El 50 aniversario del golpe de Estado en Chile es una ocasión no solo para la reflexión y la memoria sobre uno de los actos más viles de traición y crimen cometidos contra el pueblo chileno, sino también para reivindicar un proceso político que buscó construir una América Latina más justa, igualitaria y libre.

No se trata sólo de traer a la memoria un proyecto frustrado por la intolerancia que condujo a una dictadura, sino también esclarecer los hechos para animar los actuales procesos de transformación y alertar de los riesgos y resistencias que buscan revertirlos.

La Unidad Popular significó la construcción de un nuevo paradigma, en la ruta de transformación por medios pacíficos. Una ruta que asumió la lucha democrática y la unidad de las izquierdas que, sólo la insidia estadounidense y la traición militar frenaron. Al igual que sucedió con la República española en los años 30 en la lucha antifascista, un golpe militar trastocó el ejercicio de un gobierno legítimo, democrático, con una amplia legitimidad conquistada en las urnas por el apoyo popular.

En el Discurso de la Victoria pronunciado el 5 de septiembre de 1970, Salvador Allende delineó un programa de transformaciones profundas que abriría “el camino chileno” para triunfar sobre el subdesarrollo. El camino al socialismo en democracia, pluralismo y libertad.

Terminar con los monopolios, impulsar una profunda reforma agraria, controlar el comercio de importación y exportación, nacionalizar el crédito, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo. Devolver al pueblo las grandes minas de cobre, de carbón, de hierro, de salitre.

Nuestro camino es el de la libertad. Nuestra vía chilena será también la de la igualdad. Nuestra política internacional está basada, en el respeto a los compromisos internacionales libremente asumidos, en la autodeterminación y en la no intervención”.

En el discurso pronunciado en el Estadio Nacional durante la toma de posesión del gobierno el 5 de noviembre de 1970, Allende destacó: “Vivimos un momento histórico: la gran transformación de las instituciones políticas de Chile, donde el respeto a los demás, la tolerancia hacia el otro, es uno de los bienes culturales más significativos con que contamos”.

Ratificando su convicción democrática reivindicó lo planteado por Federico Engels: “Puede concebirse la evolución pacífica de la vieja sociedad hacia la nueva, en los países donde la representación popular concentra en ella todo el poder, donde de acuerdo con la Constitución se puede hacer lo que se desee, desde el momento en que se tiene tras de sí, a la mayoría de la nación”.

La izquierda mexicana acompañó esta lucha desde un inicio. Allende y la Unidad Popular significaron una nueva esperanza para nuestros empeños por cambiar la realidad mexicana.

El discurso pronunciado en la Universidad de Guadalajara, el 2 de diciembre de 1970, dejó una profunda huella en los universitarios mexicanos, cuando las heridas de la brutal represión al movimiento estudiantil en 1968 seguían abiertas: “La revolución no pasa por la universidad; la revolución pasa por las grandes masas; la revolución la hacen los pueblos; la revolución la hacen, esencialmente, los trabajadores.

En su último discurso, durante el golpe de Estado, el 11 de septiembre, Salvador Allende señaló con firmeza: “Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza”.

Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”. Las grandes alamedas se han abierto nuevamente.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS