En Finlandia (España, México, 2022), ópera prima de ficción del mexicano Horacio Alcalá, Marta (Andrea Guasch) es una diseñadora para una importante firma textil española. Urgida de nuevos diseños para sus vestidos, la empresa decide que la mejor estrategia es ir a Oaxaca a robarse los diseños tradicionales del lugar. Así, Marta es enviada a una comunidad Muxe en Oaxaca con la misión de tomar fotos, muestras y todo lo necesario para hacer las copias y así venderlas a un alto costo y sin pagar regalía alguna.
Pero Marta es en realidad el pretexto para adentrarnos a esta comunidad Muxe, un lugar donde la fiesta, la comida y la bebida se mezcla con la intensidad de las emociones, la discriminación, la pasión y el colorido de un lugar donde los géneros se funden en un tercero.
Al llegar al lugar, Marta es recibida por Amaranta (extraordinario Cuautli Jimenez), una muxe que vive con el pesar de ser rechazada por su padre, un hombre violento e iracundo que sigue sin aceptar que su hijo pertenezca al tercer sexo.
Uno de los lugares que Amaranta le muestra a Marta es una especie de “muro de los lamentos”, un lugar donde las muxes acuden a llorar en un intento por expiar sus dolores haciéndolo frente a una enorme roca blanca, “la roca del alma”.
Asidua al lugar es Delirio (impresionante Noé Hernández), líder y defensora de las muxes del pueblo, siempre dispuesta a enfrentar el acoso sexista y heteropatriarcal de los hombres del lugar.
Así, vamos conociendo una a una las historias de estas mujeres, que incluyen tórridos romances prohibidos con hombres casados, o incluso románticos intercambios con hombres anónimos, como es el caso de Delirio, quien sostiene una relación por correspondencia con un hombre que vive en Finlandia.
Dirigida por el mexicano Horacio Alcalá, la cinta intenta todo el tiempo alejarse del folclorismo, aunque no puede evitar exaltar la cultura oaxaqueña con tomas llenas de colores vibrantes, música, comida y bebida. El mezcal como centro ineludible de las pláticas, la fiesta como ritual de necesidad mística, la iglesia como punto de encuentro de toda la comunidad.
Pero lo que atrapa al espectador es la estructura narrativa que privilegia lo visual. El fotógrafo David Palacios muestra un manejo del espacio cinematográfico por demás depurado, con encuadres casi preciosistas de colores intensos que retratan el drama interno de los personajes. El director no tiene miedo a los silencios y el uso de la voz en off, logrando así una atmósfera íntima de dolor compartido entre los personajes.
Si como dicen: “Lo que importa no es el qué sino el cómo”, Horacio Alcalá no se conforma con narrar una historia que se aleja del lugar común del cine mexicano, sino que además lo hace con un notable compromiso con la imagen y la belleza.
Es sin duda una de las mejores películas mexicanas del año. Finlandia se puede ver ya en algunas salas de la CDMX.