El pasado sábado 17 de junio murió Esteban Vólkov. Vsevolod su nombre original o Sieva como le decían de cariño, fue un hombre que vivió en carne propia el odio, el destierro y la persecución política. Llegó a México en 1939, a la edad de 13 años, un año antes del asesinato de su abuelo León Trotski.
Como cuenta Padura en su libro, “El hombre que amaba a los perros”: “con su padre biológico desaparecido en un campo de concentración; su madre suicidada en Berlín, casi frente a él; su padre adoptivo muerto en extrañas circunstancias que apuntaban hacia Stalin …; unos abuelos en el exilio, otra abuela confinada en un campo de prisioneros; tías muertas, tíos desaparecidos, hermanos y primos de los que no se había vuelto a saber…”. Esteban se convirtió en la memoria viva de su familia y en particular de su abuelo, representado la lucha por la sobrevivencia, por no claudicar en sus posturas políticas y en la defensa del derecho a la memoria.
Vólkov sobrevivió, en mayo de 1940, al atentado en que participó Siqueiros contra su abuelo, en Coyoacán y más adelante fue testigo de los últimos minutos de vida de su abuelo tras el homicidio cometido por Ramón Mercader.
De acuerdo con el libro de Olivia Gall “Trotsky en México y la vida política en tiempos de Lázaro Cárdenas (1937-1949)”, en diciembre de 1936, Cárdenas redactó un telegrama dirigido a su Secretario de Gobernación, Eduardo Hay, en el cual concedió el asilo a Trotsky en el que destacaba: “La política de México, […] no sólo se ciñe a las normas establecidas universalmente, sino que representa, a lo largo de nuestra historia, un esfuerzo permanente por lograr la evolución del Derecho en un recto sentido de justicia para las naciones y de liberalidad para los hombres, cualquiera que sea la procedencia o el origen de éstos. Leal a esa conducta, México se siente ahora en el deber de reivindicar con su actitud una de las conquistas de mayor contenido humano de había logrado ya el Derecho de Gentes, la prerrogativa de asilo para los exiliados por causas políticas. El asilo naturalmente no supone en ningún caso afinidad de pensamiento, de propósitos o de tendencias entre el país que lo concede y el sujeto que se beneficia de él. Este concepto es tan evidente, que sólo se expresa aquí para evitar interpretaciones desviadas a las que por error pudiese darse pábulo”.
Tras el asesinato de su abuelo a manos de Mercader, el presidente Cárdenas hizo las gestiones para que la casa en la que vivían se quedara en propiedad de Natalia Sedova y no quedaran desprotegidos ni ella ni su nieto Esteban. Con ello el presidente refrendó la importancia de cobijar este recto sentido de la justicia.
Para Esteban Vólkov, su asilo en México se convirtió en un espacio de libertad, como él mismo decía, en un lugar de paz, remanso para reconstruir su vida. Las labores de asilo del presidente Lázaro Cárdenas le brindaron a su familia y a él, un lugar que les permitió, en una época tan convulsa con el ascenso del fascismo en el mundo, sentir la seguridad de la no persecución por su identidad política, social y cultural.
Si bien fue hasta el 20 de octubre de 1976 el gobierno de Luis Echeverría le otorgó su naturalización, antes de eso, tuvo un pasaporte como apátrida. En México tuvo su formación académica, participó en el desarrollo de la píldora anticonceptiva, y aquí conformó a su familia. En nuestro país conoció a su esposa, Palmira Fernández, que también fue parte del exilio político de la época, ya que fue una de las niñas de Morelia, hijos de republicanos españoles, que fueron acogidos durante la Guerra Civil española en dicha ciudad.
Siendo coherente con su experiencia de vida en 1970, convirtió la Casa de sus abuelos en un sitio de memoria y fundó el Instituto para el derecho al asilo y las libertades públicas AC, que para 1990 se convirtió en el Instituto del derecho al asilo, Museo Casa de León Trotsky AC. Este lugar tiene un valor único en la historia, pues no existe en el mundo ningún otro espacio que se haya conservado para mantener la memoria política del comunismo del siglo XX, con sus debates y reflexiones, sus personajes y los espacios en donde se refugiaba la resistencia política contra los fascismos de la época.
El reto que se presenta hoy es mantener este sitio de memoria que refleja parte de una historia que se ha querido borrar de diversas maneras. Conservar ese sitio como un espacio a la memoria política y del derecho de asilo, contra la persecución de las personas que piensan diferente a regímenes totalitarios y mantener vivo el legado que de manera perseverante conformó Esteban Vólkov en el Museo Casa de León Trotsky. Descanse en paz.
Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración