En un video reciente de su canal de Youtube, el director David F. Sandberg (Lights Out, Annabelle: Creation, Shazam!) expone que una de las grandes lecciones que ha aprendido en su corta pero fructífera carrera como director de cine es que el audio es muchas veces más importante en una película que la imagen.
Para demostrar su punto, el director exhibe un clip de alguno de sus filmes en dos versiones: uno con imagen muy pobre pero con muy buen sonido, y otro con la imagen prístina pero con el audio completamente sucio. “¿Cuál de los dos clips continuarían viendo?” pregunta Sanberg. Y la respuesta es obvia: aquel en el que la imagen no se ve del todo bien pero el audio se escucha.
Esto viene a colación porque no es usual saber que un editor de sonido brinque al puesto de director de un largometraje, pero luego de entender que el audio muchas veces es más importante que lo visual, se entiende como un paso natural.
Hablo del caso de Noches de Julio (México, 2019), película mexicana de reciente estreno en cartelera y que está dirigida por Axel Muñoz (sonidista de importantes filmes como Somos lo que hay, González, Güeros, Los Hamsters) con un guión de Claudia Garibaldi.
Situada en la Ciudad de México, aunque en una época no bien especificada (podría ser época actual pero la ausencia de teléfonos celulares delata que probablemente esto pase, simplemente, en un momento indefinido), el filme nos vuelve cómplices de Julio (Hoe Meléndez en otro papel que pareciera escrito a su medida) un adolescente que trabaja en una tintorería de la CDMX y que sirve de vehículo para su muy particular obsesión: coleccionar la vida de extraños a partir de conocer su ropa, de seguirlos, e incluso de meterse en sus casas.
Julio allana moradas, y aunque en algunos casos sustrae objetos personales (usualmente fotos) de sus “victimas”, el impulso de julio no es criminal, más bien estamos ante el retrato de una soledad que busca, aunque no sabe cómo, relacionarse con otros, con la torpeza de quien simplemente no sabe (¿o no le interesa?) establecer lazos de manera común.
La cinta recuerda de inmediato a 3 Iron, una de las mejores películas del coreano Kim-ki Duk donde otro adolescente entraba a las casas de personas que estaban de vacaciones para adueñarse, inadvertidamente y por unos instantes, de sus vidas.
Cual fantasma citadino, Julio es un personaje voyerista que nos refleja a nosotros mismos. ¿O qué otra cosa es la cinefilia sino un voyerismo patológico? Nos encanta saber y asir la vida de gente que ni conocemos, nos volvemos testigos de sus historias, nos angustian sus dramas y nos divierten sus días felices.
Con énfasis particular en la importancia del sonido (el rozar con la ropa de los clientes, el ruido de la bolsa con la que guarda la ropa ya planchada), Axel Muñoz no deja de lado la importancia del aspecto visual y el manejo de espacios. Las imágenes constantemente nos dicen algo sobre Julio: aquella secuencia donde sale de su casa y se vuelve un ser desdibujado a partir de los mosaicos transparentes de una de las paredes del edificio donde vive, su correr en cámara lenta por la CDMX o la forma en como la cámara de Oswaldo Toledano sigue a Sofía (hermosa Johanna Murillo) una de las obsesiones fetichistas del personaje que eventualmente responderá a la intrusión.
El vicio moderno de tomar todo con una literalidad extrema podría nublar la apreciación de la cinta. Estamos pues frente a una metáfora melancólica sobre la soledad de un personaje y su obsesión por asirse, de maneras poco ortodoxas, a la vida de otros. Lo interesante será cuando alguna de las “victimas” voltea de regreso, como la ya mencionada Sofía o la otra obsesión femenina del personaje, Mara (Florencia Ríos) una chef con la que comparte este ánimo intrusivo-voyeurista.
Noches de Julio es una película ambiciosa que podría ser un absoluto desastre a no ser por el cuidado y pasión con el que se despliega, desde las actuaciones, las imágenes, el manejo de los espacios y claro, el sonido de esta extraña historia de soledades que se encuentran.