Cuando el trabajo consiste en representar las inquietudes y necesidades de la gente, no se puede hacer más que mirar con detalle la forma en la que funciona la Ciudad. El pulso que tiene la Ciudad de México cuando aún está oscuro y cuando de las estaciones del Metro surge la gente que mantiene activa la economía.
La clase trabajadora es rigurosa con sus horarios como la maquinaria de un gran reloj suizo que funciona sin detenerse y a la perfección. La gente que hace posible todo esto es la que también sufre los rezagos de una legislación anacrónica y descontextualizada.
Por un lado, está la gente que a pesar de la pandemia se expone físicamente desde hace dos años para que la maquinaria de las actividades físicas no se detenga. Por otro, está la gente que migró de manera obligatoria de su oficina al home office, donde el tiempo se volvió relativo y el trabajo no podía despegarse del tiempo libre y el descanso.
Las horas extras son un mito para muchos empleados que tienen hora de entrada, pero no de salida. Los derechos laborales son si acaso una base no muy sólida que no dignifica el trabajo, sino que apenas reconoce como una obligación pagar a sus empleados.
La clase trabajadora, no debemos olvidar, son personas.
Los términos son importantes, el estrés laboral, el burnout, incluso el alto índice de suicidios de la clase económicamente activa (jóvenes entre 18 y 29 años) son un parámetro innegable de cómo se han rebasado por mucho los límites de los trabajadores.
Estamos en ese momento donde la realidad rebasó por completo la capacidad de sostener trabajos en esas terribles condiciones. Seis días de vacaciones son insuficientes para el cúmulo de pendientes, energía y esfuerzo que desarrolla un trabajador promedio en México. Es más, seis días son insuficientes para una larga lista de países donde México ocupa el último lugar en días de descanso, pese a la cantidad de días y horas que entrega de su vida un trabajador en este país.
Las cifras que arroja el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) pueden demostrar que estamos en los últimos lugares de productividad a pesar del esfuerzo de horas y horas con la camiseta puesta, pero qué falla entonces. La respuesta entre tantas, ha sido la capacidad de descanso y producción como cosas que se complementan, pero que además son necesarias.
Desaparecer la precariedad del descanso es una prioridad de los legisladores hoy en día. La senadora Patricia Mercado, de Movimiento Ciudadano, sin duda ha podido mirar de frente el problema y la necesidad de tener unas Vacaciones Dignas y desde la institución ha lanzado una propuesta para reformar las leyes que hoy resultan anacrónicas. La idea general es pasar de seis a 12 días de descanso por ley. La dignificación de la clase trabajadora es la única prioridad que debería tener en estos momentos la ley del trabajo.
La construcción de un mejor rumbo para este país comienza al atender los temas que verdaderamente hacen un cambio y constituyen mejores condiciones de vida. Queremos vivir sin duda en un país que sea compensado con la misma reciprocidad que su empeño al trabajar.
Si esto sucede, estaremos viendo los cimientos de un México que por lo menos va de la mano con la voz de los ciudadanos.