Nota: este texto revela puntos importantes de la trama. O dicho de otra forma: tiene spoilers.
Cassie (Carrie Mulligan) es una mujer con un “hobbie” muy particular: todas las noches va sola a algún bar (vestida de falda y escote) para hacerse pasar por una mujer ebria. La situación es invariablemente aprovechada por algún “buen hombre” que se compadece y le ofrece llevarla a casa, aunque al final terminan en el departamento de él. Y justo cuando el buen samaritano intenta desnudarla, besarla, llevarla a la cama, ella les revela que no está borracha sino todo lo contrario. La presa se vuelve cazadora.
El gran triunfo de Promising Young Woman es justo la sátira inicial sobre estos “aliades feministos”, hombres que se autodenominan como “buenas personas”, que lo mismo se dicen feministas para luego quedar en evidencia, en este caso frente a nuestra Vengador(a) Anónima (Winner, 1974).
Cassie tiene un motivo para hacer todo esto, y es que hace algunos años, cuando ella era una prometedora estudiante de medicina, su mejor amiga Nina se suicidó, producto del trauma que le provocó ser violada en una fiesta, justo cuando ella estaba absolutamente ebria.
La fantasía de venganza no es algo ajeno al cine. Que una directora -la también actriz y debutante cineasta Emerald Fennell- armara esta fantasía de venganza feminista contra el heteropatriarcado es (al menos en concepto) un ejercicio que se antojaba atractivo e incluso hasta necesario.
El problema es que conforme la trama avanza, la efectividad de su sátira y el tono de la película se tornan contradictorios. Resulta que Cassie no es como tal una vengadora, sino más bien una aleccionadora: justo cuando tiene en sus garras a la presa, opta por el escarnio moral antes que por una resolución violenta (el filme nos engaña al inicio, cuando vemos a Cassie con marcas de algo que parece sangre en su ropa).
Es evidente que el guión, el personaje y la situación misma exigen no anclarse a la realidad sino jugar con las posibilidades de un personaje que claramente no podría existir sino en la fantasía revanchista que en principio parece ofrecer.
Más tarde, Cassie conoce a un hombre, uno que parece decente, aliado, simpático y perfecto. Ello la hace desistir de sus prácticas nocturnas, poniendo en pausa su venganza moral. Pero cuando se entera que aquel hombre fue cómplice en la violación de su amiga, ahora si vendrá la venganza violenta que tanto esperábamos.
Es aquí donde la película comete su más grande error. En su intento por hacer justicia por su propia mano, Cassie es asesinada por el mismo agresor que violó a su amiga. No obstante, la mujer tenía pensado aquel escenario y deja en marcha un plan B que finalmente triunfa, llevando a los agresores a la policía, completando así su “venganza”.
El problema con este final es que sigue perpetuando el hecho de que las mujeres que se enfrenten a la violencia machista terminarán muertas. Al no decidirse entre un tono realista, fársico, cómico o pop noir, la película mantiene los vicios que dice condenar: no hay destino alguno más que el de ser víctimas, los hombres siempre ganarán toda vez que, aunque estén encarcelados, al menos seguirán vivos.
En su ópera prima -Get Out! (2017)- Jordan Peele se enfrentó a una decisión similar. ¿Debería el protagonista (Daniel Kaluuya) morir en su intento de huir de la familia de siniestros blancos millonarios que quieren literalmente poseerlo?, ¿o acaso la situación es tan extrema que habría que apelar a la lógica de que un negro jamás sobreviría a tal situación?
El dilema para Peele fue tal que incluso filmó dos finales: uno (el que conocemos) donde su amigo policía lo rescata, y otro donde el oficial que baja de la patrulla no es otro sino el policía blanco del principio de la cinta quien, evidentemente, procedería como todo policía blanco procede cuando ve a un negro con un arma.
Peele optó por la opción más inteligente aunque pudiera acusarle de inverosímil. En su cinta triunfa su protagonista, huye de los blancos, los asesina y sobrevive a sus diabólicos planes. En el mundo real seguramente la policía lo habría acribillado, o le hubiera puesto la rodilla en el cuello hasta matarlo.
En Promising Young Woman pasa lo contrario, la protagonista muere, y aunque su venganza esté consumada, ¿de qué sirve al estar ella muerta?
La película, empero, es un entretenimiento ligero que funciona exclusivamente por la actuación de Cary Mulligan, quien se adueña del papel al grado de emocionarnos en su cruzada por los hombres, incluso aunque esta resulte tan inútil como ya lo analizamos.
Es importante que las narrativas de fantasía nos ayuden a imaginar otros mundos posibles. Y por ello Promising Young Woman es tan decepcionante, por que a pesar de las inconsistencias de tono y de los momentos absurdos (el abogado arrepentido), queremos que Cassie lleve a cabo su venganza. Lo hace, pero convirtiéndose en otra víctima y perpetuando la idea de que el destino de tantas mujeres violentadas o que se enfrentan al heteropatriarcado no puede ser otro sino la tumba.