Siempre hay uno al que molestan más, y en el círculo cercano de AMLO se trata del Secretario de Hacienda y Crédito Público, Arturo Herrera. El Presidente sabía lo que su colaborador había dicho sobre el uso del cubrebocas para relanzar la economía, sin embargo, fingiendo que no sabía, esperó la pregunta de la prensa para reprenderlo. Violencia innecesaria, dirían por ahí.

Me hacen saber algunos Secretarios y Subsecretarios, (mismos que para no ser regañados públicamente pidieron guardar sus nombres), que el punto débil de Herrera es AMLO, pues cuando no está junto a él se expresa y mueve con seguridad; en pocas palabras: le pesa la figura del Presidente.

“Es un gran Secretario de Hacienda, pero sus ideas no cuadran frecuentemente con las de AMLO, por eso lo regaña de manera pública, sin ningún analgésico de por medio; la verdad, muchos de nosotros nos sentimos apenados ante esta situación, y optamos por apapachar de más a Arturo”, me dicen al interior de Palacio Nacional.

Y es que los regaños del Presidente a Herrera son memorables: el primero, cuando aún siendo Subsecretario, fue reprendido por proponer “revivir” la tenencia vehicular; el segundo, después de mencionar a un medio británico que se retrasaría la refinería de Dos Bocas, y la más reciente, en la que AMLO dijo haberlo corregido por explicar de mala manera el “no aumento” a las tarifas eléctricas durante la pandemia.

“Tiene aguante”, me dijo otro Secretario de Despacho, “y puedo casi asegurarte que Arturo Herrera no renuncia a menos que el Presidente decida removerlo. Es hueso duro de roer, testarudo, por eso mismo no lo quitan, es una característica que a AMLO le gusta”.

Lo cierto es que a pesar de las descalificaciones y de ser un “desproporcionado”, (según palabras del Presidente en “la mañanera”), Arturo Herrera ya cumplió un año en el cargo, y contrario a los pronósticos que no le daban más de seis meses como Secretario, el hombre sigue, (y seguirá, dicen), poniendo la otra mejilla.

Sin embargo, más allá de los nombres y apellidos, en cualquier parte del mundo, el que un Presidente exhiba a su Secretario de Hacienda (o su similar en cada nación), no es bien recibido, pues además de debilitar la imagen de quien maneja el dinero (al menos en el papel), provoca una complicada dinámica de irrespeto al interior del equipo.

“Herrera es aguantador, de hecho, a pesar de los constantes coscorrones que recibe, podría durar como Secretario más que varios de nosotros”, me confiaron. Ya veremos, pues bien dicen que “nadie conoce el fondo de la olla, más que la propia cuchara que la menea”.

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