decantación, en las culturas vasca, cooperativa y empresarial. Sumemos a esta complejidad el papel de los socios y el de los trabajadores, esto es, del esfuerzo por construir autogestión y del trabajador que sigue esquemas de subordinación laboral. No es un enunciado de condena moral, para nada, valga simplemente como señalización de diferencias que se manifiestan con la identificación con la actividad que se realiza y con el espacio sociotécnico-cultural en el que se despliega el trabajo.
Fue un vistazo general al Grupo Mondragón, poniendo atención en sus alcances y límites. Por los tiempos, faltó la mirada escrupulosa de lo que ocurre en el piso de los espacios de trabajo, y el impacto negativo, si es el caso, de mantener esquemas organizacionales y de diseño tecnológico propios de la lógica del capital como relación social, bajo la premisa de que "Las máquinas reflejan y consolidan la división del trabajo: son productos de la tecnología y la ciencia, pero materializan relaciones sociales" (Zibechi, 2006). Tarea sin duda a desarrollar.
En algún momento de su exposición, Grellier-Bidalun hizo referencia a Rochdale (La Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale, 1844), así como las huellas en ésta de Robert Owen y Charles Fourier. Rochdale, en Lancashire, el condado en el que pasaban experiencias escalofriantes, como la citada por K. Marx: “Se implantó la práctica del trabajo nocturno, es decir, que después de tullir trabajando durante todo el día a un grupo de obreros, se aprovechaba la noche para baldar a otro; el grupo de día caía rendido sobre las camas calientes todavía de los cuerpos del grupo de noche, y viceversa. En Lancashire, hay un dicho popular, según el cual las camas no se enfrían nunca”.
En este infierno en el que dominaba la ira y el interés por la ganancia echaron alas y raíces ideas sobre la justicia social y lo equitativo, palabra que pareciera en desuso y hoy es más que urgente reivindicarla y practicarla.