Desde el siglo XVI se desarrolló en Iberoamérica, y particularmente en la Nueva España, un humanismo de carácter republicano que cuestionó la legitimidad de la Conquista y de la dominación española sobre el Nuevo Mundo.

Este humanismo, que se originó en la Escuela de Salamanca con Francisco de Vitoria y Domingo de Soto hacia 1530, se radicalizó en la controversia en torno a la legitimidad del Imperio con Bartolomé de las Casas y Alonso de la Veracruz, éste último catedrático fundador de la Real Universidad de México en 1553.

El humanismo, en aquel entonces, estaba compuesto por pensadores en el sentido literario de la palabra, dedicados a la enseñanza de las lenguas clásicas y al cultivo del espíritu; por humanistas en el orden filosófico y moral; por humanistas creadores de pueblos y defensores del hombre; en conjunto, el humanismo “mexicano” del siglo XVI fue un movimiento que estuvo en contacto con el pueblo y sus propios problemas.

Asimismo, tuvo por bandera la dignidad de la persona humana, la igualdad de los hombres, la fe en la fuerza de la razón, lo que dio desde los primeros tiempos un carácter común al pueblo; a causa de este humanismo, México, que entonces era América, recibió los mejores ideales de España, de Italia, de Francia e Inglaterra. Recibió las inquietudes de Arias Montano y Nebrija, del renacimiento itálico, de Luis Vives y sus discípulos, de Tomás Moro, de Erasmo y su escuela.

En este sentido, el presidente Andrés Manuel López Obrador, decidió nombrar a su forma de gobierno como “Humanismo Mexicano”, al mismo tiempo que destacó sus principios políticos, económicos y sociales. De tal manera que en lo político no se acepta el derrotismo, sostiene que el progreso sin justicia es retroceso. La tesis que se defiende es que no basta el crecimiento económico, sino que sea indispensable la justicia; en el ámbito social, por el bien de todos, primero los pobres, cuya frase es la esencia de la actividad política, porque es sinónimo de humanismo y una forma distinta de entender la importancia del poder; el fin último de un Estado es crear las condiciones para que la gente pueda vivir feliz y libre de miserias y temores.

Con todos estos antecedentes se comprueba que el presidente Andrés Manuel ha retomado una tradición de pensamiento que defiende el derecho de los nacidos en México, y sobre todo reivindica un sentimiento de orgullo de la cultura mexicana.

Por lo que en el Senado de la República legislamos por un país más justo, pero sobre todo más humanista.

Senador

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