Do you Remember? Todo en Robot Dreams (España, Francia, 2023) va sobre recordar: una vieja ciudad, una vieja amistad, un mundo donde lo análogo aún dominaba, donde la música provenía de cassettes y donde conectar con otro no estaba a un click de distancia.

Basada en la novela gráfica homónima -escrita e ilustrada por la artista norteamericana Sara Varon- estamos en una colorida Nueva York de principios de los años ochenta, pero en esta versión de la Gran Manzana quienes la habitan son animales antropomorfizados. Así conocemos a Perro, un adorable can que vive en un pequeño departamento y que pasa los días jugando Pong, viendo la tele y comiendo macarrones con queso calentados en el microondas.

Perro se siente solo, pero la solución llega pronto gracias a la televisión: un comercial promueve un nuevo modelo de robot armable que podría ser su nuevo mejor amigo. Y el comercial no miente, después ordenarlo por teléfono, recibirlo, seguir las instrucciones y unir cuidadosamente las piezas, el Robot cobra vida y se convierte en el mejor compañero que cualquiera pudiera pedir: ambos ven películas juntos, comen hot-dogs, pasean por la ciudad, se cuelan en el metro y, en uno de los momentos más emotivos del cine de 2024, ambos bailan en Central Park al ritmo de ‘September’, el hit disco funk de la banda setentera Earth Wind & Fire.

Después de ver esta película nunca más volverán a escuchar esa canción de la misma forma. Y es que, en medio de tanta felicidad, viene la tragedia: luego de esos Días Perfectos, Perro y Robot van a la playa, pero algo pasa con este último que no puede moverse más y queda varado en la arena. Perro intenta cargarlo, arrastrarlo, llamar a emergencia, pero todo es inútil. Al día siguiente va con herramienta para tratar de arreglar a su amigo, pero resulta que la playa está cerrada y no podrá entrar sino hasta junio.

No hay nada por hacer (?) más que esperar a la fecha en el calendario. Mientras, a la intemperie y a merced de lo que pueda venir - ya sea unos pajaritos que hacen su nido a lado de él, ya sea unos facinerosos conejos que lo quieren usar como píeza de refacción- Robot comienza a soñar, y por supuesto sueña con volver con Perro, sueña con una Nueva York que se mimetiza en Oz, sueña con ser reparado y volver a caminar. Y así, entre sueño y sueño, silba con el poco aliento que le queda, la canción con la que él y su amigo Perro bailaban cuando estaban juntos y eran felices.

Contrario a lo que pudiera pensarse, esta es una cinta española - francesa, y la dirección corre a cargo del bilbaíno Pedro Berger, quien por diversas razones demuestra que es el mejor calificado para realizar esta cinta: Robot Dreams es una película sin diálogos, como su muy

excéntrica versión (en blanco y negro, además) de Blancanieves (2012), y con una pulsión retro como la de su ópera prima Torremolinos 73 (2003), estrenada en México bajo el título Por no Quedar Pobre.

Pero lo que probablemente más sirvió para este proyecto es el hecho de que Berger vivió diez años en Nueva York, lo cual explica la exactitud con la que reconstruye la iconografía pop de una ciudad disímbola, el retrato perfecto de su fauna (aquí literalmente) y de sus expresiones culturales tan diversas. La Nueva York de Berger se siente viva y colorida, navega entre la nostalgia de Woody Allen, las Calles Peligrosas de Scorsese y el Brooklyn de Spike Lee. Esta ciudad está llena de gente, y por eso tal vez la soledad pega aún más.

La animación es engañosamente simple, de trazo limpio, con movimientos que recuerdan al estudio Aardman y que no obstante su sencillez presume una obsesión por los detalles: los letreros, las marcas, la gente, los grafitis y los vedados cameos (¿ese de ahí era Basquiat?). La música y el score impregnan atmósferas en una cinta que no tiene una sola línea de diálogo pero que -sin ser muda- suena todo el tiempo a lo que suena la ciudad: su caos, su ritmo, su gente. Robot Dreams es un retrato fascinante de una Nueva York que ya no existe.

Minimalista pero no por ello sencillo, Berger no ceja en llevar hasta las últimas consecuencias su guión, cándido por momentos, surreal por instantes, pero en su punto más álgido, desalmadamente cruel. Y es que, en su deseo por llegar a ese final (que evidentemente no revelaré), recurre a una decisión que no me parece del todo lógica: ¿realmente la mejor opción para Perro era esperar tanto para poder rescatar a su amigo?

Innegablemente hermosa, intoxicante en su nostalgia, dolorosa en su melancólica representación de la soledad y el abandono, Robot Dreams reconoce la imposibilidad de remover de nuestra memoria los recuerdos de felicidad que tuvimos con alguien que ya no está. Y su propuesta es justo abrazarlos, nunca olvidarlos, pero también seguir adelante, por mucho que ello duela.

Do you remember?

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