El pasado domingo se celebró una jornada electoral para renovar las gubernaturas de seis entidades, que más allá de los malos augurios, se desarrolló en libertad y sin violencias, teniendo resultados incontrovertibles, que han permitido la alternancia en cuatro entidades y la continuidad en dos de éstas.

Situación que hace apenas poco más de dos décadas era inimaginable en nuestro país, regido entonces por la soberbia y la intolerancia de un partido hegemónico y un régimen autoritario que no admitía disidencia alguna, y que ahora ha sido reducido a su mínima expresión.

Los cambios que ha vivido nuestro país y que han creado esta nueva realidad no pueden entenderse sin la lucha de muchas generaciones de políticos y líderes sociales que asumieron la lucha democrática como instrumento de transformación.

Un personaje destacado, cuyo papel fue determinante, es Arnoldo Martínez Verdugo, dirigente del Partido Comunista Mexicano, quién dejando atrás los dogmas tradicionales del comunismo, condujo a los comunistas a la lucha legal y democrática, proponiendo incluso la disolución de su partido.

El pasado 24 de mayo los restos de Arnoldo fueron depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres por el presidente Andrés Manuel López Obrador, en reconocimiento a su legado, y en reivindicación no sólo de un hombre, sino de toda una generación que dedicó su vida a la lucha por los derechos de los trabajadores.

Arnoldo reformó al PCM desde sus entrañas, lo que implicó un cambio en su estrategia, dejando atrás la proscripción y la clandestinidad, abriendo a paso la candidatura a la Presidencia de la República de Valentín Campa Salazar en 1976, quién obtuvo, sin registro ni prerrogativas, más de 900 mil votos, lo que encaminó al partido hacia la lucha político-electoral, apostando a la disputa de los asuntos públicos y la unificación de las izquierdas.

El PCM se convirtió en la fuerza política de izquierda más importante del país, ganando en 1979 18 diputaciones, creando las condiciones para, en 1981, dar paso a la fundación del PSUM, del que fue su candidato presidencial en 1982, y más adelante a la formación del PMS.

Con la ruptura de la Corriente Democrática del PRI y la integración del Frente Democrático Nacional con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como su candidato presidencial en 1988, Arnoldo fue un firme promotor de la alianza que enfrentó el gran fraude electoral, del que emergió el PRD, así como de la disolución del PMS para ceder el registro obtenido por los comunistas en 1979 en favor del PRD tras la negativa de Salinas de Gortari de reconocer el registro al nuevo partido.

Arnoldo fue ante todo un hombre de principios y sólidos valores éticos. En su práctica política se apuntalaron las exigencias sociales que hoy tienen lugar en la democracia mexicana, como el derecho al aborto o el reconocimiento de la autonomía indígena. La ruptura del monopolio del poder político articula estas demandas en una noción amplia de democracia como autodeterminación de los sujetos sociales.

La lucha que emprendió por los derechos humanos, la libertad política y la democracia, permitió amalgamar las demandas de una sociedad diversa y transformar el rostro a la izquierda mexicana que hoy asume nuevos retos en la conducción del país.

Subsecretario de Derechos Humanos Población y Migración

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