Cuando se habla del sistema ferroviario en México, inevitablemente se piensa en el porfiriato, cuyo emblema lo representó el desarrollo de la red ferroviaria. Durante los 30 años de la dictadura de Porfirio Díaz, se logró que el entramado de las vías férreas estuviese conformado por el Ferrocarril Central Mexicano, el llamado Ferrocarril de México Cuernavaca y Pacífico, y el Ferrocarril Nacional Mexicano.
Esas tres líneas ferroviarias constituyeron la columna vertebral de Ferrocarriles Nacionales de México; a esa red habría que añadirle el Ferrocarril Interoceánico de México, que comunicaba a la Ciudad de México con el puerto de Veracruz, línea administrada por el gobierno desde 1902.
A finales de la primera década del siglo XX, las principales ciudades de la República Mexicana estaban comunicadas por el ferrocarril. La gente tenía estas opciones para movilizar sus bienes y trasladarse de un lugar a otro en el territorio nacional; sin embargo, esta situación fue sacudida por la rebelión maderista y los siguientes años de guerra. En consecuencia, el sistema ferroviario mexicano se encontró de pronto sumido en la violencia.
A partir de ese momento, los ferrocarriles se encontraron en una situación complicada, se convirtieron en botín de guerra de los ejércitos contendientes. Se puede decir que, durante la Revolución Mexicana, los ferrocarriles mexicanos sufrieron un gran deterioro y un retraso tecnológico, hasta que en 1937 el presidente Lázaro Cárdenas decidió expropiarlos y nacionalizarlos.
Desde entonces la población mexicana ha padecido sus consecuencias, por esta razón la construcción del Tren Maya y la recuperación del corredor interoceánico no sólo significa el sello de un gobierno, sino también la oportunidad de comenzar a planificar la movilidad a nivel nacional. Este Megaproyecto podría plantear la conexión entre sur, centro y norte y, desde luego, implicaría trayectos, en cuestión de tiempo, muchísimo más cortos. Además de cumplir tres funciones: transporte turístico; transporte público; y carga de materiales y mercancías.
El mosaico de posibilidades para estudiar y trabajar en otros estados se ampliará, de manera que facilitará el libre tránsito de personas en el país, sin necesidad de pagar viajes aéreos. En pocas palabras, el bloque de los cinco estados que conforman la ruta del Tren Maya –Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo– se traduce en un sistema ferroviario que convendría replicar en el centro y norte del país, con el fin de lograr una mejor distribución de la población en todas las ciudades del territorio mexicano.
Asimismo, el Tren Maya, así como el Tren Interoceánico, impulsarán y fortalecerán el mercado interno, ya que al fungir como carga de materiales y mercancías, no sólo habría un estímulo del comercio en cierta parte del sur y toda la región maya, sino en toda la nación.
El Tren Maya es claramente una forma efectiva de hacer política, es un punto culminante para repensar las conexiones entre las vías de transporte que unen al país. Es por ello, que en el Senado de la República estamos convencidos del potencial de este Megaproyecto, pues representa el cimiento de una red ferroviaria mejor conectada y que traerá bienestar para toda la Nación.
Senador de la República