No hay alguien en el gabinete que se atreva a llevarle la contraria, mucho menos a corregirlo, de hecho, cuando un valiente se anima, le ocurre lo que a López-Gattel en aquella mañanera donde tuvo que matizar un comentario sobre la pandemia: “tragar gordo” y esperar que no se enoje, que “esté de buenas”.

“No saben decirle que no”, se quejan al interior de Palacio Nacional. “No se atreven, y quienes alguna vez lo han hecho, se llevaron sendos reveses irónicos por parte del Presidente. Y así como hay algunos que no desoye AMLO, también están aquellos que gozaron de su atención y ahora perdieron terreno: Alfonso Romo, Olga Sánchez y Arturo Herrera, por ejemplo”, me comenta una fuente cercana.

No se trata de satisfacer un ego, sino de llevar los destinos de un país. El que manda no siempre tiene la razón, para ello se rodea de un equipo. El líder escucha opiniones, acuerda y busca tomar la decisión con mayor consenso, aunque en ello deba dejar los prejuicios (o vendettas) en la mesa. El jefe es otra cosa.

AMLO suele escuchar a Marcelo Ebrard, César Yáñez, Alfonso Durazo, Santiago Nieto, Rocío Nahle y Alejandro Encinas, a nadie más con la atención suficiente; de hecho, son quienes mayormente gozan de tiempo en su agenda de audiencias; últimamente Hugo López-Gatell, aunque quizá después de la pandemia se acabe ese privilegio.

Si los colaboradores, por muy capaces que sean, acaban siendo educados para aplaudirle todo al que manda, (al que les puso en el cargo), las opciones de equivocarse crecen: eso está ocurriendo en el gobierno de AMLO, como pasó también con algunos de sus antecesores.

El tabasqueño está perdiendo la oportunidad de marcar diferencia con aquellos que tanto trae en la boca. Carlos Salinas de Gortari era así, impositivo, escuchaba sólo a algunos de sus colaboradores, y a pesar de ello, se hacía su Santa voluntad, tratárase o no de un capricho. Vicente Fox y Felipe Calderón tenían también episodios similares frecuentes, más el primero que el segundo, de acuerdo a gente cercana a ellos.

Al igual que Ebrard, Yáñez, Durazo, Nahle, Nieto y Encinas, el Presidente habla frecuentemente con Batres, Delgado y Monreal, a quienes tiene pensado incluir más adelante en su gabinete, o bien, en actividades del partido.

Aún así, los pertenecientes a esa primera línea de colaboradores saben hasta dónde llevarle la contraria a AMLO, tienen clara la línea que no pueden rebasar: “siempre será mejor que el Presidente te llame y cite en su oficina, a solicitar audiencia y esperar confirmación, o peor aún, te reciba alguien en su lugar”.

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