¿Cuántas veces nos pueden contar la misma historia sin que perdamos el interés? Desde aquella obra maestra de Ridley Scott en 1979, Alien, han pasado ya un total de seis entregas de esta saga. Precuelas, secuelas, historias alternas donde la bestia creada por H.R. Giger se enfrenta a otros monstruos cinematográficos (el mítico Depredador, 1987).

Algunos dirán que todo esto no es sino el mito en proceso de expansión, la evolución de una idea que aún resuena en la psique colectiva, la exploración constante de un miedo a lo desconocido, la condena a una América corporativa capaz de lo que sea con tal de seguir generando ganancias.

Puede ser, pero en lo que a mi concierne, la saga de Alien no ha hecho sino contarnos la misma historia una y otra y otra vez. Esto no tiene nada de malo, al contrario, gracias a esta saga James Cameron entrenó su músculo taquillero -Aliens,1986- rumbo a Terminator 2 (1991). Gracias a Alien tenemos a un cineasta como David Fincher, quien aquí hizo su muy desastrosa ópera prima: Alien 3 (1992).

Pero más allá de las bondades de la trilogía original, la saga de Alien ya desde hace tiempo sufría de cierto estancamiento. Ni el regreso de Scott para dos precuelas - Prometheus, 2012, y Alien: Covenant, 2017- logró que Alien explorara territorios nuevos e interesantes.

Eso termina hoy con esta séptima entrega, Alien: Romulus (USA, UK, Canadá, Hungría, Nueva Zelanda, 2024).

Sorpresivamente dirigida por un director de origen latino, el uruguayo Fede Alvarez, con guión de su compatriota Rodo Sayagues, e imágenes a cargo del mexicano Galo Olivares, Alien: Romulus es un impresionante homenaje a la saga Alien.

Es claro que la película está realizada por fans, pero ello no les nubla el entendimiento: Alvarez aborda esta entrega no desde el fanservice descarado ni de la condescendencia. El realizador tiene muy en claro los botones que activan a la saga, el ADN que viene desde la primera cinta y que se ha ido diluyendo (dirán algunos que transformando) hasta este momento donde se da una necesaria vuelta de timón. Romulus es un destilado emocionante, hermoso, bien armado, de lo mejor de toda la saga Alien.

Al fin y al cabo franquicia, la película claramente debe responder a exigencias comerciales, la más notoria: esto debe atraer nuevas audiencias. Por ello el cast está compuesto de jóvenes que en su mayoría jamás había visto antes.

La protagonista es Rain (Cailee Spaeny), una chica de veintitantos que trabaja en una de las minas de la siempre explotadora corporación Weyland-Yutani. Rain está a punto de cumplir su contrato y sueña con largarse de ese lugar horrendo, pero el mundo corporativo nunca está exento de sorpresas: la empresa le informa que hubo un cambio unilateral en su contrato por lo que tendrá que quedarse ahí varios años más.

Los amigos de Rain (una serie de personajes absolutamente desechables) tienen un plan: robar una nave que tiene capacidad para viajes largos (es decir, con esas camas de criogenia que todos los que hemos visto la saga Alien conocemos) y huir de ahí. Junto con su androide Andy (David Johnsson), Rain y compañía surcarán el espacio en busca de un mundo mejor.

Pero todos sabemos qué va a pasar. ¿Cierto?

Alvarez navega por esta preámbulo sin perder mucho tiempo, no pasará mucho antes de que este puñado de adolescentes empiece a correr entre los pasillos sucios, mal iluminados y llenos de goteras mientras tratan de escapar de la bestia creada por Giger, que no importando sus 46 añotes, sigue siendo un monstruo ágil, letal, y con esta imagen que mezcla una estética orgánico-fálica-industrial.

Alvarez es absolutamente efectivo en la dirección de las piezas de acción. Esto sin duda se torna en un videojuego, pero en uno emocionante, bien filmado, mejor editado (Jake Roberts), y lleno de no pocos momentos de terror (si, aquí si hay jumpscares).

Mucho del código visual nos remite a la cinta original. Esto no es producto del azar, la película en teoría sucede entre la cinta del 79 (la primera) y su secuela. En lo personal no podría importarme menos ese dato: la película funciona como una entidad aislada, como una crónica más del mundo inhóspito de Alien.

Los fans más clavados probablemente se molestarán por algunas decisiones, por algunas de las sorpresas, incluso por temas de continuidad con las otras películas de la saga. Flojera. Lo mejor que pueden hacer es simplemente dejarse llevar y disfrutar este viaje brutal.

¿Cuántas veces más nos contarán esta historia? No sé, pero si lo siguen haciendo así de bien, espero la octava parte de Alien: el octavo pasajero con gran expectativa.

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