Para Fer

La cuenta regresiva, apretada incisivamente con el Proyecto Manhattan –y que tiene en el horizonte de la distopía a la Inteligencia Artificial (IA)-, tiene sustentos materiales previos, en una relación larga en la disputa por el vaciamiento y/o la defensa de lo humano. Sin duda hay momentos que sacuden la historia humana, que le dan un toque de fundacional; es el caso del Proyecto Manhattan (en el período de 1942-1946, el esfuerzo científico/tecnológico de creación de armas nucleares, bajo la hegemonía de Estados Unidos).

C. Nolan, director de cine (la última puesta en escena, en los cines hoy día, es la película Oppenheimer, 2023 -un resorte en estas líneas-) señaló, en el arco reflexivo que parte de la premisa de que la tecnología debe rendir cuentas, algo que nos remite a la historia de mediados del siglo pasado (la bomba atómica) y a algo profundamente actual: "Durante 15 años, muchas empresas han utilizado términos como 'algoritmo' sin saber lo que significan realmente en sentido técnico. La gente de mi sector que habla de ello no quiere asumir la responsabilidad de lo que haga ese algoritmo. Aplicado a la IA, tiene posibilidades aterradoras". Lo que está pasando es parte del rompecabezas de las oportunidades, en coexistencia con el terror que se está armando. La tecnología y sus usos, como parte de la maquinaria política y de control macro, en el que la ética tiene un papel secundario. Nolan parafraseando a Oppenheimer, en el abanico de riesgos que se tiene enfrente y que abre “posibilidades aterradoras”.

En la vida real, y en la película se reedita el guión, R. Oppenheimer reflexionaba: “me he convertido en la muerte, destructora de mundos”. La bomba nuclear, las bombas de racimo, el napalm, los misiles, la narrativa política de la disuasión; la muerte no como un acontecimiento, sino como un proceso, en esa cadena ¿interminable? de una cuenta regresiva.

¿Humanismo devastado? Creo que mucho hay de eso. Taxativamente, humano tiene su base en el latín humanus: humus (tierra), anus (procedencia). ¿Se está devastando el origen, la procedencia, la base material, lo humano? Basta una ojeada atenta para constatarlo. ¿Más alienados que nunca? En el recorrido del almanaque revisando la historia larga de jugar con fuego, concentrada en el último siglo, las pistas de un humus lastimado, y un mirar hacia otro lado, deja ver con claridad las deficiencias y controles en los efectos de las tecnologías, la ausencia de preguntas simples sobre la tecnología, ¿con qué fines y consecuencias?, ¿cuáles son sus límites?

Un enfrenón radical en la exposición, pero está relacionado: en un esfuerzo micro frente a la vastedad de las broncas, los actores y guionistas estadounidenses, como lo señalábamos en la anterior colaboración, están luchando por mantener sus fuentes de trabajo, ingresos y el reconocimiento de sus calificaciones. Una cosa clara es la demanda de regular el uso de la inteligencia artificial, los pagos de “streaming”, es decir, la distribución digital de contenido multimedia a través de una red de computadoras, donde el usuario puede utilizar el producto a la vez que éste se descarga. El riesgo de que te graben en una escena y después se reproduzca al infinito una historia (en la que te expriman hasta la última gota, sin un clavo de

regalías, de ingresos, desvalorizando tu actividad, esto es, C. Babagge revisitado, el siglo XIX presente en las condiciones tecnológicas de frontera). Como una paradoja, con los usos sociales de la IA se inaugura un nuevo estadio en la sociedad que no alcanza a desarrollarse plenamente, mientras que las viejas formas esenciales de dominación se encuentran en crisis, pero no acaban de desaparecer.

En este contexto, Fran Drescher, secretaria general de Screen Actors Guild-American Federation of Television and Radio Artists (SAG-AFTRA) argumentaba que "si no nos mantenemos firmes ahora mismo, todos vamos a tener problemas, todos vamos a correr el riesgo de ser sustituidos por máquinas". En el mismo tono, pues es la misma lucha, en la huelga de actores el gran actor Bryan Cranston (Malcom el de en medio, Breaking Bad) apuntó recientemente: “No nos quitarán nuestros trabajos para dárselos a los robots. No nos quitarán nuestro derecho al trabajo y al ganarnos la vida decentemente. Y sobre todo, no dejaremos que nos quiten nuestra dignidad”. En el campo de la negociación, reconociendo los cambios y lo necesario que es rehacer la caja de herramientas para mirar y negociar en las condiciones del presente, estas condiciones exigen a los sindicatos la modificación del campo convencional en el que se mueve la negociación de las organizaciones laborales, porque no solamente están en juego los salarios, la mantención del empleo, sino las condiciones en que se realiza el proceso de trabajo (inclúyase en esto el peso avasallador de la tecnología) y algo para nada menor: la dignidad –una condición humana que no puede insertarse en ningún robot-.

Lo anterior significa un desafío en cuando a abrir los campos de negociación en los usos y regulación de la tecnología en los procesos de trabajo. Mientras que la política de las grandes corporaciones de la cinematografía apunta al rasuramiento de los contratos de trabajo, implicando mutilaciones en los derechos adquiridos, la disminución de la bilateralidad, la reducción de prestaciones, para los sindicatos implica un posicionamiento frente a este ensamble ofensivo de las corporaciones, a la par del reto de revisar los usos de las tecnologías en los procesos de trabajo, en la rehechura de la caja de herramientas sindicales, y como parte de ésta, las exigencias por reconstituir nuevos pactos laborales (esté el caso de los actores y guionistas, de los teletrabajadores, de los trabajadores domeñados en las plataformas, entre otros).

Los propios CEOs de las corporaciones, al machacar que el eje central de su estrategia es en la desposesión del saber hacer de los actores y guionistas, como una suerte de espejo dejan ver que la disputa por la hegemonía, para el sindicato, pasa por la acción democrática (lo que hasta ahora ha sido la tónica), en donde los trabajadores no sean instrumento pasivo del capital. El proyecto de los CEOs, sustentado en un patrón tecnológico que se está modificando aceleradamente, alude a la reconfiguración del quehacer cinematográfico en correspondencia a los avances tecnológicos. En esas condiciones, construir el terreno de la negociación, soslayando las posturas de los trabajadores y erosionando las reglamentaciones que daban cierto poder legal a los sindicatos, hacen bisagra con aplicaciones tecnológicas en que la metáfora de la destrucción de mundos está en curso, materializándose. Pero esto es el comienzo de otra historia, para nada, como en las películas, THE END.

(Profesor de la UAM)

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