Dos de las mejores actuaciones del año están presentes en esta película sobre los inicios de Donald Trump. Sebastian Stan y Jeremy Strong merecen todos los premios.
Con The Apprentice (USA, 2024) - cuarto largometraje en su filmografía- el director Ali Abbasi (Shelley, Border, y la estupenda Holly Spider) logra algo que a la sazón parece contraproducente: humaniza a un ser tan aberrante como lo es Donald Trump.
La historia inicia en la década de los años 70 's. Ahí vemos al joven Donald Trump, sentado en la mesa familiar junto con sus cinco hermanos, su madre Mary Anne (Catherine McNally) y el patriarca, Fred Trump, Sr. (Martin Donovan).
No son momentos felices para los Trump, el gobierno los está demandando por discriminación racial: al parecer el Sr. Trump no permite que afroamericanos renten en la famosa Trump Village, un gran complejo de pequeños departamentos cerca de Coney Island.
La tensión es notoria. Trump Sr. no se muestra particularmente cariñoso con ninguno de sus hijos, se burla del mayor, Freddy (Charlie Carrick), por dedicarse a ser piloto de aviación comercial -”eres básicamente un chofer”-, y no es menos duro con Donald, quien por esas fechas se encargaba de ir personalmente a pedir la renta, departamento por departamento, en la Trump Villa, aguantando las mentadas de madre y malos tratos de la mayoría de los inquilinos.
Pero Donald Trump (un magnífico Sebastian Stan) no piensa quedarse con los brazos cruzados, sus sueños de grandeza apuntan a Manhattan: renovar un viejo edificio abandonado en la Quinta Avenida, El Commodore, para volverlo el más lujoso hotel que haya visto la ciudad. Es una locura, y el primero en decírselo es su padre, y después la ciudad misma: Nueva York vive uno de sus momentos más tristes, es una ciudad a punto de la quiebra, llena de suciedad, crimen y ratas. Todo ello eventualmente lo superaron, todo menos las ratas.
Por azares del destino, Trump conoce a Roy Cohn (extraordinario Jeremy Strong), uno de los abogados más voraces y sin escrúpulos de la época. Un auténtico tiburón amigo de políticos, de empresarios y de mafiosos, a todos los atendía por igual. El guión, escrito por (Gabriel Sherman) no es claro en este aspecto: ya sea porque le cayó en gracia el joven Trump, ya sea porque le atrajo físicamente, ya sea porque le pareció interesante el juego, Cohn no solo ayuda a Trump, sino que en más de un sentido se convierte en su mentor, en el padre que nunca tuvo.
The Apprentice es una cinta que nos ayuda a entender (que no justificar) al Donald Trump de hoy: ese individuo incapaz de aceptar una derrota, que no se cansa de atacar y atacar a sus contrincantes así sea con una metralla de mentiras, un tipo que cuando la realidad le es adversa se construye la propia (“they’re eating the dogs, they’re eating the cats”).
Una de las razones por las que la crítica norteamericana ha destruido esta cinta es que “no muestra nada que no supiéramos”. Y no tendría por qué hacerlo: el cine es el peor maestro de historia. El filme construye un relato (basado casi en su totalidad en hechos verificables) , y lo mínimo que se le puede exigir es que nos cuente bien el cuento, sin aburrirnos. El director Ali Abbasi lo hace estupendamente, sabe generar tensión, narra con un ritmo vertiginoso que nunca genera sopor, pero principalmente se muestra como un extraordinario director de actores.
Y es que tanto Sebastian Stan como Jeremy Strong van más allá de simplemente convertirse en una botarga de sus personajes. En la primera hora de metraje, Stan no se muestra como el Trump que todos conocemos, carece de los tics, de los ademanes, los manierismos verbales y físicos. Eso sucede poco a poco mientras avanza la película, y en no pocos momentos el público se sorprende por lo orgánico del trabajo de Sebastian Stan, quien claramente ha estudiado a Trump hasta habitarlo tanto en su ingenuidad como en su infinita borrachera de poder.
Por supuesto, la película no tiene contento al Donald Trump de carne y hueso. Amenazó con demandar, declaró que la película era una porquería, e hizo gala de su poder para intentar frenar su estreno. La ventaja es que Ali Abbasi ya está acostumbrado a incomodar al poder. Con su anterior cinta, la extraordinaria Holy Spider (2022), el congreso iraní montó en furia por el tema de la película (un thriller policiaco sobre los feminicidios en Irán), amenazando al director, a los productores y prohibiendo la exhibición de la cinta.
“No es extraño que eso pasara en Irán”, dice el director, “pero yo pensé que en Estados Unidos había libertad de expresión”.
Y en efecto, con The Apprentice, Ali Abbasi humaniza a Trump, pero esto no debe entenderse como un abrazo al tirano. Tildar de “monstruos” a este tipo de políticos, de dictadores, de autócratas, es la salida fácil. Porque la verdadera tragedia es cuando te das cuenta que no son monstruos, que son seres humanos, de carne y hueso, y que aún así actúan con la impunidad, la displicencia y el autoritarismo que los caracteriza. Entender eso resulta incluso más aterrador.
Alejandro Alemán