Hace más de 50 años, P. Neruda alertaba, con las herramientas que tenía a mano (la poesía), sobre los riesgo de dañar la Naturaleza: “No, aire, no te vendas, que no te canalicen, que no te entuben”. Bastante antes, E.S. Discépolo (Cambalache), también aportaba lo suyo en la mirada crítica: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el 510 y en el 2000 también”.

Nos hemos encargado de múltiples maneras, acuciosamente, de lastimar al planeta, nuestra casa (más allá de lo que opine el estrafalario E. Musk). Andrés Bucio (Antropoceno: ¿era geológica humana y fin de la naturaleza? (1/2), en colaboraciones publicadas en El Universal (30/09/2022 y 07/10/2022), señalaba que “por largos períodos históricos hemos podido ‘engañar’ un poco a la madre naturaleza, que siempre nos envía hambrunas, epidemias y guerras, para disuadirnos de nuestro empeño en seguir ‘humanizando’ al planeta en lo que algunos han empezado a llamar antropoceno (antropos = hombre). Entendiendo al antropoceno como “sustitución del mundo natural por un mundo creado por los seres humanos. Más específicamente, el uso de los sistemas creados por el ser humano para sustituir a los sistemas naturales. Lo anterior implica quizás la manipulación casi completa de la naturaleza por los seres humanos vía la tecnología y la cultura”.

Es una forma de exposición, pero asumiendo la textualidad, lo señalado por Bucio es parcialmente cierto. Veamos el problema con la mirada que sugiere I. Restrepo, de que La naturaleza no tiene la culpa (La Jornada, 23/09/2013). Desde ese ángulo, la “madre naturaleza” no envía hambrunas, epidemias y guerras -ahora sí que como reconfiguración del así lo quiso Dios-. Remontémonos unos años atrás. El 27 de mayo de 2013, el entonces presidente Enrique Peña Nieto, instalaba el Consejo Nacional de Protección Civil. Nos recuerda Iván Restrepo que de acuerdo a lo enunciado por Peña Nieto, se estaba “a tiempo de construir las bases de un México menos vulnerable y más seguro en el futuro”. Sin embargo, meses después de la instalación formal del Consejo, la naturaleza que, insistimos, como bien señala Restrepo, no tiene la culpa, con dos huracanes puso sobre la mesa las causas que contribuyeron a ensanchar los daños: “deforestación, azolve de cuencas hidrográficas, nula planeación urbana y rural, pobreza, obra pública mal hecha, corrupción, descoordinación institucional” (Restrepo). Allí se encuentra la base material principal de los efectos de la naturaleza, ensanchados por la acción humana, la hegemonía del antropoceno. No es la actitud negativa, la mala onda, de la naturaleza hacia la sociedad humana, es la acción humana, por ejemplo, en la pavimentación obsesiva del planeta (veamos la peligrosa alianza de Bolsonaro con la oligarquía rural en Brasil, para seguir la destrucción de la selva amazónica).

Coincidiendo en el peso de la mano del hombre, J-F Chanlat caracterizaba al antropoceno, como Bucio, como “nueva época geológica caracterizada por la llegada del ser humano como principal fuerza de cambio en la Tierra […] esta nueva era requiere una revisión radical de nuestras prácticas y pensamientos”, por lo que convoca Chanlat a “repensar las organizaciones y la sociedad desde la ética”.

Y este asunto de repensar las organizaciones y la sociedad es clave. No basta, como bien también lo señala Bucio, con el argumento de que “Para ser feliz, el ser humano intuye que debe tener un cierto control sobre la naturaleza, mantener a raya ciertas cosas como las enfermedades, las inclemencias del tiempo, etc, y no hacerlo de maneras tales que la naturaleza se vea destruida y el equilibrio con ella roto”. El problema tiene que ver con las organizaciones, con la construcción de la sociedad. Por ejemplo, el agrocidio no es asunto de orden individual: “El agrocidio manifiesto en el desfondamiento poblacional de las comunidades rústicas, es tan grave como el ecocidio evidenciado en la pérdida de recursos naturales. La erosión que ejerce la lógica lucrativa del sistema”, planteaba A. Bartra (2009).

El reconocimiento del antropoceno exige cambios radicales en lo que hace a nuestra forma de entender el problema, de actuar, discutir, juzgar, conocer los propios límites, señala Chanlat. Pongamos en la escena dos tensiones actuales: 1) la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y de desarrollo sostenible, ¿es necesario repensar sus alcances y límites, la insuficiencia para encarar la gravedad de los problemas desde la RSE? Cambiar el sentido de propósito de las organizaciones es una tarea central, complicada, porque como señala Chanlat, “la ética del homo oeconomicus es distinta de la ética del homo sociales”, imponiéndose la primera.

Con esto podemos avanzar en otra tensión: 2) En lo que hace a la gestión y la formación de profesionales ligados a ésta, señala Chanlat: “Los estudios norteamericanos sobre la influencia de los valores en un programa universitario han demostrado claramente su papel en las representaciones de la realidad social por parte de los estudiantes. No es casualidad que muchos estudiantes de administración y economía tengan una visión del mundo más utilitaria que los de otras disciplinas; de hecho, este es a veces el único discurso que escuchan y leen”, apoyándose en elaboraciones de distintos autores: Etzioni, 1988; Jackall, 1988; Villette, 1988; Mintzberg, 2004; Goshal, 2005; Khurana, 2007; Chanlat, 2019. Atención, no es un problema de factura reciente. E. Tijerina(2008), retomando la reflexión de Hausman y McPherson, planteaba: “en estudios experimentales sobre la cooperación humana, los estudiantes de economía y de administración de negocios son notoriamente no cooperativos. ‘Aprender economía, así parece, puede hacer a la gente más egoísta’”

La acción docente en las carreras de Administración y Economía, en las modernas condiciones históricas, marcadas por la saga de la extracción y el despojo (no por individuos, sino por corporaciones), como organización social compleja, exige repensar lo ético, sobre todo si se considera que “las amenazas sobre el medio ambiente se hacen realidad y los hombres y las cosas son víctimas de un mercantilismo generalizado” (Chanlat, 2002). La reflexión de J-F Chanlat se publicará en el próximo número de la revista Análisis Organizacional.

El futuro nos alcanzó, ¿es posible que el mundo soporte seguir siendo una porquería?

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS