Al cineasta M. Night Shyamalan (Sixth Sense, Unbreakable, Signs, Servant) se le puede acusar de todo, menos de no tener buenas ideas para sus películas, y la idea para su más reciente cinta es, de menos, prometedora.
Shyamalan resume la trama de Trap (Reino Unido, Yemen, Estados Unidos, 2024), con una frase muy sencilla: imaginen que Silence of the Lambs (Demme, 1991) sucediera en medio de un concierto de Taylor Swift. Aceptemos que es una idea fantástica.
Conozcan a Cooper (Josh Hartnett) y su pequeña hija adolescente Riley (Ariel Donoghue). Debido a sus buenas notas, Cooper lleva a su hija al concierto de la cantante sensación, Lady Raven (Saleka Shyamalan, hija del director). El ambiente es apabullante: miles de jovencitas enloquecidas por ver a Raven y no pocos padres que -como Cooper- quieren cumplirle el capricho a sus hijas, no obstante ello implique chutarse dos horas de una cantante de la cual no tienen la menor idea.
Cooper es el típico padre que quiere ser cool frente a su hija: trata de aprender su slang, intenta cantar las canciones, se emociona con la pirotecnia del concierto. Es un día feliz entre padre e hija. Pero de repente Cooper se da cuenta de algo: hay muchos, demasiados elementos de la policía en las entradas y salidas de todo el recinto.
Sin mucho trabajo y casi por casualidad, Cooper se entera (vía uno de los empleados del lugar) que en realidad el concierto es una trampa (orquestada por el FBI) para atrapar a un famoso asesino serial que anda suelto. La noticia por supuesto le cae de sorpresa a Cooper quien, da la casualidad, es el famoso asesino serial al que todos conocen como El Carnicero.
Planteado el escenario, lo único que le queda a Josh Harnett -y al guionista, que no es otro que el propio Shyamalan- es encontrar la forma de escapar de aquel enorme auditorio atestado de adolescentes y policías. La cosa no será fácil: al terminar el concierto, todos los hombres serán revisados a la salida por los policías. No hay forma (?) de escapar.
Lo dicho, Shyamalan tiene las mejores ideas, pero ejecutarlas es un arte aparte, y en ese sentido no parece que el realizador se haya tomado las cosas con mucho compromiso.
Visualmente esta debe ser una de las cintas más planas en la carrera del director. La cámara se mueve entre intensos close ups a sus personajes en encuadres simétricos a lo Kubrick y una fotografía (a cargo de Sayombhu Mukdeeprom) sin mayores destellos a no ser por algunas tomas abiertas que nos sitúan en el vasto espacio de la jaula donde está atrapado Cooper.
La situación por supuesto requiere del espectador algunas dosis de suspensión de la incredulidad: Cooper se las ingenia, de una u otra forma, para no solo evadir a la policía sino incluso en algún momento conseguir que su hija vea el concierto en backstage, cosa que suena bastante improbable.
En la superficie la película divierte, el escenario es interesante y los homenajes (que nunca faltan en la filmografía de Shyamalan) a Hitchcock, van manteniendo la película hasta su predecible final. Parece que estamos en el peor escenario posible: una concha muy atractiva pero sin perla en su interior.
No obstante, hay otra forma aún más oscura de ver esta cinta: ¿acaso Shyamalan está hablando realmente de lo complicado -y hasta tedioso- que es ser padre de una adolescente?
La carrera de Shyamalan parece estar ya en esa etapa donde -al fin y al cabo orgulloso padre- quiere apoyar a sus hijas: le produjo su ópera prima -The Watchers, 2024- a su hija, Ishana Shyamalan, y en Trap la cantante pop es interpretada por el otro orgullo de su nepotismo, la joven Saleka Shyamalan, quien debuta como actriz y cantante.
Así pues, Shyamalan como Cooper son este par de padres orgullosos de sus hijas, sumamente consentidores, pero que al llegar a casa tal vez no estén tan contentos con su rol como figuras paternas. Cooper mata el aburrimiento asesinando gente, y Shyamalan mata el tedio haciendo películas palomeras, divertidas, pero poco trascendentes, como esta.