A escasos días de la jornada de votación, es posible identificar algunos de los saldos que arroja este proceso electoral: en primer lugar, el fracaso de una coalición opositora fundada en el pragmatismo, cuyo único referente de identidad es el confrontar al presidente López Obrador y la pretensión de derrotar el proyecto de la cuarta transformación, a fin de garantizar la sobrevivencia de las burocracias enquistadas en esos partidos, liderados por un empresario, bajo la máxima del “quítate tú para ponerme yo”.

Un segundo saldo es la inminencia del agotamiento del actual sistema de partidos, lo que implicará una recomposición que, en el marco de una mayor polarización hacia el futuro, traerá consigo la disolución de algunos de los partidos ahora aliados, y el surgimiento de nuevas organizaciones partidarias, algunas de éstas alineadas a la ultraderecha en el país y en el ámbito internacional, así como un reimpulso de Morena a su consolidación partidaria.

Un tercer aspecto es el rotundo fracaso de las campañas de odio y desinformación, financiadas en las redes sociales y en distintos medios de información, e incluso de las desarrolladas desde el púlpito por algunos sectores la iglesia católica, que no lograron minar la aceptación del Ejecutivo Federal ni de la próxima Presidenta de la República Claudia Sheinbaum.

En esa misma dirección se encuentra el fracaso de las campañas en diversas entidades donde están en disputa las gubernaturas con el propósito de debilitar las candidaturas a partir de la denostación y la mentira.

Un ejemplo es la insistencia opositora de que la elección en la Ciudad de México se estaría cerrando al final del proceso, lo que ha sido desmontado claramente con la mayoría de las encuestadoras serias, que acreditan una ventaja irreversible de Clara Brugada sobre los otros contendientes, a quien tampoco melló la campaña sobre un presunto desencuentro con la candidata presidencial, con quien, por lo contrario, ha establecido acuerdos de trascendencia para el futuro de la Ciudad de México.

El fracaso tiene muy molestos y nerviosos a los integrantes de esta coalición y sus aliados, quienes con seguridad buscarán desacreditar el proceso electoral y litigarán sus resultados, por lo que es oportuno hacer un llamado a cuidar escrupulosamente la jornada electoral. La mejor forma de hacerlo es saliendo a votar, que sea una participación libre y masiva, evitando cualquier tipo de provocación, sin dejar de denunciar cualquier práctica que pretenda dañar la jornada.

Se trata de una jornada única, que somete a votación no solo a las candidaturas para innumerables cargos públicos, sino que somete a referéndum al gobierno de Andrés Manuel López Obrador y la definición entre dos proyectos contrapuestos de país; aquí no cabe el voto diferenciado, la ambigüedad ni la duda en el ejercicio del voto, por lo que lo haré por todas las candidaturas de Morena, como espero lo hagan quienes con una vocación de transformación veamos hacia el futuro y no al pasado vergonzoso que tanto daño causó al país.

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