En su ópera prima, la cineasta mexicana Liora Spilk nos muestra a un personaje fascinante, tan divertido como malhumorado, el gran Pedro Friederberg.

Uno de los peores lugares de partida para filmar un documental es la admiración. La admiración del documentalista hacia su objeto de estudio suele nublar la vista y genera auténticas apologías que no sirven de nada al público.

Lo anterior no le causa problema a la realizadora mexicana Liora Spilk Bialostozky: ella admira el arte de Pedro Friedeberg, su artista favorito desde pequeña, cuando vio varios cuadros del reconocido diseñador mexicano colgando en casa de su abuela.

Aprovechando que es fin de cursos y necesita un documental para graduarse, Liora decide que no hay mejor tema para filmar que el arte del admirado Friedeberg. Lo contacta a través de su abuela (quien en sus años mozos compraba y vendía arte) y lo entrevista.

Lo que vemos a cuadro es un desastre: una documentalista que no sabe hacer entrevistas, que le gana el asombro de tener de frente a su admirado autor, mientras que al otro lado tenemos a un Pedro Friedeberg visiblemente incómodo con la cámara, molesto de que le hagan siempre las mismas preguntas. Pedro contesta casi con monosílabos, que sólo hacen más evidente la novatez de la joven cineasta.

Liora no se deja vencer, pero Pedro sigue siendo elusivo. En una nota el artista le propone a la cineasta en ciernes que en lugar de entrevistarlo mejor le pregunte a sus contemporáneos sobre su obra “y tan tan”.  La cineasta obedece: entrevista a Poniatowska y al mismísimo Josué Luis Cuevas. Ambos coinciden en que Pedro Friedeberg es un personaje en sí mismo “malvado pero inteligente” dice la escritora.

Lo que veremos a continuación son dos historias en paralelo: Pedro va cediendo, parece que le causa gracia o tal vez ternura ver a esta joven novata buscarlo e intentarlo una y otra vez -”no soy acosadora… usted no tiene un documental y yo quiero hacerlo”. Por otro lado somos testigos de cómo Liora Spilk avanza en su proceso de volverse cineasta, se muestra más segura tras la cámara, hace mejores preguntas a un Pedro quien, no obstante, insiste en que la cineasta lo “tortura” con sus cuestionamientos.

Pedro (México, 2022), es una fantástica cinta sobre el arte, la amistad y el fino ejercicio del mal humor. Liora tiene la fortuna de tener frente a su cámara a un ser absolutamente seductor y carismático, con un gran sentido de la estética, enemigo de la seriedad y la solemnidad, que le molestan los elogios pero que en el fondo sabe que es un gran artista.

Hábil en el uso del sarcasmo, de la ironía y del humor constante, la amistad entre Pedro y Liora crece como va creciendo este documental. La cineasta tardó diez años en concluir su cinta, pero todo hace sospechar que en realidad ella no quería perder el pretexto con el cual podía seguir conviviendo con este hombre tan fascinante, culto y a la vez enojón y simpático, con opiniones severas sobre el arte y su mundillo.

Si Jep Gambardella (Toni Servillo en la extraordinaria La Grande Belleza, Sorrentino, 2013) fuera un personaje de la vida real se llamaría Pedro Friederberg.

Dicen que un cineasta nunca acaba una película, simplemente la abandona. Rumbo al conmovedor final, luego de diez años de amistad (que afortunadamente no acabarán ahí), Liora Spilk decide finalmente acabar/abandonar su documental. Lo hace con una nota altísima, una visita a Veracruz junto con Pedro que nos demuestra que la otrora cineasta en ciernes ahora sabe hacer las preguntas adecuadas, sabe manejar el encuadre y sabe crear atmósferas.

Probablemente nada de lo anterior le importa en realidad a Liora, ella es feliz viajando con uno de los personajes que más admira, y es inevitable no estar feliz por ella -por ambos- en un cierre absolutamente entrañable a este relato que mezcla arte, amistad y (mal) humor.

Pedro se exhibe en varias salas del circuito nacional. Consulte cartelera

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