Luego de la pandemia, ¿queda apetito en el público por los relatos distópicos? Netflix y el creador de la serie antológica Black Mirror, Charlie Brooker, opinan que sí, por lo que han regresado para una sexta temporada con cinco episodios nuevos de esta afamada serie.
Producida originalmente por el Channel 4 británico, la serie se mudó a Netflix en 2013 y desde entonces forma parte de los títulos insignia del titán del streaming.
Siempre con un tamiz imborrable que la relaciona con la muy popular Dimensión Desconocida, en sus orígenes Black Mirror era un “cautionary tale”, un cuento con moraleja que advertía al espectador sobre las macabras consecuencias de vivir en esta sociedad hiper conectada y ultra tecnologizada. Pero ahora, en su temporada seis, el asunto tecnológico ya no está tan presente, la serie se permite ser más Twilight Zone, incorporando incluso géneros -como el terror- que no eran usuales en su narrativa.
Eso o probablemente la fórmula se agota y el ánimo post pandemia exige otras formas. Los nuevos episodios en la sexta temporada de Black Mirror son bastante disímbolos, bien filmados, pero como es inevitable en estos ejercicios antológicos, unos resultan mejores que otros.
Así, va aquí la crítica de cada uno de los cinco episodios de esta temporada, ordenados del peor al mejor, según el criterio de su humilde servidor.
Joan is Awful. Dirección: Ally Pankiw. Guion: Charlie Brooker.
Joan (Annie Murphy) es una ejecutiva en alguna empresa de tecnología. Su día no empieza bien: tiene que correr a una empleada, su novio -aunque perfecto- no la tiene muy satisfecha y, para acabarla de amolar, un ex le ha escrito y ha caído en la tentación de verlo para saber qué quiere.
En la noche, de regreso a casa, Joan se dispone a ver junto con su novio alguna serie en Net… digo en Streamberry (que no es sino el Netflix de este universo). Les llama la atención una serie protagonizada por Salma Hayek que se llama ‘Joan es horrible’. Al darle play lo más extraño del mundo sucede: la serie muestra un día en la vida de Joan, que no es sino el día que Joan acaba de vivir, más dramatizado y con Salma como protagonista. La cosa se pone peor cuando el novio ve en la serie que Joan, con quien ya está comprometida, fue a cenar con el ex.
¿Cómo es posible esto? Bueno, hay que leer siempre los términos y condiciones de cualquier servicio digital, porque en estos días de inteligencia artificial y deep fake, nunca se sabe cuando estás cediendo los derechos de tu propia vida para que hagan una serie con ella.
Aunque no ha tenido las mejores reseñas, este primer episodio es un buen platillo de entrada a la temporada, hay mucho humor y tiene ese destello oscuro muy particular del Black Mirror clásico. No obstante no hay mucha reflexión final, el episodio es una buena broma, aunque tal vez muy autoreferencial (la broma meta sobre Netflix). Y ya ven que dicen que cuando una serie recurre a la autoparodia es porque ya se les acabaron las ideas. ¿Será?
Beyond the Sea. Dirección: John Crowley. Guion: Charlie Brooker.
Un par de astronautas trabajan en una solitaria base espacial, cuando van a dormir en realidad “despiertan” en la tierra, todo gracias a una especie de avatares robóticos super avanzados que se ven exactamente igual a ellos. Así, los astronautas pueden estar con sus familias e hijos y cuando hay que trabajar, regresan a una especie de sillas que los reconectan con su yo verdadero en el espacio exterior.
Todo va bien hasta que la tragedia llama a la puerta. En una secuencia claramente influenciada por la tragedia de Sharon Tate a manos de Charles Manson, una especie de secta ambientalista masacra a la familia de uno de los astronautas y además destruye al robot avatar. El astronauta ha perdido todo mientras que su yo real yace atrapado en la base espacial.
Este es el episodio más “Black Mirror” de la temporada, y tanto Aaron Paul como Josh Hartnett entregan muy buenas actuaciones. Incluso las atmósferas están bien logradas. El problema (o mí problema, pues) es que el episodio no responde demasiadas cosas que se derivan de la trama: ¿por qué los astronautas viven en época de los sesenta?, ¿dónde está el gobierno para ayudar a los astronautas?, ¿cuál y cuánto dura la misión?, ¿por qué la gente en la tierra los reconoce?
Todos esos cabos sueltos me hicieron salir del juego, amén de que la trama es sumamente predecible desde medio episodio.
Loch Henry. Dirección: Sam Miller. Guion: Charlie Brooker.
Davis McCardle (Samuel Blenkin) es un joven director que lleva a Pia (Myha’la Herrold), su nueva novia estadounidense, a conocer a su madre Janet (Monica Dolan) que vive en un perdido pueblo escocés. Tan perdido que a pesar de las bellezas naturales, el turismo tiene años que no se para por el lugar. ¿La causa? Resulta que hace años un par de turistas se perdieron y nadie los encontró hasta que, años más tarde, un asesino local fue atrapado y en las mazmorras de su casa encontraron los restos de estos turistas.
La historia incluso involucra al padre de Davis, quien fue víctima del asesino. Al saber esta historia, Pia lo tiene muy claro: tienen que filmar un documental sobre este caso, y en una de esas el relato despierta de nueva cuenta el interés de los turistas por el pueblo.
Mezcla entre cinta de terror del tipo found footage (La Bruja de Blair), lo interesante es la consabida moraleja, que en esta caso habla sobre la popularidad del true crime en las plataformas como Netflix, que de nueva cuenta se hace autorreferencia.
Mazey Day. Dirección: Uta Briesewitz. Guion: Charlie Brooker.
Es el inicio del nuevo siglo, Tom Cruise y Katie Holmes tienen a su hija Suri, el iPod Nano es toda una novedad, Windows sigue siendo el sistema operativo por excelencia y en Los Ángeles los paparazzis siguen acosando estrellas por negocio, y el negocio va bien. Bo (Zazie Beetz) es una fotógrafa que quiere salir del negocio, pero cuando una famosa estrella adolescente desaparece, los editores ponen un precio altísimo por sus fotos. Bo no puede evitarlo y sale a la caza de su nueva presa, pero lo que encontrará va más allá de una simple foto a escondidas.
Completamente alejado de la premisa Black Mirror que en teoría debiera involucrar a la tecnología como ruta inequívoca al caos, este episodio brilla por lo sencillo de la trama, la atmósfera ominosa y el sentido homenaje a Rick Baker. Casi aúllo de la emoción. La conexión en todo caso es, de nueva cuenta, una anotación a cómo y qué medios consumimos: series que parecen reality shows, series de crimen real, o fotos tomadas sin consentimiento.
Demon 79. Dirección: Toby Haynes. Guion: Bisha K. Ali y Charlie Brooker.
Demon 79 me gana por el humor constante y sonante. El episodio transcurre en el Londres de la época Thatcher. Anjana Vasan interpreta a una joven y tímida encargada de origen indio, que trabaja en en una tienda departamental. Ella sufre constante discriminación de su jefe y sus compañeras. Un día sin querer, encuentra un objeto que despierta a un demonio, quien luego de optar por una forma más amigable que un monstruo con cuernos (el cantante de una banda de música disco) le informa que debe matar a tres personas o de lo contrario vendrá el apocalipsis.
La joven se niega, pero lo cierto es que en su naturaleza hay furia: no en balde esos sueños que tiene despierta donde toma venganza de su jefe o sus compañeras. ¿Logrará cumplir con los tres asesinatos y parar el apocalipsis?
De nueva cuenta, esto no tiene ya nada que ver con Black Mirror, pero es un episodio muy disfrutable, sobre todo por los buenos diálogos y las situaciones de humor entre esta pareja dispareja que tal vez al final no lo sea tanto.