El 18 de abril falleció don Pablo González Casanova. Un hombre de convicciones que marcó, con su trabajo analítico y su entereza humana, el rumbo de la democracia en México. Desde sus primeras investigaciones fue construyendo un lente crítico sobre el papel de las humanidades para transformar el mundo, seguro de que para una verdadera transformación política y social hay que romper con la dependencia intelectual y generar un conocimiento propio, conformar las condiciones necesarias para una emancipación social.

En La democracia en México, una de las publicaciones más importantes para América Latina, González Casanova señaló claramente que se había abusado de la democracia como idea universal, para afianzar la desigualdad y la exclusión que legitimaba la permanencia de una élite en el poder y subordinaba a los grupos históricamente discriminados.

Una democracia real, sostuvo, tiene que expresarse en el nivel de ingreso de todas las personas y por la participación efectiva en lo social, político, económico y cultural de los campesinos, de los indígenas y de los obreros, solo así se logra una democracia efectiva.

Su compromiso social lo impulsó a la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México de 1970 a 1972, años convulsos en la transformación política y social del país. Buscó transformar la universidad en un espacio abierto, plural, que creara un pensamiento crítico y democrático que generara al país la autonomía intelectual con originalidad cultural. Los dos años que fue rector se realizaron los cambios más profundos a esta casa de estudios: el Sistema de Universidad Abierta, innovadora y pensada para las masas y con presencia en las zonas alejadas del centro económico e intelectual, con lo que crearon las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales, actualmente Facultades, y la conformación de los Colegios de Ciencias y Humanidades, que tenían como principal propósito establecer un espacio para el ejercicio de la mirada interdisciplinaria que favorezca el pensamiento propio y ayudara a transformar el país.

Esta postura política generó la inconformidad de las élites universitarias que buscaron desestabilizar su gestión con la toma de las oficinas de la Rectoría encabezados por Miguel Castro Bustos y durante la huelga de la UNAM, que buscaron vincular el sindicato a la CTM y o la CROM. Lo que lo orilló a presentar su renuncia para avanzar en los acuerdos con la institución.

En 1986 conformó el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades que posteriormente se convirtió en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades con el objetivo de vincular las ciencias y las humanidades en diálogo con organismos civiles, gubernamentales e internacionales para promover la democratización de las tecnologías y la educación, es decir, que fuera un puente con la sociedad y la academia.

Con la aparición del movimiento zapatista se profundizó su compromiso con los pueblos indígenas y con las causas sociales, que conformó su coherencia teórica con su propuesta intelectual sobre la necesidad del acercamiento entre academia y la política social transformadora. No en vano le rebautizaron como comandante Pablo Contreras. Por todo esto, no puede pensarse en una democracia real y efectiva sin el legado de don Pablo.

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