Con un timing que no parece ser mera coincidencia, Netflix estrena esta semana (justo a tiempo para el 8 de marzo) la película Moxie (USA, 2021), adaptación a cine de la novela homónima escrita por Jennifer Mathieu y dirigida por la actriz, comediante y directora Amy Poehler.
Es imposible que la presencia de Poehler no nos predisponga un poco (o un mucho): estamos hablando de una comediante emanada de SNL, estrella de la serie Parks And Recreation, y dupla constante de Tina Fey, quien fue guionista de Mean Girls (Waters, 2004). Así que cuando uno escucha que Amy Poehler está dirigiendo una cinta de chicas adolescentes en la preparatoria y que además son unas rebeldes que quieren tirar el patriarcado, ¡vamos!, obvio queremos ver eso.
Me apena ser el portador de malas noticias pero el hecho es que esta producción de Netflix, debe ser la cosa más solemne en la que se haya involucrado Amy Poehler jamás.
Moxie va de más a menos. Poehler misma tiene un papel como Lisa, una madre soltera cuya hija, Vivian (Hadley Robinson) es una chica tímida y un tanto sumisa. Vivian tiene como mejor amiga a Claudia (Lauren Tsai) y ambas acuden a una preparatoria que es todo un pilar del machismo: su estrella de futbol -Mitchell (Patrick Schwarzenegger)- es un patanazo acosador de mujeres, los hombres de la escuela hacen una lista anual sobre quién de las chicas tiene los mejores pechos, el mejor trasero o quien es la más “dable” (Nota: yo pensé que esto era una licencia que se tomaba la película, pero me dicen que eso es una práctica común en las prepas y secundarias nacionales.) y para colmo la directora de lugar prefiere ignorarlo todo y no meterse en problemas.
Vivian está harta y cuando ve las viejas fotos de su madre, contestaría y activista, decide hacer -de manera anónima- un fanzine que distribuye en el baño de las chicas para alzar la voz sobre esos y muchos problemas más que suceden en la prepa.
Para empezar, no creo que alguien el día de hoy sepa siquiera que es un fanzine, ni cómo se hacen, ni para qué sirven. No entiendo por qué alguien se tomaría la molestia de hacer uno, ¿no era más fácil y efectivo hacer unos cuantos posts en Facebook o unos hashtags en Twitter?
Pero de los problemas ese es el menor, lo realmente terrible es que, aunque el inicio de la película es divertido y hasta esperanzador (por supuesto que quieres que estas mujeres le partan la cara al heteropatriarcado), la película cada vez se hunde más en un pantano de solemnidad atroz.
Cuando las cosas se complican, cuando la directora amenaza con expulsar a quien sea quien esté editando el fanzine, y cuando Vivian se da cuenta que no siempre se gana, la película se pone tan insoportable como el personaje de Hadley Robinson. La trama se eleva a nivel de sermón y el poco humor que había se extingue totalmente.
Lo peor es que los personajes detestables son los mejores actuados: el hijo de Schwarzenegger lo hace muy bien como malo de malolandia, y Seth (Nico Hiraga) derrama azúcar en su papel de “aliado feministo”, otra arista sumamente cuestionable de la cinta.
Así, el filme de Poehler no solo es una mala película, sino que resulta algo peor: una cinta que banaliza el movimiento feminista, que lo retrata como si fuera una moda y que en poco ayuda a condenar o hacer visible las muchas historias de cientos de mujeres que están allá afuera, ellas si, tratando no sólo de romperle la cara al patriarcado, sino pidiendo algo tan simple como ser respetadas.