“La bronca no es ni será con Peña y su gente, sino con Calderón y quizá algunos de sus colaboradores”, me dijeron al interior de Palacio Nacional. “No hay que confundirse tampoco, el enemigo predilecto del Presidente es (y será) Salinas de Gortari, pero como él ya no figura ni puede competirle, se enfrasca con el ex panista”.
El saco de boxeo preferido de Morena y AMLO se llama Felipe Calderón Hinojosa. Es la ruta de desahogo más socorrida, la vía perfecta cuando les precisa la catarsis, la piñata principal de sus festejos. Si algo parece convertirse en crisis, (pequeña o grande), los seguidores del Presidente recurrirán a la “siempre cómoda” figura de Calderón para atizarle. Es cliente, pues.
En la mente de AMLO no importa cuál de los últimos tres sexenios tuvo más corrupción, el asunto será preferentemente con Calderón, y las causas son claras: primera, la terrible cicatriz provocada por aquel presunto fraude electoral del 2006, (donde a decir del tabasqueño le arrebataron la victoria); y segunda, el ex panista tiene partido político nuevo, es decir, continúa vigente.
“Para el Presidente López Obrador, cuando se habla de Calderón en cualquier junta o momento de relax, (sea en su oficina de Palacio Nacional o en alguna de las giras, sea en un ambiente tenso o de camaradería, sea donde sea), no hay distinción entre el 2020 ó 2006. Lo ocurrido sigue doliendo”, me comentan con solicitud de anonimato.
Y mientras esto ocurre, mientras AMLO y Calderón se enfrascan en intercambios discursivos, la dirigencia del PRI nada plácidamente de “a muertito”, sin hacer olas, sin entrar en terrenos álgidos, esperando el momento idóneo para intervenir a manera de falso réferi, jalando hacia el lado más conveniente del momento, buscando sobrevivir.
También a la distancia, en otro continente, Peña Nieto observa de manera plácida, encantado de que el pleito sea únicamente con Calderón, viendo incluso como algunos de sus ex colaboradores en el Senado, (o en otros frentes), se revuelven para sobrevivir en ambientes hostiles.
Para AMLO no importa quién fue peor, si Fox, Calderón o Peña, el menos malo será su antecesor, porque no tiene cuentas pendientes con él, porque en su forma de ver las cosas no cometió fraude, porque lo dejó llegar a la silla tranquilamente. Es la mente de AMLO, así ve las cosas.
Al paso que vamos, es probable que para cuando acabe el periodo de López Obrador, exista la misma (o quizá más) corrupción documentada por periodistas o distintas organizaciones, en comparación con los tres últimos sexenios; pero sea como sea, y ocurra y lo que ocurra, en Palacio Nacional lo saben: la piñata favorita es Calderón.
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