En la pasada colaboración aludí a los vínculos del conocimiento social con las innovaciones ecotecnológicas, a partir de la conferencia de Omar Raúl Massera Cerutti (“Innovaciones ecotecnológicas: construyendo un nuevo proyecto de mundo desde lo local”). El evento, realizado en la Rectoría General de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), fue organizado por el Posgrado en Estudios Organizacionales, como una forma de bienvenida académica a la primera generación de estudiantes del Programa Especial de Maestría Internacional en Estudios Organizacionales, en el que participan estudiantes del mosaico latinoamericano.

No fue un hecho ingenuo el proceso de organización de la conferencia, es la apuesta de un vínculo institucional en construcción con segmentos organizados de la sociedad, respetando las experiencias, preocupaciones, saberes, cosmovisiones, autonomía y formas de organización sociales. Como parte del entramado institucional, en el caso del programa de posgrado en cuestión, exige la revisión en los contenidos de planes y programas de estudio, considerando la situación histórica de nuestra América Latina, lo que planteábamos como parte del “conocimiento social”, como “algo que se produce a partir de ciertas condiciones de posibilidad, condiciones históricas y condiciones intelectuales que también son producciones históricas” (Tapia y Zavaleta). Implica repensar la relación Universidad (como configuración de lo social y materialización del Estado)- Sociedad.

Mucho puede aportar la Universidad, siempre que mantenga la distancia de asumirse como monopolio de la arbitrariedad cultural, comando de dirección estratégico de lo que debe realizarse o capaz de ejercer la crítica frente a esquemas asimétricos entre los conocimientos en las instancias universitarias frente a lo generado socialmente por las organizaciones (es decir, operacionalizar la discusión crítica de P. Freire de “¿Extensión o comunicación? La concientización en el medio rural”). Hay riesgos, sigue siendo un territorio en disputa, sobre todo cuando prima y destacan ciertas agendas de investigación –vinculadas a corporativos y a recursos económicos considerables-, pero se trata de un espacio a explorar en el “compromiso-acción” (Fals Borda).

No es una digresión premoderna ni ociosa. Retomemos una vieja discusión medianamente presente en la situación actual. Agustín Cueva comentaba: “parece incuestionable que en las ciencias sociales latinoamericanas de los años ochenta tiende a generalizarse el uso de las categorías de Estado y sociedad civil depuradas de las determinaciones a que nos hemos referido y enfrentadas entre sí como entidades dotadas de sustantividad propia, en un combate en el que además la izquierda pareciera estar obligada a tomar el partido de la sociedad civil contra el Estado, para merecer el título de genuinamente democrática. ¿Exageración nuestra? Creemos que no […] A título de ejemplo vale la pena transcribir, con subrayados nuestros (de AC), un fragmento de un reciente artículo de Ruy Mauro Marini cuya sutil redacción no parece ocultar la presencia de inquietudes similares a las que hemos expresado […]

(RMM): La experiencia de los pueblos latinoamericanos les ha enseñado que la concentración de poderes en manos del Estado, cuando éste no es suyo, sólo refuerza la máquina de opresión de la burguesía. Debilitarlo hoy, restarle fuerza económica y política, no puede, pues, sino interesar en el más alto grado al movimiento popular, siempre y cuando ello implique la transferencia de competencias, no a la burguesía, sino al pueblo. Por ello, frente a la privatización o la simple estatización, el movimiento popular plasma sus intereses en la propuesta de autogestión y por la subordinación de los instrumentos de regulación del Estado a las organizaciones populares”.

Frente a esta lectura del Estado, en condiciones históricas específicas, como instrumento de dominación de una clase sobre otra, como epifenómeno del capital, los esfuerzos sociales que se han concretado en gobiernos populares abren escenarios diferentes para la acción organizada, sin que se diluya del todo la crítica y/o desconfianza del Estado. Por cierto, repensar al Estado es una asignatura pendiente desde la academia y la política, y que ha sido soslayado en las escuelas de ciencias sociales, tarea totalmente pertinente si se atiende hoy por hoy el peso del lawfare, es decir, del desequilibrio estratégico planteado por el poder judicial para mantener el establishment político, y del papel central, en nado sincronizado, de los medios hegemónicos de comunicación.

Un ejemplo, en otro nivel analítico, fuera de las fronteras de México, para ilustrar, refiriéndose a las empresas y fábricas recuperadas en Argentina: “En los comienzos de la difusión de estos procesos, la forma jurídica cooperativa de trabajo convivió con otras estrategias, entre las que destacaba la estatización con control obrero. Esta propuesta consistía en que el Estado expropiara la empresa y la pusiera bajo el control y la administración de los trabajadores, garantizando a la vez sus condiciones laborales […] Este modelo fue impulsado por partidos y sectores de izquierda, principalmente por el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), y sostenido en sus primeros momentos por las recuperadas Zanón y Brukman” (Kasparian, 2020). Lo dominante fue la construcción de cooperativas, sin la expropiación estatal; las diferencias en concepción de organización, por las formas de conducción, así como por los posicionamientos frente al Estado y el capital tienen como correlato la división dentro del movimiento de representación de las empresas y fábricas recuperadas por los trabajadores. No se aparta esto de lo señalado, por otra parte, por Mazzeo y Stratta (2022), cuando aluden al riesgo de la “generalización de algunos «paquetes tecnológicos», los productores y las productoras independientes no sólo pueden terminar trabajando para el capital, sino como capital. Entonces: ¿de qué clase de independencia estamos hablando?”

En parte son los ecos de la discusión establecida por Cueva y Marini, entre otros, que como lección exigen una atención (y tensión) permanente en los rumbos de la relación Universidad-sociedad organizada. No es poca cosa señalar que una vinculación productiva Universidad-Sociedad puede cambiar para siempre a los que participen en ella, una acción pedagógica para la vida.


(Profesor de la UAM)

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