Nueva York no aparece de fondo, Gershwin no suena al inicio, no hay un solo actor o actriz reconocido, no hay estrellas de Hollywood, ¡vamos!, la gente ni siquiera habla en inglés, pero Allen se aferra a aquello que lo mantiene vivo: filmar.
Así lo ha hecho, de manera constante, prácticamente una película al año (a veces incluso dos) desde 1971. Malas, buenas, regulares y obras maestras. Según el propio cineasta, él no es un buen director, “con suerte dirigí algunas películas buenas, ninguna obra maestra”. Mentira. Porque hasta la película más mala de Allen está siempre por arriba de la media.
A Allen le han cantado el retiro como probablemente a nadie, los críticos insisten (desde los años noventa) en que ya debería retirarse. Allen les ha callado la boca una y otra vez. Después de su racha ganadora en los 70’s y 80’s, y una etapa regular en los 90, Woody inicia los 2000’s con el pie izquierdo: Small Time Crooks, The Curse of the Jade Scorpion, pero en 2005 estrena otra de sus obras maestras: Match Point, en 2008 Vicky, Cristina, Barcelona, en 2011 Midnight in Paris, en 2013 Blue Jasmine, y en 2017 The Wonder Wheel. Demasiadas buenas películas para alguien a quien joden y joden con que deje de filmar.
Pedirle a Allen que se detenga es pedirle que deje de respirar. Pedirle que se muera. La mezquindad en pleno.
Así es como Allen llega a su película 50, convertido en un paria, con un Hollywood que le ha dado la espalda (aunque lo cierto es que Allen nunca se sintió parte de ellos), sin posibilidad de filmar en su amada Nueva York, creativamente exiliado en París porque solo ahí pudo conseguir el dinero para la siguiente película, provocando enojos y gritos por el solo hecho de existir, de ser, de hacer (el escándalo que le armaron en Venecia), porque para esta generación es solo “un viejo cochino” que no obstante sigue haciendo cine a los 88 años.
En esas condiciones es que el cineasta vuelve a tentar a su suerte, tira los dados y filma por primera vez en un idioma que no es el inglés: Coup de Chance (EU, Francia, UK, 2023) su cinta número cincuenta, que sorpresivamente llega a salas mexicanas bajo el nombre Un Golpe de Suerte en París.
Luego de una vida que ella misma calificó como de bohemia y después de un matrimonio desastroso, Fanny (magnífica Lou de Laâge) está casada ahora con Jean (Melvil Poupaud), un financiero millonario que gusta de la caza así como de jugar con sus trenes miniatura. Nadie sabe en realidad de dónde surge su fortuna, y algunos comentan ciertas historias oscuras de su pasado.
La vida parece perfecta para Fanny, trabaja ahora en una agencia de subastas, se la pasa en cenas elegantes, eventos con gente rica y los fines de semana en la casa de campo que no le encanta dada la afición de su esposo hacia las armas y la caza, pero vamos, el hombre le da una vida más allá de la estabilidad.
No en pocas ocasiones Fanny se ha sentido como una “esposa trofeo”. Tal vez por ello es que se ha dejado seducir por Alain (Niels Schneider), un viejo compañero de la escuela con quien de manera fortuita se topó en las calles de París. También divorciado, el ahora escritor le confiesa sin empacho que desde entonces él sentía atracción hacia ella.
El romance está a la puerta. La pareja empieza a salir y la ciudad luz es el escenario idóneo. De los paseos por la calle pasamos a las pláticas de café, a los atardeceres en el parque y a la cama para tener sexo furtivo. Pero Jean es tan controlador como millonario, de inmediato sospecha y como el dinero nunca ha sido un problema, contacta de inmediato a un detective privado qué ya sabemos qué descubrirá.
Hay un fuerte dejo de nostalgia que recubre (consciente o inconscientemente) a esta película: los personajes recuerdan cuando vivían en Nueva York y eran felices, los encuadres (la clásica toma de una pareja caminando en una escena sostenida y en punto de fuga) del fotógrafo de cabecera de Allen, Vittorio Storaro, recuerdan a aquellos de sus primeras películas, e incluso el retrato de París tiene algo de melancolía.
La suerte es el tema recurrente de esta cinta. Alain, fascinado por la suerte de haberse reencontrado con el amor de su vida, compra un boleto de lotería y se lo regala a Fanny, no sin antes explicarle cómo los humanos somos títeres de la suerte, buena o mala.
Otros temas recurrentes están ahí: el amor prohibido, el hastío por vivir una vida llena de frustraciones, la banalidad de la clase alta, el amor por las ciudades, la furia de los celos que ciegan la razón, el crimen y en general esa caja de pandora llamada humanidad, de la cual puede surgir todo tipo de emociones, casi todas sujetas a los designios del deseo.
El escenario no es precisamente novedoso, incluso Allen mismo ha dicho que esto está en los terrenos de Match Point, pero esto no es así, la atmósfera de aquella era ominosa, se trataba de un thriller sexual mucho más intenso. En Coup de Chance el sexo se sugiere, pero no veremos escenas como aquella de Scarlett bajo la lluvia o de ambos jugando ping-pong en una insinuación sexual directa.
Llama la atención la elección musical. Cantaloup Island de Herbie Hancock no sugiere una atmósfera precisamente ominosa, al contrario, por momentos insinúa una comedia, como las primeras de Allen.
Esta no es una nota alta en la filmografía de Allen, pero tampoco se trata de un desastre ni de una mala película. El neoyorquino arma sin dificultad un thriller que a pesar de lo predecible,, mantiene el interés del espectador y genera auténticas dudas sobre el destino de sus protagonistas: seres humanos atrapados en sus propias pasiones, miedos y deseos, algo que durante toda su filmografía le ha fascinado a Allen.
Los humanos somos una caja de pandora, sujetos a la suerte, la muerte, la pasión y el deseo. Pocos cineastas lo entienden tan bien como Woody Allen.
Un Golpe de Suerte en Paris llega a salas de CDMX gracias a Cinépolis +QUE CIN