Cuando las acusaciones contra el otrora poderosísimo Harvey Weinstein salieron a la luz, hubo un puñado de películas que se quedaron en el limbo. Cintas que nadie quería estrenar justo por llevar la mancha del apellido Weinstein en la lista de “productores”.
Una de esas películas es Current War (2017), que ya por su paso en festivales habría recabado muy malas críticas, por lo cual su director, Alfonso Gomez-Rejon, aprovechan el impasse (y la inclusión de un nuevo productor: Martin Scorsese) para volver a filmar algunas escenas, recortar otras, y así sacar una nueva versión “Del Director” que es la que llega este fin de semana a las pantallas comerciales.
Current War es un filme que se inserta en el subgénero de las cintas sobre guerras empresariales y/o biopics de grandes empresarios. Se trata de películas que narran las historias de gente de negocios y sus particulares obsesiones. A bote pronto vienen a la memoria cintas como Tucker (Coppola, 1988), sobre el empresario y famoso diseñador de autos del mismo nombre, The Aviator (Scorsese, 2004), sobre el cineasta, aviador e inventor Howard Hughes, The Founder (Hancock, 2016), sobre la historia de McDonalds, o incluso The Social Network (Fincher, 2010).
Current War, por supuesto, no juega en esas ligas mayores. Es una cinta sumamente didáctica, que se emparenta más con algún programa de cable sobre historia mundial, pero cuyas actuaciones, su estupenda fotografía y su fascinante anécdota la hacen más que visible.
El año es 1880. El empresario e ingeniero George Westinghouse (Michael Shannon) espera en una estación de tren, emocionado y junto con su familia, la llegada del inventor, empresario y celebridad, Thomas Alva Edison (Benedict Cumberbatch), quien había aceptado cenar en casa del ingeniero. Diva al fin, Edison decide de último minuto no hacer la parada y le ordena al maquinista que se siga de frente. Así es como inicia la rivalidad entre ambos hombres, o al menos es así como inicia en esta cinta.
Edison en aquel entonces tenía ya 33 años, había inventado el fonógrafo y la bombilla incandescente. Era toda una celebridad, y el hombre lo disfrutaba. En cambio, Westinghouse era un empresario e ingeniero sin pizca de . El reto de ambos era el mismo: entregar energía eléctrica a todos los rincones de Estados Unidos (¿y del mundo?). Para ello había dos formas de hacerlo, la de Edison -cuyo método se conoce como de corriente directa, o DC-, y el de Westinghouse, conocido como corriente alterna, AC.
Edison fue el primero en demostrar el poder de su método, iluminando las calles de Wall Street, en Nueva York. En cambio Westinghouse decide iniciar iluminando el poblado de Barrington, Massachusetts. La decisión no sólo es arbitraria sino que dice algo de estos dos hombres confrontados. Edison es un arrogante tirano con el ego enorme, incapaz de aceptar un error y en cambio Westinghouse se muestra como una persona mucho más mesurada, que sabe que tiene la ciencia a su favor, no así la fama.
Va un spoiler: la guerra la pierde Edison. Hoy, en cualesquiera de sus contactos de corriente, lo que corre es la energía eléctrica alterna, aquella que promocionaba Westinghouse. Edison apostó erróneamente. Pero en lo que la historia le enseñaba a Edison su error, el inventor prodigio se encargó de enfrentarse a Westinghouse con todos los recursos a su alcance, incluso usando su credibilidad como arma al esparcir el rumor de que el método de Westinghouse era peligroso incluso hasta la muerte.
La película se mueve la mayoría del tiempo con la velocidad de un partido de tenis (a una jugada de Edison, viene la respuesta inmediata de Westinghouse), con pequeñas pausas donde el director nos muestra (muy poco) la psique y el motor que mueve a estos dos hombres.
Cierto, en su mayoría la película se siente como la representación teatral de los párrafos de una entrada de wikipedia, pero el director lucha secuencia a secuencia por sorprender y no perder la atención del respetable: ya sea con las actuaciones (todas correctas, a veces magníficas), por el estupendo diseño de producción, por el ritmo desbocado, o por el score, elemento fundamental que inyecta emoción, tensión y ritmo (score de Saunder Jurriaans y Danny Bensi).
Y claro, no olvidar la cámara del coreano Chung Chung-hoon (fotógrafo, entre otras joyas, de Oldboy y Stoker) quien siempre entrega un fotograma notable incluso en la escena más simple.
Se trata pues, de una bien armada crónica sobre una de las primeras (¿la primera?) gran guerra de formatos que vería la historia del capitalismo industrial, después vendrían guerra mucho más mundanas como Beta vs VHS, Mac vs Windows o Coca vs Pepsi.
Por supuesto, se extraña la profundidad en los personajes, se extraña una mejor exploración de los motivos de estos dos hombres, se extraña el papel preponderante de Nikola Tesla en esta historia (que está presente, pero su papel es casi nulo), pero todos los aciertos hacen que la película sea interesante y se deje ver.
Como plus, aquellas secuencias, metidas casi de contrabando, que van sugiriendo por toda la película el destino final de Edison. Si, el terco, testarudo, implacable y ególatra de Edison perdería la batalla de las corrientes, pero luego se enfocaría a crear otra industria donde nunca nadie cuestionará su influencia ni lo prodigioso de su invento. Aquel invento fue el kinestocopio, el tatarabuelo de lo que hoy llamamos cine.