Una bocanada de aire fresco ha significado la llegada de Clara Brugada a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

Más allá del discurso desarrollado desde la campaña electoral y de la narrativa respecto al compromiso de consolidar una ciudad de libertades y derechos, la frescura de las formas al asumir el gobierno y el vínculo que mantiene con la ciudadanía refresca el cartabón que tradicionalmente ha caracterizado la relación entre los gobernantes capitalinos y la gente.

La jefa de Gobierno ha dejado claro que lo importante son las personas y sus derechos. Como declaró en su toma de posesión: “gobernaré para todas y todos quienes habitan esta ciudad, en especial para los que menos tienen. Gobernaré con pasión y cariño para la ciudad; gobernaré con el corazón y la fuerza del pueblo, gobernaré con responsabilidad en el presente y el compromiso con las generaciones futuras”.

En el Congreso capitalino delineó políticas y programas. Continuidad, sí, a lo que ha dado resultados, dando cabida a los sueños y a hacer realidad las utopías que albergan las aspiraciones de cada persona y de la sociedad.

A la jefa de gobierno le precede una historia personal y colectiva de luchas que hicieron posible que esta ciudad conquistara derechos, libertades y se convirtiera en el corazón de la transformación nacional. “Generaciones enteras salieron a las calles para protestar por lo injusto y abrir las puertas de la democracia. Cientos de miles nos hemos movilizado frente al desastre; nos unimos y dimos ejemplo de solidaridad y empatía. La Ciudad de México es cuna de los movimientos sociales de este país. Es la lucha de los estudiantes, campesinos, maestros, doctores, de los pueblos y de las mujeres, que lograron materializar los derechos y las libertades de nuestro pueblo”. “Quiero honrar su lucha y su legado".

Aquí nació la esperanza -ha dicho-. Esta es la ciudad de la política social universal, cuna de la pensión para los mayores, donde se estableció el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, el matrimonio igualitario y el respeto a la diversidad sexual. Es la ciudad de derechos y libertades, donde la lucha de quienes levantaron la bandera de la democracia nos ha permitido estar al frente del gobierno.

Vamos a cogobernar esta ciudad -dijo- desde los territorios, sin importar su origen partidario. Vamos a trabajar juntos a favor de la población de esta ciudad y de los ciudadanos de la Ciudad de México.

La ciudad seguirá siendo la capital de la transformación. El pueblo de la Ciudad de México votó por un gobierno progresista y democrático; por un proyecto de izquierda abiertamente feminista, anticlasista y antirracista. Por un proyecto que está decidido a cambiar desigualdades sociales, territoriales, económicas y de género. El pueblo decidió respaldar un proyecto de gobierno que continúe la transformación.

Transformar significa gobernar con honestidad y amor al pueblo, con eficiencia y austeridad. La transformación ha significado un cambio cultural y de la conciencia ciudadana.

Sin duda, es tiempo de mujeres. Es tiempo de transformar la vida de las mujeres. “Soy una mujer feminista que ha luchado por la igualdad plena desde siempre y quiero que esta capital sea la vanguardia de los derechos de las mujeres, porque pese a lo que hemos avanzado, para la inmensa mayoría ser mujer significa un destino de desigualdad”.

“Se trata de hacer una revolución pacífica de las mujeres. Se trata de hacer un cambio radical que venga de raíz, reconociendo todo lo que se ha avanzado con gobiernos progresistas que nos antecedieron, pero trazando una ruta decidida para lograr los cambios que faltan. Una revolución que deje huella en este sexenio”.

Una bocanada de aire fresco ha arribado al Gobierno de la Ciudad.

Secretario de Planeación, Ordenamiento Territorial y Coordinación Metropolitana de la CDMX

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