Lo único realmente digno de notar sobre Aquaman and the Lost Kingdom (EU, 2023), el doceavo largometraje del chambón James Wan (lo mismo te dirige una cinta de terror, que una comedia de acción, que una cinta de superhéroes), es que se trata del cierre del infame DCEU, el universo cinematográfico que, como medida desesperada para competirle a Marvel, DC-Warner dejara en manos de Zack Snyder y este a su vez hiciera una porquería de películas con personajes tan importantes en la cultura popular como Batman y Superman.
El resultado de ello es el que todos sabemos: económicamente un desastre (al menos comparado con la competencia) y en cuanto a la crítica, la cosa fue mucho peor: básicamente solo tres de estas cintas se salvan en la memoria -Wonder Woman, Shazam y Blue Beetle- y si acaso solo una fue realmente un hito en el género (de nuevo Wonder Woman), primera en no tratar a su heroína como un pedazo de carne y que auténticamente entusiasmó al público infantil.
Luego de pandemias y huelgas, DC-Warner finalmente estrena Aquaman 2, secuela de la muy taquillera cinta original repitiendo exactamente el mismo equipo al mando: Wan dirige, Jason Momoa actúa (¡y participa en el guión!), Patrick Wilson regresa como el hermano de Aquaman, Yahya Abdul-Mateen II sigue siendo el malo, Randall Park sigue siendo el patiño, y hasta Amber Heard está de vuelta, aún luego del escándalo con Johnny Depp y por el cual (dicen) mucha de su participación fuera eliminada del corte final.
Uno pudiera haber pensado que al ser esta la última cinta de DCEU habrían puesto algo de empeño en al menos irse con algo de dignidad, pero no, básicamente esto se siente como una película que ya tenían hecha, que ya había que sacar y pues ni modo, el último cierra la puerta.
La trama: Aquaman ya tiene un hijo con Hera, le sigue dando flojera ser rey, Black Mantha regresa más poderoso que nunca, y se supone que nadie puede detenerlo excepto Orm, el hermano de Arthur, quien se encuentra encarcelado quién sabe dónde y quién sabe por qué (esdeque me dormí bien feo en la primera película, ustedes disculpen).
Total que (igual que Thor hizo con Loki), Aquaman tendrá que sacar a su hermano de la cárcel y explicarle la primera mitad de la película para que entienda qué debe hacer. El guión es una mezcla rara entre The Lost World (Spielberg, 1997), Ghostbusters 2 (Reitman, 1989) y la Saga del Señor de los Anillos.
Resulta que Black Mantha (qué increíblemente pesado debe ser su traje, con esa máscara horrible enorme) encuentra un tridente negro que (como en el Señor de los Anillos) lo pone loco de poder antes que alguien pueda decir “my precious”. Y si acaso esto no fuera suficiente, resulta que el malo necesita la sangre del linaje de Aquamán para que entonces esta especie de Sauron marítimo renazca y tome el poder (¡como Viggo en Cazafantasmas 2!).
Meh! El guión y la trama son meros pretextos para lo que parece interesarle al director: armar sendas escenas de acción (lo acepto, están bien filmadas) plagadas de CGI por todos lados y muchas de ellas incluso bajo el agua.
El humor (que en caso de Aquamán siempre fue una marca de la casa) está presente pero no es tan efectivo, si acaso los mejores momentos de humor son los que protagonizan Wilson y Momoa en su versión de pareja dispareja. De hecho es Wilson, y no Momoa, quien se roba la película y hasta la saca un poco a flote.
Y hasta aquí mi reporte Joaquín, más allá de algún chistillo y del hecho de que esto es el final, no hay nada memorable en esta película. El final no podía ser más penoso: una referencia a Iron Man, la primera del ya también en el ocaso MCU, pero que definitivamente hizo las co$as mucho mejor que DC.
Habría que mencionar la única escena extra: un rolling gag donde Wilson se come una cucaracha sin hacerle gestos, como si fuera un platillo gourmet: igualito le hicimos nosotros con casi todas las películas del DCEU (sobre todo con las de Snyder). Nos dieron cucaracha cuando nosotros pedíamos cine.
Vamos a ver qué tal nos va con James Gunn.