El último cubrebocas que un integrante del gabinete le dio al Presidente López Obrador acabó en un bote de basura, ubicado justamente abajo de su escritorio. Desde ese momento quedó claro que, bajo ninguna circunstancia, AMLO utilizará una mascarilla mientras se mueva en el país que gobierna.
El tabasqueño le ha dicho a su equipo que son libres de usarlo, pero si en algún momento alguien más le sugería o acercaba un cubrebocas, giraría instrucciones para no permitirle participar por un buen tiempo en “las mañaneras”, o incluso en las juntas privadas del primer círculo.
Pero hubo un Secretario que se atrevió a desafiar la advertencia del Presidente, y en plena junta tempranera le sugirió (otra vez) usar cubrebocas, claro, sólo si las cosas no fueran bien con el proceso electoral del próximo año. “Si lo justificamos bien, un cambio de timón ayudaría en un sector de la población”.
Aunque parezca increíble, fue Hugo López-Gatell el primero en dar un cubrebocas a AMLO, y el primero en saber también que si continuaba por una línea distinta a la visión “epidemiológica” de su jefe, tendría que renunciar a sus sueños de ocupar las sillas de quienes en otros momentos fueron sus superiores. Por ello, el Subsecretario cedió y hasta en la portada de la revista Hola apareció.
También el Doctor Jorge Alcocer buscó convencer a su amigo de usarlo, no hubo suerte, no hubo forma. Fue la primer diferencia real registrada entre el Secretario y el Presidente como funcionarios, que trascendió un tiempo al ámbito personal.
Fueron estos dos desencuentros con sus manos derechas en salud lo que a la postre fortaleció la relación con el Presidente. De ahí que la “revolución” del gabinete contra López-Gatell que revelé el pasado 2 de diciembre aquí, en El UNIVERSAL, se viniera abajo.
“Ya lo afirmaron ustedes, mi fuerza moral es mi armadura, es más, mi fuerza supera a la vacuna de Pfizer”, dijo AMLO justo después de colocar ese cubrebocas en la basura.
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