Va primero una advertencia: encuentro muy complicado que al ver este documental - Super/Man: La historia de Christopher Reeve (USA, Reino Unido, 2024)- no suelten al menos una pequeña lágrima.

Pero ojo, no estamos aquí ante el tipo de película que afanosamente busque arrebatarnos el llanto, simplemente es que la historia de Christopher Reeve lleva consigo la tragedia no solo de un hombre que (en sus propias palabras) quedó sentenciado al encierro dentro de su propio cuerpo, sino también la tragedia del actor que quedó atrapado dentro de un personaje del cual nunca se pudo deslindar.

Y es que la gran desdicha de Reeve fue que, tanto la enfermedad como su papel más icónico, le condenaron a nunca poder probarle al público (y acaso a sí mismo) que él era más que una capa roja y unas mallas azules.

La historia se presta para un documental convencional, no obstante los directores a cargo de esta pieza, Ian Bonhôte y Peter Ettedgui, inteligentemente desechan una narrativa lineal y mejor inician por el final: con el trágico accidente que el 27 de mayo de 1995 sufrió Christopher Reeve, una fatal caída montando a caballo en una competencia ecuestre.

Las horas que siguieron fueron de angustia, el pronóstico era reservado, y si bien el actor pudo salvar la vida, nada sería igual. Este hombre de carrera prometedora, famoso a niveles mundiales por ser el Superman del cine, un hombre que no sabía quedarse quieto (lo mismo montaba a caballo que esquiaba o piloteaba aviones) quedó paralizado del cuello para abajo cuando apenas tenía 42 años.

Los hechos son narrados en su mayoría por sus hijos, Matthew y Alexandra Reeve Givens (hijos que tuvo con su primera pareja, Gae Exton) junto con Will Reeve (hijo que tuvo con su esposa, Dana, quien falleció de cáncer 18 meses después de la muerte de Reeve). Pero a pesar de la intimidad que sus testimonios otorgan al documental, es la voz en off de Chris Reeve (cortesía del audiolibro sobre sus memorias, publicado en 2002) la que le impregna una densidad narrativa muy particular.

Es en la larga convalecencia y posterior recuperación que el guion (escrito por los directores junto con Otto Burnham) encuentra los pretextos ideales para viajar al pasado y conocer los inicios de Reeves, sus años en Julliard, su amistad legendaria con su compañero de dormitorio, Robin Williams, sus inicios en el teatro y aquella oportunidad que se le presentó para audicionar en una película con Marlon Brando. “No lo hagas, te vas a vender”, le espetó un muy serio William Hurt, otro de sus compañeros de Julliard.

El compromiso que Reeve tuvo con el personaje, así como el carisma nato de él como actor, dejan en claro por qué su versión de Superman sigue siendo insuperable.

Es en este viaje de remembranza que el documental hace una escala interesante. Luego del éxito de Superman (Donner, 1975) y las posteriores secuelas (todas en calidad descendente), el documental explica que Reeve nunca se casó con su primera pareja, Gae Exton. Hijo de un matrimonio resquebrajado desde que él era un niño, Reeve al parecer no creía en la institución matrimonial, incluso aún cuando tuvo dos hijos con Gae. Pero, ya con la fama a tope, el actor comenzó a salir a fiestas sin su pareja, hasta que finalmente se separaron.

Ello decepcionó a varios fans y le trajo algunas críticas, y es que para la gente, para el público, Reeves era Superman, y como tal debía seguir un código moral impoluto. Su negativa a casarse y su periodo de parranda eran una traición a esa imagen, una loza que injustamente cargaba el actor. Qué bueno que Reeve no vivió en la era de las redes sociales, ni Super man hubiera escapado a la cancelación.

Tras un periodo de recuperación y largas terapias, Reeve decidió no quedarse inmóvil, se convirtió en un defensor incansable de los supervivientes de lesiones de la médula espinal, lo que marcó el comienzo de una nueva etapa en su carrera. Aprovechando sus conexiones con políticos y gente poderosa, Reeve fundó su propia institución para apoyar la investigación para la cura de su enfermedad y de muchas otras que mantienen paralizados a miles de pacientes. Su meta era clara: lograr que él, como muchos en su condición, pudieran volver a caminar.

El mayor mérito de esta cinta es que se vuelve un vehículo que visualiza las condiciones en las que viven miles de personas que sufren algún tipo de parálisis o discapacidad.

“No soy un héroe”, declaraba insistente Reeve, luchando por su derecho a ser un simple actor en búsqueda de nuevos retos y nuevos papeles que interpretar. Pero la vida se encargó de demostrarle lo contrario. En algún punto del documental, alguien dice que “Un héroe es una persona común y corriente que encuentra la fuerza para perseverar”, si esto es verdad, entonces sin duda Christopher Reeve nos abandonó siendo dos veces un héroe.

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