Luego de siete años de ausencia, el afamado cineasta finladés, Aki Kaurismäki, regresa con una cinta cuyo género pareciera ajeno a las obsesiones del director: una comedia romántica.

Por Alejandro Alemán

En su reciente visita a México para presentar Hojas de Otoño (Kuolleet lehdet, Finlandia, 2023), en el Festival de Cine de Morelia, la actriz y protagonista del filme, Alma Pöysti, recomendó al público mexicano que al ver esta cinta rieran en cualquier momento que consideren adecuado. No lo duden, solo rían.

Y es que -como es usual en el cine de Aki Kaurismäki- el humor está presente durante toda la película, pero es un humor parco, seco, silencioso, aunque no por ello menos divertido. Es un humor típico no solo en la filmografía del realizador finlandés sino, según comentó Alma, propio de toda la nación. “Los finlandeses somos un pueblo conocido por ser muy silencioso. Creemos que el silencio habla mucho y en muchos idiomas distintos”.

Si alguien se preguntó alguna vez cómo sería una comedia romántica escrita y dirigida por Kaurismäki, aquí está la respuesta. Hojas de Otoño es una de las entregas más divertidas que nos ha dado el director de Le Havre (2011) y Shadows in Paradise (1986), pero claro, no esperen hilarantes carcajadas o secuencias llenas de enredos: esto es una comedia romántica pero no olviden que está escrita, producida y dirigida, por el rey del humor parco.

La cinta va por caminos convencionales en situaciones convencionales con personajes de la clase obrera (marca habitual del director). Ansa (Pöysti) es una mujer que trabaja en una tienda departamental, al terminar su turno regresa a su pequeñísimo departamento con un comedor, dos sillas, una pequeña cocina y una cama individual, todo en el mismo cuarto. Su vida es solitaria y aburrida.

Por otro lado tenemos a Holappa (Jussi Vatanen), él también vive en un pequeño cuarto, pero no está solo, lo comparte con otros dos roomies con quien rara vez cruza palabra. Holappa está deprimido, pero uno de sus amigos lo convence de salir a un karaoke, el mismo con el que Ansa ha ido con sus amigas. Ambos se obervan a lo lejos, cruzan miradas, pero ninguno se atreve a hablar con el otro.

Lo que sigue a continuación es el clásico boy meets girl pero a ritmo Kaurismäki: ambos casi se conocen, finalmente hablan, cenan juntos, van al cine (ven The Dead Don’t Die, de Jarmusch, otra comedia de humor parco). En todas estas citas el silencio predomina, las palabras de hecho conspiran en contra de ellos: Ansa observa que Holappa bebe mucho y le cuenta que un tío murió de alcoholismo, “me gustas pero no estoy dispuesta a pasar otra vez por lo mismo”. Así de rápido el primer conflicto.

Alrededor de toda esta historia de encuentros y desencuentros está la dura y monótona vida: ella pierde su empleo en circunstancias por demás absurdas e injustas, en cambio él es corrido de dos empleos con toda razón ya que el tipo bebe a escondidas en el trabajo. Pero los empleos que van consiguiendo y perdiendo no definen a estos personajes, en todo caso esas vicisitudes hacen más evidentes la necesidad que tienen de estar juntos.

La veta humanista del director sigue siendo irrenunciable en su cine, y va más allá de los temas o los personajes: se ve en las casas de ambos, en los pósters con los que adornan las paredes, en las calles de la ciudad, en la iluminación de estos espacios que los encierran. Está también en la radio como único medio que nos deja ver que esta pareja vive en el mundo real, el de la guerra en Ucrania y las secuelas de la pandemia.

En este mundo que retrata Kaurismäki, el amor (y claro, la amistad) son las soluciones por defecto para sobrevivir una vida gris, un trabajo mediocre, un sueldo paupérrimo. ¿Qué sería de nosotros sin los amigos, los tragos, el cine y un perrito en nuestras vidas?

Hojas de Otoño está disponible en cartelera.

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