En los últimos 20 años México registró un crecimiento significativo de la violencia de género, lo que provocó una situación de alta vulnerabilidad a mujeres, niñas, niños y jóvenes en el país. Los datos muestran que entre 2015 y 2018 hubo un crecimiento sostenido de hasta 17.5% de las muertes violentas de mujeres —pasando de 2 mil 161 a 3 mil 678 carpetas de investigación en ese periodo.
Esto incentivó a que el movimiento feminista dirigiera su mirada a frenar la violencia feminicida en nuestro país. Esta lucha avanzó en el reconocimiento y atención de este problema. Se han logrado avances significativos, pero insuficientes. A partir de 2019 inició una desaceleración en las cifras, al registrar un aumento de 4.4% en las defunciones violentas de mujeres al alcanzar una cifra de 3,840 personas ese año, en tanto que en 2020 y 2021 se registraron descensos menores en las cifras (3,770 y 3,757 respectivamente).
La pandemia agudizó la violencia contra las mujeres en los espacios más íntimos. Aumentó la violencia doméstica y sexual, pero también la pornografía infantil y la cooptación para la trata de personas, afectando principalmente a las niñas, niños, adolescentes, así como el acoso y la violencia de género en el ámbito laboral, el espacio público, las escuelas y universidades.
Durante 2020, el 75.78% de las lesiones ocurrieron en el hogar. En el 73.29% de los casos, la persona responsable tenía algún parentesco con la víctima —en su mayoría su cónyuge o pareja, expareja, hijos, padre o madre o hermano—; 79.8% de las personas agresoras son hombres. El 81.6% de las víctimas fueron niñas y adolescentes mujeres.
En 2021, incrementó en 21% el número de carpetas de investigación en materia de acoso y hostigamiento sexual simple y equiparado a nivel nacional. Es un asunto delicado, pues si bien desde el Estado se trabaja por combatir estos delitos, se trata de un problema estructural. Las violencias han impregnado el ámbito social y han entrado al espacio más privado: la familia.
Durante el primer semestre de 2021, los casos por parentesco alcanzaron el 65.96%. Las niñas y adolescentes fueron las más violentadas, registrando el 92.81% de los casos: violencia psicológica 37.85%, violencia sexual 29.69%, violencia física 26.33%, abandono o negligencia 4.51%, violencia económica 1.63%.
Ese año se alcanzaron máximos históricos en los delitos de violencia familiar. Es decir, 253 mil 739 carpetas de investigación, que representa un aumento del 15%. Además, se registraron 13,758 carpetas por lesiones en contra de niñas, niños y adolescentes, que representan un aumento de 13%respecto al año anterior, revirtiendo una tendencia descendiente desde 2015.
Debemos asumir que la atención a estas violencias no tiene que ver, solamente, con las condiciones de inseguridad y violencia que vivimos cotidianamente, sino que enfrentamos un fenómeno de comportamiento cultural en nuestra sociedad, en las comunidades y en nuestras familias. La violencia penetró en los hogares, en las escuelas, y en los centros de trabajo, donde personas abusan de la cercanía con las víctimas y desde sus posiciones de poder.
Erradicar este flagelo requiere, además, de acciones firmes del Estado en materia de seguridad y de un cambio en el comportamiento social, y no podrá revertirse mientras las familias, las amistades y personas cercanas a las mujeres silencien este tipo de hechos incentivando el encubrimiento y la no denuncia, pero, sobre todo, callando y solapando que estos despreciables actos permanezcan en los espacios más íntimos. Se exige un esfuerzo, no solamente de las instituciones públicas, sino de toda la sociedad para revertir esta situación.
Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración