Pocos cineastas tan versátiles como Richard Linklater: lo mismo puede filmar una trilogía romántica (La saga Before), que un sesudo estudio sobre filosofía en forma de impresionante cinta animada (Waking Life, 2001), un divertido vistazo a la vida adolescente en los años 70 (Dazed and Confused, 1993), un sorprendente experimento sobre el registro del tiempo en el cine (Boyhood, 2014), o todo un statement generacional sobre la importancia del rock como forma de escape y salvación (School of Rock, 2003).

¿Qué une a todas estas cintas?, ¿cuál es la veta autoral de Linklater (si es que acaso la tiene)? El común es Linklater mismo, un director que muta dependiendo de la cinta, que se convierte en el cineasta que sus historias necesitan (y no al revés), y que usualmente las reviste con una capa de engañosa sencillez.

Mucho de esto último hay en Hit Man (Cómplices del Engaño, por su nombre en español). Basada en un artículo de 2001 escrito por Skip Hollandsworth en la revista Texas Monthly, la película es la historia de Gary (Glen Powell), un aburrido profesor universitario de filosofía y psicología (quien básicamente ninguno de sus alumnos pela), pero que además trabaja con la policía local como ayudante en misiones secretas. Gary es el clásico “man in a chair” que asiste a los agentes encubiertos en campo.

Todo va bien en la tranquila vida de Gary, quien lo mismo tiene disertaciones sobre Nietzsche que sobre el avistamiento de aves (otro de sus hobbies, como si no fuera ya lo suficientemente nerd) hasta que un día, uno de los policías encubiertos a los que asiste no llega al lugar y el tiene que entrar al quite como suplente, lo cual implica en hacerse pasar por un asesino a sueldo (previa instalación de un micrófono) con un posible victimario. La idea es registrar la declaración donde quien lo contrata admite tener el deseo de matar a alguien y con ello procesarlo.

Para sorpresa de todos, resulta que Gary posee un talento natural para cambiar de personalidad. Lo que inicia como cosa de una sola vez, se convierte en el nuevo trabajo de Gary quien a cada misión le pone todo el empeño, creando personalidades nuevas, disfrazándose y utilizando su conocimiento filosófico y psicológico en el armado de sus múltiples personalidades.

Hasta aquí estamos frente a una divertida comedia de situaciones donde Powell brilla absolutamente, cambiando misión tras misión en un asesino cada vez más estrafalario, desde el clásico texano rudo amante de las armas (seguro votante de Trump), hasta un maniático enfundado en una gabardina negra, o un muy pulcro yuppie tipo American Psycho (Harron, 2000). En cada caso, Gary resuelve y atrapa a estos “asesinos” antes de que cometan un crimen.

En manos de cualquier otro director la cosa quedaría aquí y probablemente sería suficiente, pero el guión (escrito por Linklater junto con el mismísimo Glen Powell) comienza a mutar cuando Gary conoce a Madison Figueroa (Adria Arjona), una sexy y atractiva mujer que quiere contratar los servicios de Gary para borrar del mapa a su manipulador y violento marido.

Es aquí donde la película se convierte en una divertida y sexy comedia romántica donde la química entre sus dos protagonistas exuda deseo sexual pero en la que también se inyecta un dilema moral que convierte a esta cinta en una película noir con todo y femme fatale en manos de la señorita Arjona.

Si Linklater, Woody Allen y los hermanos Coen tuvieran un hijo, se llamaría Hit Man. Y es que en el mejor estilo de los Coen, en el mejor de los dilemas morales de la filmografía de Allen, Linklater pone a Gary (y a nosotros) en medio de una situación que si bien nunca deja de ser cómica, si plantea un dilema moral

Y es que tras risa y risa se va ocultando algo mucho más siniestro: el buenazo Gary empieza a cambiar su moral cuando el amor entra en escena. Lo que comienza como un divertido desafío para este profesor en psicología (convertirse en personas diferentes como parte de su trabajo) se proyecta en su vida real y deja de ser ese Gary al que nadie pelaba en otro personaje capaz de todo por salvar y proteger a la guapa Madison.

Hit Man es una bocanada de aire fresco en un género que usualmente se conforma con poner frente a la cámara a dos personas guapas (como sucedió con Anyone but You, de Powell y Sydney Sweeney, divertida, ok, pero nunca a este nivel). La química entre Arjona y Powell es absolutamente electrizante, los quieres ver juntos aunque ello implique todos los asegunes morales.

La furia del deseo lleva a nuestro protagonista a encontrar una nueva identidad y un nuevo código moral, pero Linklater nunca juzga a sus personajes, en todo caso deja esa incómoda tarea a nosotros.

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