El cuarto largometraje del realizador norteamericano Michael Mohan, Immaculate (E.U., 2024) puede analizarse por dos vías. La primera: estamos ante una pieza en apariencia típica del llamado nunsploitation -subgénero del terror donde las monjitas se convierten en vehículos de herejías y actos de terror indecibles- con tintes del giallo italiano (Suspiria, Argento, 1977) donde Cecilia (Sydney Sweeney), es una joven monja que llega de los Estados Unidos a Italia (sin saber ni gota de italiano, cosa que me parece bastante tonta pero que no deja de ser divertido cómo lo resuelve la película) para tomar sus votos.

Es recibida por el padre Tedeschi (Álvaro Morte, muy en su papel), quien en una plática casual se vuelve confidente de la chica: ella le platica que su devoción a dios surgió luego de un terrible accidente en un río congelado en Michigan donde la chica estuvo técnicamente muerta por varios minutos para luego resucitar. “Dios me eligió”.

Aquel episodio se vuelve razón suficiente para que Cecilia renuncie a los placeres mundanos y carnales para entregarse con toda devoción a cristo. En esas estamos cuando ocurre un hecho absolutamente inesperado, Cecilia lleva en su vientre una vida, que luego de rigurosa investigación (preguntarle tres veces si no estuvo o ha estado recientemente con un hombre) se llega a la única conclusión posible: esto es un milagro, el espíritu santo es el responsable y por lo tanto, el nuevo mesías está por llegar.

O dicho de otra forma, Cecilia, sin quererlo ni buscarlo, está embarazada. Ya no es su cuerpo, ni tampoco fue su decisión.

Desde el año 2014, Sydney Sweeney habría audicionado para ser la protagónica de esta cinta que en aquel entonces no se concretó. Hoy, tras la fama de Euforia, la película se convirtió en el passion project de la actriz. Y esta es la segunda vía de análisis: Immaculate no es sino un muy eficaz vehículo de lucimiento para una actriz que, ya no hay duda, se está convirtiendo en una estrella.

Y es que no solo hay que destacar su presencia en pantalla, el correcto uso de su mirada y su sonrisa angelical en contraste con ese cuerpo que grita pecado así como las no pocas escenas perturbadoras del filme nos confirman que Sydney tiene rango como actriz, pero tiene aún más rango como empresaria y mejor agente de relaciones públicas de sí misma.

Y es que la propia Sydney se hizo del proyecto y se convirtió en productora ejecutiva del mismo, contrata al director Michael Mohan (con quien ya había trabajado un par de veces), enlista al español Álvaro Morte (quien ella ya había visto en la multi famosa La Casa de Papel) y hasta se trae a una colega de la segunda temporada de White Lotus (Simona Tabasco, en un papel pequeño interpretando a la hermana Mary).

El resultado es una auténtica sorpresa. La cinta está filmada con brío, privilegiando una estética barroca que crea atmósferas ominosas, de opresión constante y oscuridad perenne, donde lo único que brilla son justamente los ojos de una Cecilia que con auténtico terror se da cuenta que está embarazada y que todos alrededor parece que quieren una parte de ella.

Hay dos conexiones imposibles de no hacer. Primero la obvia: tanto Mohan, como el guionista (Andrew Lobel), y la propia Sydney saben que esta cinta camina sobre los pies de un gigante llamado Polanski y una opus magna llamada Rosemary’s Baby (1968).

Pero también es cierto que -cosas del destino- la trama se parece demasiado a otra película de reciente estreno, The First Omen (Stevenson, 2024), precuela del poderoso clásico de terror The Omen (Donner, 1976) donde Margaret (Nell Tiger Free) es una monjita que llega a Roma a hacer sus votos pero se encuentra con una conspiración loca y…. bueno, ustedes ya saben.

Pero hay dos elementos que hacen a Immaculate una película mayor a su hermana casi gemela. Todos sabemos (y espero esto no sea un spoiler, The Omen tiene casi 50 años de estrenada), la hermana Margaret llevará en su vientre al hijo del diablo, mientras que Sydney Sweeney lleva al hijo de Dios.

El dato no es menor pero se vuelve aún más relevante si pensamos en la brutal secuencia final de Immaculate, mismo que por supuesto no revelaré pero que además de ser perturbador (de esos finales que difícilmente se escaparán de nuestra memoría), ha causado ya comentarios en contra por parte de grupos conservadores y “Pro-vidas”. El embarazo puede ser un horror, aunque se trate del hijo de dios.

Y la segunda razón por la cual Innmaculate es una película superior (e imperdible) es claro, por la presencia de Sydney Sweeney, cuyo status de estrella se refuerza con esta cinta hecha y derecha para su pleno lucimiento, no solo como actriz sino como una fuerza financiera dentro de Hollywood (la película costó apenas 9 millones, y lleva recaudados 24 millones a nivel internacional, y contando. Otro milagro de la santa Sydney.

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