Como una forma de mínimo homenaje a Celso Piña, tristemente fallecido esta semana, rescato este texto (de hace más de diez años) sobre Cumbia Callera, cinta en la que participó el músico regiomontano y donde además de proveer la música, tiene un cameo. Que descanse en paz El Rebelde del Acordeón.
Cumbia Callera (México, 2007) resulta en una apuesta arriesgada e interesante. Estamos frente a una cinta que desafía la simple modorra de sentarse en la sala para solo ver y escuchar; esta película exige más de quien la mira, es todo un reto para el espectador.
La historia de Cumbia Callera se desarrolla en Monterrey, en la popular colonia Independencia. Este lugar ha desarrollado una subcultura en torno al vallenato, la cumbia, el ritmo del acordeón, la moda estilo ‘cholo’ (paliacates, tenis Converse sin agujetas, tangas por arriba de la frontera de la cintura y el pantalón) y el grafitti. La influencia de estos ritmos en los jóvenes es tal, que la zona se le conoce como la “Colombia regiomontana”.
En ese escenario conocemos a ‘La Cori’, (Fernanda García Castañeda) hermosa joven que es ayudante de una estética y ladronzuela ocasional. A lo lejos la seguirá insistente 'El Neto' (Oliver Cantú), joven que se dedica a hacer videos de fiestas familiares pero que tiene espíritu del cineasta (en su cuarto tiene carteles de películas que van desde ‘2001: Odisea del espacio’ hasta ‘Amores Perros’). Fascinado con su belleza y estilo, El Neto persigue a la Cori filmándola con su cámara; hasta que se da cuenta de que ella vive con 'el Güipirí' (Andul Zambrano), grafittero que además trabaja en una construcción cargando bultos. El triángulo amoroso no se hace esperar.
La historia es muy sencilla, pero lo que destaca es la forma de contarla. La película prácticamente no tiene diálogo, todo el tiempo escuchamos ritmos de cumbia, acordeón y vallenato. La música suple a los diálogos, dictando ritmo y emoción que se proyecta en los personajes y en uno mismo como espectador.
Celso Piña, “El Rebelde del Acordeón”, es el encargado de dar alma a la película con sus canciones y su presencia en una escena onírica de baile. Monterrey mismo es un personaje más de la película y por ende la presencia del Celso Piña se torna doblemente fundamental. Él es el otro protagonista de la cinta.
Este musical silente invita de inmediato a la especulación. Como bien dice el director de esta película: “Las películas en general tienen gente que habla demasiado, se dicen muchas cosas que no son necesarias. Una buena película se puede hacer sin hablar tanto”.
La opera prima de René Villareal (quien no obstante no es ningún novato, ha sido asistente de directores como Alfonso Cuarón, Tomy Lee Jones y Arturo Ripstein) resulta romántica, sensual y sexual; no se conforma con la pasión de un beso o una mirada, sino que muestra el progreso natural del amor entre sus personajes, lo que los lleva forzosamente a recrear fuertes (por
inusuales en el cine mexicano) escenas de sexo que tampoco resultan crudas, burdas o innecesarias.
Se trata simplemente de mostrar el universo que viven estos jóvenes eludiendo los clichés facilones (sexo, drogas, y rock), con el fin último de ilustrar su condición de pobreza que se debate con sus ganas de expresarse, divertirse y trascender.
¿Videoclip?, ¿documental?, ¿película romántica? o ¿soft porno? Cumbia Callera puede ser eso y mucho más. En todo caso, se trata de un grato experimento cinematográfico, una historia de amor no convencional, una película musical con cumbias de Celso Piña de fondo. Cumbia Callera es, pues, una cinta para no guardar silencio.