Una de las críticas más recurrentes hacia las series sobre la cultura del narco (principalmente a aquellas que se transmiten por la plataforma de Netflix) es que “glorifican” la figura del narcotraficante y la violencia que este ejerce.
No debatiré aquí sobre la validez de esas críticas, en todo caso me parece que son los mismos argumentos que se esgrimen contra los narco corridos y demás productos de cultura popular sobre este fenómeno. Es un argumento muy cercano (y por ende falaz) a aquel que asegura que las películas violentas producen violencia.
No obstante hay un conflicto innegable en este tipo de series, y es el tratamiento que se da a las víctimas, mismas que usualmente son carne de cañón de la narrativa: personajes cuyo fin es ser parte de la pila de muertes y que en el peor de los casos termina siendo revictimizada.
Esa inquietud por contar las historias del narco desde otro punto de vista es la semilla que dio origen a SOMOS, la nueva serie de Netflix creada por el productor James Schamus (historiador, productor y creador de FOCUS Features) basada en el reportaje “Anatomía de una masacre”, publicado en 2017 y escrito por la ganadora del Pulitzer, Ginger Thompson. La adaptación corre a cargo de Monika Revilla (guión de El Baile de los 41 y La Casa de las Flores) junto con la novelista Fernanda Melchor.
Tanto la serie como el reportaje en el que está basada, son una crónica de la matanza ocurrida en Allende, Coahuila, entre los días 18 y 20 de marzo de 2011. Se trataba del penúltimo año del gobierno de Felipe Calderón, en la infame era de la llamada “guerra contra el narco”.
En aquel periodo de tres días, los Zeta literalmente arrasaron con el pueblo, derrumbando casas con bulldozers, matando civiles a sangre fría, incluso a bebés. Los testimonios recogidos por Ginger Thompson dieron como resultado no solo el relato de auténtico terror sino la mecánica de lo sucedido: y es que agentes de la DEA tenían intervenidas las comunicaciones de los Zeta, pero en un acto de torpeza criminal, compartieron la información con las autoridades mexicanas.
Es así como los famosos Zeta 40 y Zeta 42 se enteran de la emboscada por venir y deciden, con sangre fría, masacrar al pueblo de Allende antes de que la DEA siquiera intente detenerlos.
Pero SOMOS, la serie, narra estos hechos de otra forma y desde otro punto de vista. Con tan solo seis capítulos de duración (que oscilan los 40 minutos), lo que se nos presenta en pantalla es un mosaico de personajes e historias de varios pobladores de Allende: un par de aguerridos bomberos, una chica adolescente que se une al equipo masculino de fútbol americano, un poderoso ranchero y su hijo medio bueno para nada, un narco de poca monta que es el encargado de entregarle telefonos Blackberry nuevos cada quince días a los Zetas, una chica prostituta y los dos mejores personajes de la serie, la aguerrida vendedora de “jochos”, Doña Chayo (extraordinaria Mercedes Hernández) quien eventualmente terminará trabajando con un narco local con tal de tratar de sacar de la cárcel a su yerno, el bienintencionado pero medio sonso Paquito (Jesús Sida, actor no profesional que se roba toda la serie) quien es encarcelado, sin deberla ni temerla, y llevado al Penal de Piedras Negras, fábrica de sicarios de los zetas.
La serie demanda una fuerte cuota de entrada, y es que al menos durante los dos primeros capítulos lo que vemos es la rigurosa presentación de cada uno de estos personajes para, poco a poco, involucrarnos en sus historias de vida. El proceso puede ser largo, pero irremediablemente efectivo, y aunque se podría argumentar que algunos de los personajes sobran, al llegar el tercer capítulo uno ya está completamente involucrado con las historias de los valientes bomberos que se niegan a acatar las amenazas de los narcos, del trío amoroso entre la chica que juega fútbol americano con sus compañeros hombres y al cual ya se ligó a uno “solo como amigos”, o la inesperada caída al infierno penitenciario del pobre Paquito cuyo futuro se torna cada vez más oscuro, no obstante los esfuerzos de Doña Chayo quien le sentencia a su hija: “Lo más peligroso para una mujer es enamorarse”.
El diseño de producción es digno de recibir premios. Filmada en locaciones de Durango y Coahuila, con la mitad del reparto compuesto por actores no profesionales (nunca es evidente cuál es cuál), hay un cuidado casi obsesivo por el detalle, no sólo en las locaciones, en los props (ese carrito de Hot Dogs no parece haber sido creado para la ocasión), sino también en el sorprendente diseño de audio. Los personajes no parecen impostados frente a los escenarios, realmente crees que son personas que viven en aquel lugar.
Ya rumbo al final, queda claro cómo el narco termina infiltrándose de una u otra manera en cada rincón del pueblo, a veces incluso de maneras insospechadas, para al final, recibir la furia destructora de los dioses del narco.
La diferencia aquí es que todo se observa desde la perspectiva de los pobladores, jamás vemos a los jefes zetas ordenando la masacre, solo empieza la caravana de camionetas y camiones de redilas llenos de reos del Penal de Piedras Negras, armados con sendas metralletas y en el peor de los casos con palos y piedras.
La mayor parte del tiempo la violencia es sugerida, pero la gran diferencia es que aquellos personajes que en alguna otra serie serían simples extras, ahora son protagonistas, y sus muertes nos importan. Esa es la gran diferencia de una serie como SOMOS.
La tragedia en todo caso es que esto sigue ocurriendo hoy día en el país, cada vez más estados se ven subyugados por la violencia del narco que sigue matando civiles a plena luz del día “para calentar la plaza”.
Justo por eso es necesario conocer estas historias que quedan truncas por la furia del narco.